Un nerd para navidad

Capítulo 11

21.12.23

Ya era media noche, la comida ya se había terminado y eran las bebidas alcohólicas las que predominaban ahora. Desde un rincón observaba como todos reían y hacían chistes de mal gusto entre ellos. 

Era la primera posada a la que asistía después de varios años, todos esos eventos habían sido cancelados por mi mente y mi corazón y ahora estaba arrepentida de asistir a esa fiesta solo por compromiso.

Recordé las palabras de Emiliano. Respetar mis ideales, era algo que desde hace mucho no hacía, simplemente dejaba que la vida siguiera su curso y ya.

Saqué de mi bolsillo del pantalón la invitación que me entregó. Decía "posada navideña del albergue de niños". Me intrigó mucho que Emiliano decidiera acudir a una posada comunitaria y la curiosidad me invadió. Tomé mi bolso y salí de ahí sin que nadie lo notara.

Llegué hasta la dirección que indicaba la invitación. El lugar estaba lleno de personas, todos cantaban mientras veían como aquel niño brincaba y trataba de golpear con todas sus fuerzas a la gran piñata de colores que colgaba del techo. 

—¡Deja que la rompa ya, Emiliano! —gritó uno de los niños.

Mi mirada se dirigió hasta él. Se encontraba en la segunda planta de edificio, jalando con una cuerda la piñata. Su cara estaba adornada con una gran sonrisa. Dejó que el niño alcanzara la piñata y finalmente los dulces salieron desperdigados por todo el suelo. Todos los niños se abalanzaron para recogerlos. 

No pude evitar sonreír ante la escena. Un hombre se acercó a mí y me ofreció un vaso con ponche. Olía a delicioso a panela y su sabor a guayaba me hizo recordar, pero esta vez cosas buenas.

—Viniste —dijo Emiliano detrás de mí.

—Hola —contesté sin saber bien que más decir.

—Toma —me ofreció un dulce que tenía en su mano —fue el único que pude rescatar de todos ellos —señaló a todos los niños que reían e intercambiaban los dulces entre ellos. 

Tomé el dulce y lo llevé a mi boca. Dulce de cajeta, llevaba años sin comer uno.

—Tenía mucho tiempo que no veía como rompían una piñata —le dije finalmente.

—Aquí lo hacemos cada año —sonrió —es importante darle a los niños la felicidad que estás fechas representan.

—Es muy lindo eso —correspondí su sonrisa —¿y tú trabajas aquí también? —pregunté intrigada.

—No —rió —, pero me gusta seguir ayudando al que fue mi hogar alguna vez. 

Su respuesta me sorprendió, pero antes de poder preguntar más, el sonido de la bocina aumentó cuando la canción del "burrito sabanero" empezó a escucharse. Los niños empezaron a bailar divertidos y fue cuando Emiliano me tomó de la mano.

—Ven, vayamos a bailar con ellos.

Sin haberlo pensado mucho, me encontraba bailando, riendo y disfrutando de aquellos villancicos, con personas desconocidas, con niños alegres y con él. Estaba con él.




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