—No es la primera vez que viene —le contó Evonne a Romeo, una vez que ambos se sentaron juntos en el sofá. —. La primera vez, fue unos meses luego de la muerte de mamá, los del jardín de niños denunciaron que Loamy no había asistido. La segunda vez, por lo de papá, le quitaron la custodia, y con mucho esfuerzo logré obtenerla. Romeo, ahora resulta que tampoco soy suficiente para ella. No quiero perderla.
—No lo harás, te prometo que todo estará bien —garantizó, mientras extendía la mano para tomar la suya y entrelazar sus dedos, como muestra de apoyo. —. Estamos juntos en esto, y buscaremos la manera de salir de este embrollo.
Ella asintió con la cabeza, mientras permitía que las lágrimas rodaran por sus mejillas con total libertad. Fijó la mirada en su amigo y esbozó una pequeña sonrisa triste, antes de estirarse hacia él con la intención de abrazarlo, pero entonces notó algunas marcas en la piel del chico, que le resultaron un poco desconcertante.
—Romeo, ¿qué es eso? —cuestionó, incorporándose hasta ponerse de rodillas sobre el sofá.
Él, quien ya estaba listo para el abrazo, frunció el ceño en confusión, para luego abrir los ojos ampliamente e intentar cubrir sus marcas.
—No es nada.
—¡No me mientas! —pidió, y se inclinó hacia él para intentar ver lo que trataba de ocultar.
—Evonne, no, ¡basta! —dijo en tono de súplica, tratando de alejarse.
Al intentar apartarla, Romeo la empujó, y ella perdió el equilibrio. Cuando se sintió caer del sofá, se aferró a él y lo siguiente que sintió fue el peso del chico sobre su, de por sí ya adolorido, cuerpo.
Una tos falsa los hizo fijar la mirada en el hombre que se encontraba de pie bajo el umbral, con una expresión nula en el rostro, y los brazos cruzados, mientras los observaba a ambos.
—Siento interrumpir, pero, ¿que tú no eras homosexual? —cuestionó, arqueando una ceja y señalando al pelirrojo.
—Sí, lo soy, e-esto no es lo que usted piensa. —dijo Romeo, tropezando las palabras.
—Bueno… me iré a la cama —Noah se alzó de hombros, para luego seguir su camino. —. Quien comprende a estos jóvenes de ahora. —murmuraba, mientras se alejaba.
—Romeo, esos son moretones, provocados por golpes a puños —Evonne frunció el ceño. —. ¿Qué rayos pasó?
—No pasó nada, Evon. Fue un accidente.
—¡¿Accidente?!
—Ahora no quiero hablar de esto, ¿está bien? —se puso de pie y luego le extendió su mano para ayudarla a levantarse. —. Tienes que terminar de alistarte para ir a trabajar. Anda, vamos…
—Romeo…
—¡Solo olvídalo, por favor! —respondió, un tanto alterado.
Evonne tragó saliva, mientras lo observaba salir al porche de la casa a buscar algo de aire. Suspiró profundo y bajó la mirada, recordando que otro factor importante era que no solo ella tenía problemas, en Central City, cada persona tenía su propia lucha, y sus amigos no eran la excepción.
Y, por más que quería quedarse a tratar de entender qué pasaba con su amigo, tenía que apresurarse para ir a trabajar al club nocturno.
***
Ya era la media noche, y Evonne suspiraba profundo mientras servía bebidas a los clientes del club. El ambiente era tranquilo, ya que para ese momento ella, y sus compañeras, casi habían superado totalmente el incidente en aquella fiesta semanas atrás. El lugar estaba lleno, habían organizado la visita de un grupo de música Jazz, y como era un evento poco común en ese tipo de club, las personas asistieron por curiosidad.
El grupo musical se colocó en la tarima, la iluminación era tenue, lo que le daba algo de suspenso al asunto. Evonne pensó en su hermana, y en lo mucho que le habría encantado escuchar a personas tocar Jazz en vivo. Era una pena que fuese de noche, y que ella tuviera solamente cinco años.
La música comenzó a sonar, y por el ritmo, ella sabía que se trataba de feeling good. Hasta ese momento, solamente la había escuchado a ritmo lento, entonada por Nina Simmons, y por sus compositores originales Anthony Newley y Leslie Bricusse. La sonata era perfecta, y cuando el vocalista comenzó a cantar su piel se erizó, simplemente se escuchaba hermoso.
“Es un nuevo amanecer,
es un nuevo día.
Es una nueva vida para mí,
y me siento bien…”
La luz iluminó la tarima de pronto, y sus ojos se ampliaron de manera exagerada al divisar un rostro conocido en ella. Ese era… ¿Caleb? Definitivamente era él, y se veía realmente apuesto, utilizando un esmoquin negro que le quedaba como anillo al dedo.
“Los peces en el mar,
sabes cómo me siento.
El río fluyendo libre,
sabes cómo me siento.
Flores en el árbol,
sabes cómo me siento”
Ni siquiera se dio cuenta de en qué momento avanzó entre las mesas, caminando hacia la tarima, hasta que estuvo frente a ella. Estaba perdida en sus pensamientos, y simplemente no podía creer lo que sus ojos veían. La parte instrumental comenzó a sonar, y fue en ese momento de descanso para su voz que el joven fijó la mirada en ella. Él también parecía sorprendido de verla ahí, pero en ese momento no hizo más que esbozar una enorme sonrisa antes de continuar con sus versos.
Estrellas cuando tu brillas,
sabes cómo me siento.
El aroma del pino,
sabes cómo me siento.
Oh, la libertad es mía,
y sé cómo me siento.
Ambos sostuvieron sus miradas, y en el instante en el que ella le devolvió la sonrisa, fue como si todo avanzara en cámara lenta, y lentamente las personas a su alrededor fueran desapareciendo. Cantaba para ella, la miraba fijamente a los ojos, sonreía, coqueteándole de la manera más descarada que pudiera imaginar; pero estaba demasiado sorprendida como para enterarse en ese momento. Su cabeza era un caos, no podía pensar en nada más que en ese preciso momento en el que volvía a ver a aquel apuesto joven que había salvado a su hermana menor, de la manera más inesperada posible.
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Editado: 05.12.2023