He golpeado a mi padrastro con un florero de cristal en la cabeza. Ha sido en defensa propia. Yace tendido en el piso, inconsciente (quizás muerto), mientras su sangre se va dispersando en el suelo de cerámica, formando pequeñas lagunas amorfas y que desprenden un olor fétido a licor y tabaco.
Estoy temblando. Es la primera vez que me defiendo en una situación tan delicada. Ha intentado abusar de mí por enésima vez y no se lo permití. Esta vez no corrí o me encerré en mi habitación a llorar, al contrario, lo enfrenté. Me manoseó un poco, porque me tomó desprevenida en la mesa del comedor, sin embargo, actué con sosiego. Esperé a que se encontrara en su punto más vulnerable y lo hice. Nada de dudas o remordimientos que me despistaran, solo agarré el florero y…
—Una ambulancia a la casa de la familia Villavicencio —dije conteniendo el aliento—. Código 04-45 por favor.
—¿A nombre de quién?
—Apresúrese…
Colgué. Corrí a mi habitación por una maleta y guardé toda la ropa y los objetos que pude, incluido una fotografía de mi madre que reposaba en el espejo del clóset. Ella había escrito en la parte posterior, antes de fallecer, una dirección en caso de emergencia. Debía viajar allí y preguntar por una tal Margarita Hoyos.
Recorro cada rincón del cuarto que hubo de acogerme durante dieciséis años y lo grabo en mi memoria con nostalgia. Los pósteres, peluches, sábanas, cuadernos y hasta las telarañas de los rincones que forman parte de mi historia parecen presentir el final. Casi puedo sentir su tristeza por mi partida y escuchar cómo se despiden mientras cierro la puerta.
—Vuelve pronto —dice la fotografía de Tom Holland estampada en la pared—.
—Te extrañaremos —gritan los tacones y zapatos escondidos debajo de la cama—.
—Nos veremos pronto —respondo agitando la mano, segura de haber perdido la cordura—.
Escucho el sonido de la sirena de una ambulancia y me escapo por la puerta del patio trasero. Me coloco la capucha del abrigo en la cabeza y camino a paso rápido por la acera de la avenida principal, hasta tomar un taxi antes de doblar la esquina que conduce al puesto de policía local.
—Al terminal terrestre, por favor.
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Editado: 15.04.2021