Un mundo

Un hada

Un mundo

 

Al abrir aquel relicario tal y como el brujo me había indicado, vi como del mismo surgía una luz verdosa, la cual me absorbió y me llevó a aquel mundo nefasto. Fui transportado a un lugar aún más siniestro que aquel ubicado detrás del espejo. Y ni siquiera en Yondo se podrían ver tales abominaciones.

 

Aquella luz verdosa me había cegado. Sentí como si una enorme mano me jalase hacia el interior del relicario. Una vez dentro fue como caer en un pozo el cual yo creí interminable; y si por “suerte” tenía fondo, lo más lógico es que sería despedazado al chocar con este. Por eso, en mi inconsciencia rogaba porque mi cuerpo perdiera velocidad al caer, tal como sucedió con la niña de aquel lugar extraño donde los animales e incluso las cartas se comportaban como desquiciados seres humanos. Pero mi velocidad no disminuyó; mas caí en sobre un objeto blando similar a la lana de las ovejas. Escuché un leve quejido al chocar con aquello. Luego un leve chillido. De no ser por este hubiese jurado que había caído encima de un borrego y que aquel golpe lo había lastimado o incluso matado. Pero lo que vi me llenó de asco e incluso vomité. Y mi vómito se mezcló con la sangre púrpura de aquellas cosas que yacían aplastadas por culpa mía. Eran seres del tamaño de una rata pero cubiertos de lana, como si de pequeñas ovejas se tratase. Toda una alfombra formada por aquellas criaturas. Y aquellas que no fueron aplastadas por mí echaron a correr, chillando. De rodillas y aún con arcadas, vi la cabeza de una de esas cosas bajo mi mano. Me puse de pie. Comencé a caminar, pero aquellas cosas, movidas por el pánico se cruzaban entre mis pies y hacía lo posible por no pisarlos. Cuando por fin pude salir de ahí me recargué en algo que parecía ser un sauce; pero aquello no era madera, sino piel. Una especie de oso grizzly con ramas y follaje saliendo de su cuerpo. En cuanto puse mi mano en su espalda se volvió hacia mí. La sorpresa hizo que me fuera de espaldas. El oso – árbol se acercó a mí para olisquearme. Pensé que me devoraría ahí mismo, pero no me tomó la mayor importancia; no obstante se dirigió al lugar donde habían quedado aquellos seres a los cuales yo había aplastado y empezó a comérselos. Me puse de pie lentamente. Caminé poco a poco para alejarme del oso – árbol, pero este me dio alcance. Sentí cómo me jalaba la camisa, pues una de esas criaturas se había quedado pegada a mi espalda. Caí de rodillas esta vez. La vista se me nubló y pensé que volvería a vomitar, pero no fue así. Después el oso – árbol volvió al mismo lugar donde lo había visto y tomó su inmóvil posición. Esperé un poco para recuperarme.

 

Un poco después, cuando ya me sentí mejor busqué en mi bolsillo el mapa que el brujo me había proporcionado, al igual que una piedra roja. Me había indicado que esta me sería de utilidad, pero no me dijo de qué forma. Tenía conmigo una daga; poca cosa para defenderme en un lugar como aquel, pero era mejor que nada. Consulté el mapa y vi que me encontraba a poca distancia del bosque de las hadas. Caminé hacia el lugar señalado. El brujo me había indicado que en cuanto llegara a dicho bosque mi tarea consistía en atrapar a una de esas hadas y arrancarle un ala. Por lo que me indicó el brujo, no tendría gran importancia arrancarle un ala a un hada, pues no las usaban para volar, sino que lo hacían por medio de magia. Me imaginaba que no sería una tarea difícil, pues eran seres pequeños a los cuales sería fácil dominarles con una sola mano.

 

No tardé mucho en llegar al llamado bosque de las hadas. Contemplé entonces, a la entrada del mismo algo que parecía ser un hombre, pero su cabeza no era tal sino la de un asno. Aquel hombre con cabeza de asno tenía en una de sus manos un hada a la cual apretaba de tal manera que esta gritaba; y sus gritos perforaban mis oídos. Me escondí tras un arbusto. Pude escuchar al hombre con cabeza de asno exigiéndole al hada que le devolviera su forma original. El hada, pudiendo apenas respirar recitó una especie de conjuro. Pero pese a lo que yo hubiese pensado, que aquel ser recuperaría su cabeza de humano, fue mutado a una maldita criatura con cuerpo de asno y cabeza de hombre. Enloquecido y con el hada riéndose a su lado, comenzó a golpearla con una de sus pezuñas, provocando que esta vomitara una ridícula sangre verde. Luego de dejarla moribunda, el ahora asno con cabeza de hombre echó a correr enloquecido. Fue entonces cuando me acerqué. Tomé al hada y aprovechándome de la situación, le corté con mi daga una de sus alas. Gritó de dolor; pero antes de que alguien pudiera escucharla, con la misma daga le corté la cabeza. Miré sus pequeños colmillos así como sus ojos verdes. Ya con el ala del hada opté por salir de aquel bosque lo más rápido posible. Pero la sangre que había emanado del hada había mojado una roca, la cual comenzó a romperse como si de un cascarón se tratase. De ahí vi surgir a un ser híbrido. Era la maldita cruza entre una jirafa y un buitre. Agitando sus alas se lanzó hacia mí y su cuello de jirafa se abrió del todo, como si del hocico de un caimán se tratase. Miré sus afilados colmillo, los cuales, a diferencia del hada, eran enormes y segregaban espuma y pus. Luego de unos momentos en los que quedé paralizado de pánico, reaccioné. Eché a correr. Aquel ser me persiguió agitando sus alas y abriendo aquel extraño cuello – hocico. Me dirigí hacia aquel lugar donde habían quedado las pequeña “ovejas” aplastadas por mí. Precisamente el sitio donde había caído luego de ser absorbido por el relicario. Según palabras del brujo, este me estaría observando desde nuestro mundo y cuando yo se lo pidiera me diría cómo salir de ese lugar. En el camino vi al oso – árbol, el cual esta vez comía gusanos con cabeza de niño. Pasé al lado del oso – árbol sin pensar en nada, pues aquel monstruo venía tras de mí. Al igual que las pequeñas ovejas del tamaño de ratas, los gusanos con cabeza de niño habían formado una especie de alfombra. Sin poder detenerme y presa del miedo pasé encima de esos pequeños seres, aplastándolos tal y como lo hice con las pequeñas “ovejas”. Comenzaron a gritar y su grito era similar al llanto de un bebé. Pero esta vez no tenía tiempo ni siquiera de asqueárme y vomitar.



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En el texto hay: monstruos sobrenaturales

Editado: 14.04.2019

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