29.12.23
Tenía papeles de colores, tarjetas, marcadores y plumones regados por todo el piso de la sala de mi departamento. Después de pensarlo por un buen rato, había decidido que si quería empezar de nuevo debía cambiar todo lo que estaba haciendo mal en mi vida y lo primero era empezar a resolver lo que ocurría en el trabajo.
Quería demostrarle al mundo que sí yo podía cambiar mi perspectiva, todos podrían hacerlo en algún momento de la vida. Por fin había comprendido que no era correcto pasar el resto de mis años lamentándome por lo que no fue, viviendo una vida falsa que ni siquiera me hacía feliz.
Serví un poco más de café en mi taza y miré hacia aquel hermoso pino improvisado. Reí cuando me dí cuenta que los adornos realmente ni combinaban. Había esferas de todos los colores, escarcha azul y morada, luces de color verde y la estrella estaba de lado. Era tan desorganizado, pero era perfecto, así como lo era mi vida también.
Pensé una vez más en Emiliano, en su modo de ver la vida, en su resiliencia y en su sonrisa. No me cansaba de ver su sonrisa. Suspiré con mis pensamientos y después de mucho tiempo, se me antojó poner un poco de música suave.
Sin pensarlo ni lamentarme mucho más, empecé a cantar a todo pulmón para mí misma y quizás por el volumen, también un poco para los vecinos.
Amaba cantar, la expresión corporal, el baile lento. Siempre había sido mi pasión y ahora me daba cuenta que debía rescatarla de los escombros.
Pasé el resto del día cantando y tarareando, recordando aquellas navidades en que la pasaba con mamá haciendo lo mismo. Entendía que las cosas jamás serían iguales, pero por un instante sentí que nada había cambiado, pues la seguí sintiendo a mi lado, acompañándome con cada nota que entonaba y cada paso que daba.
Cuando terminé todas las tarjetas, me recosté en el sofá a ver la foto que nos había tomado juntos. No entendía que es lo que había movido en mi ser para que pudiera sacarme del hoyo en el que me sentía. Quizás era su calidez o su forma de hablarme. Incluso su forma tan inocente de besarme.
Me había abstenido de verlo antes de la junta pues debía pensar bien las cosas, sin embargo ahora todo quedaba mucho más claro. Al momento de escribir en su tarjeta, solo ideas buenas llegaban a mi cabeza y a mi corazón.
Recordar los pocos momentos que habíamos pasado juntos me motivaba y ahora sabía que estaba dispuesta a seguir haciendo recuerdos a su lado, no importaba a donde fuera, yo lo iba a seguir.