Un Misterio (para)normal

CAPÍTULO 20

Nada tenía sentido. Todos los datos se amontonaban en mi cabeza, produciéndome un fuerte caso de jaqueca. No sabía cómo unirlo, todo. No sabía qué más buscar, o qué más hacer. Podría quedarme en la cama toda la vida. Podría cerrar los ojos y olvidar que tres fantasmas necesitan mi ayuda. Podría cerrar los ojos y volver a mi vida normal. Podría…pero no debía.

Estamos a principios de verano y eso solo significa dos cosas. La primera, empiezan las vacaciones para la mayoría de la población juvenil. El calor y la necesidad de buscar una sombra donde refugiarte, o de tomar algo frío para refrescarte, se convertía en la rutina diaria de muchos. Y la segunda, esta semana significa estudiar. Más me vale ponerme a hincar codos durante estos cinco si no quiero suspender. Solo tendría que gastar tres días para los exámenes y luego sería libre de nuevo para seguir investigando.

No sería hasta que terminara el último examen, cuando podríamos ir a casa de Logan y poner fin a esta locura. Sé de sobre que los chicos tienen prisa, que cada día que pasan se encuentran más débiles, y se alejan más de la vida. Ya llevábamos casi tres semanas en esto, y la cosa iba lenta. Pero solo necesito quitarme un peso más de encima para poder concentrarme del todo en ellos, y los exámenes son importantes para mí. Tengo que terminar mi carrera si quiero tener un trabajo en el futuro. No puedo dedicarme toda la vida a salvar espíritus. Antes me moría de hambre.

Para poder estudiar necesito tranquilidad, y eso no lo conseguía con los chicos rodando cada cinco minutos por mi habitación. Así que durante estos cinco días les he pedido que se vayan donde ellos quieran, pero que no me molesten. A penas he hecho nada durante el curso, y ya tengo los nervios alterados pensando que no he estudiado lo suficiente. De mi tía hace bastante que no sé nada. Se fue de viaje la semana pasada y no ha vuelto. Sigo sin entender qué pasa con ella, y todavía le doy vueltas a la conversación que oí aquella vez. No sé qué pensar.

Niego con la cabeza.

Tendría que estar estudiando el temario. Me quedaban muchos temas y asignaturas por delante, y había leído la misma frase cinco veces. Así no podía concentrarme. Sentía rabia. Los exámenes me estresaban de normal, y sumando a eso la situación en la que me encontraba, desembocaba en un continuo mar de lágrimas. La ansiedad por no salvar a los chicos a tiempo, el estrés por hacer tantas cosas a la vez, la ira por descubrir quién está detrás de todo esto, la frustración por tener este don. Todo eso palpitaba en mi interior, como una bomba a punto de explotar. Cada una de esas emociones me recorría las venas, me impulsaba a hacer locuras, y hacía que mi cabeza trabajase el doble. Siempre me dolía. Notaba una presión continua, como si mi corazón se hubiera subido a mi cabeza e intentase salir. Era una locura, y sé que tenía muchas cosas de las que preocuparme. Sabía que estaba así por ello, y que estudiar era la menor de mis preocupaciones. Pero debía hacerlo. Solo eran tres días, y podría seguir a lo mío.

Como veo que va a ser imposible seguir estudiando, me doy un respiro. Salgo de la habitación y bajo a la cocina a por algo de comer. Siempre que estudio, mis ganas de comer aumentan a niveles catastróficos. Incluso que durante estos días engordo el doble. No parece haber nadie en casa, cuando llego al sitio deseado, busco por los armarios y en el frigo algo que me pueda saciar y no sea muy dañino.

— ¿Un plátano? Podría, pero no.

Cierro el frigo y dejo de lado la fruta, seguro que es lo más sano, pero necesito algo dulce.

— Chocolate, sí. Eso siempre ayuda.

En cuento veo la tableta de chocolate en el armario encima del fregadero, mi boca empieza a salivar de forma espantosa. Casi parezco un perro. Saco un pequeño trozo y guardo el resto. Me lo como, y me sabe a poco. Busco otra cosa y no pienso en el chocolate. Conociéndome sé que me comeré la tableta entera y seguiré con hambre.

— Puedes hacerte un bocadillo con una manzana, yo lo hacía cuando estudiaba y me ayudaba mucho.

Ahogo el grito que tengo en mi garganta cuando Logan me habla desde el marco de la puerta. Son tan silenciosos que a veces olvido que están aquí. Mi corazón bombea a mil por hora, y ahora dudo si se debe al susto, o la impresión de verle. No hemos hablado desde el casi beso que nos dimos, y tampoco sé qué decirle. Tengo miedo, él es un espíritu que puede morir, no debería enamorarme de él; sin embargo, —para añadir más problemas a mi vida— ha pasado. Me gusta Logan. Si consigo salvarles tal vez podamos tener algo. Pero si se mueren, no podría vivir con esa carga para siempre. ¿Y si cuando les ayude se olvidan de mí? Es una cuestión que pocas veces me he planteado, pero no descarto. Ellos no son mis amigos, solo piden mi ayuda. Es normal que una vez conseguido su propósito me echen de sus vidas. Es normal. Pero me niego a verlo. No quiero adelantar acontecimientos.

— Vale gracias. Lo tendré en cuenta.

Mientras preparo todo para hacerme un bocadillo, Logan me sonríe aún desde la puerta. No sé mueve y no sé qué quiere que haga o diga. Le ignoro. Lo intento. Pero noto todavía si mirada sobre mí. Cuando estoy a punto de preguntar sobre lo que paso, me asombro al descubrir que ya no está. ¿Acaso he soñado con su mirada? Termino mi comida y salgo al comedor. Me vendrá bien sentarme un poco en el sofá y desconectar de tanto estudio.

Cuando me siento, tres fuertes ráfagas de aire revuelven todo lo de mi alrededor. Casi pienso que van a tirar mi preciada comida, pero antes de que eso pase, el aire para. Miro el sofá, y me acompañan el moreno serio, el rubio chistoso, y el chico guapo de las bandanas. El sofá no es muy grande, y si tuvieran cuerpo, puedo jurar que nos encontraríamos los cuatro muy apretados. Pero como son de todo aire, no hay problema. Enciendo la tele y empiezo a comer. Ellos están en silencio, y me inquieta.



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En el texto hay: misterio, fantasmas, amor

Editado: 02.03.2021

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