Un Misterio (para)normal

CAPÍTULO 27

— ¿Alguien que pueda ayudarnos? ¿Existe acaso alguien así? Creía que habías dicho que no podíamos confiar en la gente —pregunta Logan curioso. Aunque esta de pie de nuevo, su rostro aún bañado de sudor, expresa algunas muecas de dolor.

Bajo a la planta principal, al salón, donde Nathan y Álex todavía me esperan. Me acerco preocupada a ellos comprobando que se encuentran bien, o por lo menos todo lo bien que pueden estar cuando casi vuelven a morir. Además, aprovecho ese momento de reunión para contar el plan que he creado desde el momento que Jonathan mencionó a mi abuela: es hora de hacerla una visita. No sé si tendrá algún propósito, pero tengo fe de que, si vamos, tal vez, pueda descubrir algo más.

— ¿Estáis todos bien? —pregunto preocupada.

— Eso ha sido horrible ¿Qué ha pasado? —pregunta Nathan desde el sofá.

— Que se os acaba el tiempo, eso pasa. Necesitamos terminar con esto cuanto antes, y si puede ser, antes de que sea demasiado tarde.

— ¿Cuánto calculas que nos queda? —pregunta Álex temeroso. Incluso yo tengo miedo de responder.

— Una semana, tal vez semana y media. No podía calcular con exactitud. —miro el suelo con tristeza. No soy capaz de hacer frente esos tres rostros cargados de tristeza y dolor. Tal vez no soy tan valiente como parezco, soy una cobarde que no puede hacer frente a la muerte de sus nuevos amigos. ¿Así pretendo ayudarles? — No os preocupéis, lo conseguiremos. Cómo decía a Logan, hay alguien que nos puede ayudar, tenemos que visitarla.

— ¿Visitar a quién? —los tres hablan a la vez con las mismas palabras y me da la risa.

— A mi abuela, por supuesto.

— ¿A tú abuela? ¿Es que piensas ir al cementerio? —la pregunta de Álex me deja totalmente confundida ¿cementerio?

— ¿Perdona? ¿Cómo que cementerio? —la confusión de los tres es palpable, ¿Es que acaso yo he dado a entender que mi abuela está muerta? En ningún momento he dicho que está muerta, aunque tampoco viva.

— ¿Es que tu abuela no está muerta? —pregunta Logan también confuso.

— ¡No! ¡Chicos! Esta viva, espero. Tiene sus años, pero se cuida como una rosa, vive en una ciudad a tres horas de aquí.

— ¡Ah! — dicen los tres! — Perdónanos Sarabell, como siempre hablas de ella en pasado y no nos has contado mucho, pensábamos que estaba muerta —ahora ríen y sin querer, a mí también me entra la risa.

— Sois de lo que no hay, chicos. Preparaos, saldremos en cinco minutos, tengo que recoger unas cosas.

— ¿Y cómo vamos a ir?

Buena pregunta, pienso. En autobús no es una opción, los horarios son nefastos y me pasaría la mayor parte del tiempo viajando. Además, viajar en un lugar público con tres fantasmas, no es para nada buena idea. ¿El coche? Cómo tal no tengo un coche, solo el de mi tía, y si tengo suerte, puede que esté en el garaje.

— Venga chicos, nos vamos.

Subo un momento a la habitación antes de salir de casa. Meto en una mochila todo aquello que consideraba importante: el cuaderno de la investigación, el cuaderno de la abuela, los informes, un boli, el móvil, el cargador, algo de comida… Ser precavida vale por dos. Me visto con unos vaqueros cómodos que encuentro en el armario y con una sudadera ancha que suelo usar para estar en casa. Me hago una coleta, las playeras, y estoy lista. Son muchas horas de viaje, y necesito ir cómoda, dejar que los chicos conduzcan, no es una opción. No me puedo imaginar la cara de un agente de policía si nos para por el camino.

Bajo de nuevo las escaleras a toda velocidad, pensando cómo es posible que no tengo un culo como las Kardashian cuando me paso la vida subiendo y bajando esas escaleras. Los chicos me esperan en la puerta y cuando me ven, atraviesan la puerta de la calle para salir. Niego con la cabeza y cojo las llaves que reposan en un mueble del hall, soy las gracias a mi tía a que no se haya llevado el coche. Un precioso Citroën C3 de última generación color rojo, espera a que sea liberado de su jaula. Tengo que tener mucho cuidado con él, pues se que mi tía es muy recelosa con dejar su coche a alguien, no le gusta que le mueva las cosas y menos que se le rallen. A pesar de decirme mil veces que soy libre de cogerle cuando quiera, siempre he preferido usar el transporte público. Hasta ahora.

Me siento en el asiento del conductor y lo saboreo. Es un asiento super cómodo, hago las comprobaciones necesarias antes de ponernos en marcha, y compruebo que conozco el funcionamiento de cada aparato. Logan se sientan en el asiento del copiloto, y Alex y Nathan atrás. Siento que con él cerca de mí no voy a poder concentrarme en la carretera, así que pongo la radio para distraerme de su cercanía. Los chicos se pone el cinturón, algo que me parece ridículo, y yo también antes de poner el coche en marcha.

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La música suena por los altavoces del coche a todo volumen, las cuatro ventanillas del coche están bajas y la brisa del verano entra revolviendo todo a su paso. Los chicos hablan, bromean y reímos. Me siento relajada. Simplemente parece una excursión de amigos a algún lado, y no una lucha contrarreloj por salvar sus vidas. Nos viene bien estos momentos de relax para conocernos un poco mejor y recargar las pilas. Llevamos ya dos horas de viaje y nos queda otra más para llegar a la ciudad donde vive mi abuela, luego tendremos que buscar la casa de mi abuela, pues hace muchos años que no vengo y no se muy bien donde vive.

— ¿Falta mucho?

— ¡Álex! Es la sexta vez que me lo preguntas, como te vuelva a oír te bajo del coche. —Incluso los fantasmas pueden ser unos pesados.

— Es que me duele el culo.

— Como te va a doler el culo si apenas estas hecho de materia.

— Que poco considerada —hace un berrinche típico de niño pequeño y me saca la lengua. Se cree que no le veo, pero el espejo retrovisor me enseña una imagen de su fea cara. Los demás se ríen por la absurdez de la conversación. Intento aparentar seriedad, pero al final también sucumbo a sus idioteces y me río con ganas.



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En el texto hay: misterio, fantasmas, amor

Editado: 02.03.2021

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