27.12.23
La propuesta de Emiliano me había dejado en choque. Había dejado que la vida siguiera su cursó sin intervenir mucho. Desde mi recuperación de aquella depresión que casi me lleva a la muerte, me había dedicado completamente al estudio y al trabajo. Era mi único motivo de concentración, pero ahora todo me hacía dudar de esa determinación.
El pasto estaba perlado por aquella capa fina de aguanieve, la helada de la noche previa había disminuido la temperatura, sin embargo eso no me detuvo para visitar su tumba. No la había visitado en mucho tiempo, era muy difícil estar en ese sitio pues todo dolía más. Sin embargo, esa mañana un impulso me hizo llegar hasta el lugar.
Limpié un poco la superficie del marmol con el costado de mi abrigo y coloqué sobre ella un par de rosas blancas que llevaba en mi mano.
—Hola mamá —le empecé a hablar a su lápida—. Te echo mucho de menos.
Las lágrimas escurrieron de forma inevitable.
—Me gustaría tanto que estuvieses conmigo y hoy he venido para pedirte perdón por lo que pasó. Ha sido tan difícil seguir adelante sin ti, pero ahora entiendo que todo fue algo más de la vida y sé que donde estés jamás me juzgarías por esto —suspiré entre sollozos.
—Nunca imaginé que la vida pudiese ser tan impredecible, pero otra vez me estoy dando cuenta de ello. Creo que no he seguido un buen camino, creo que necesito pensar mejor que hacer con mi vida y que tú puedas sentirte orgullosa de mí.
—Hoy más que nunca desearía recibir uno de tus consejos, pero sé que iluminarás mi camino y que estarás a mi lado siempre —rocé su lápida con mi mano imaginando una caricia al mundo etéreo en el que ella seguro estaba.
Me quedé parada frente a su tumba hasta que las lágrimas y los sollozos se esfumaron. Decidida a que ese día sería el último que me sentiría culpable y dejaría todo lo malo en el pasado. Ahora solo pensaba en que debía crear nuevos recuerdos, justo como él decía.
Solo debía pensar si sería capaz de seguirlo para crearlos junto a él.
Sería una locura pues jamás me había aventurado a tomar una decisión tan improvisada. Sin embargo, no podía echar de lado lo que ya sentía por Emiliano. Era un chico tan especial y desde el primer día que lo conocí había llamado mi atención, sin embargo ahora que realmente conocía la persona que era, simplemente me había cautivado en muchas formas.
Era momento de tirar la moneda, era momento de confiar en mis instintos y quizás la vida podría empezar a sonreirme.