Eran las cinco de la mañana del lunes, y, a diferencia de otros días, Evonne había amanecido de muy buen humor. Luego de su tradicional ritual de levantarse y observar el amanecer desde su ventana, bañarse y alistarse para el trabajo, bajó a la cocina para prepararle el desayuno a su familia. Por suerte su padre había hecho la despensa el sábado, por lo que podría prepararles algo nutritivo que les diera la energía que tanto necesitaban para ese día.
Cuando terminó de preparar; huevos revueltos con tocino, pan tostado y jugo de naranja, lo colocó todo sobre la mesa, en donde se encontraban las rosas en un jarrón con agua. Una pequeña sonrisa se dibujó en sus labios mientras se inclinaba hacia las flores para olerlas, inhalando profundamente. Había algo en ellas, no solamente era su aroma natural, también tenían una leve fragancia suave y varonil.
—Vas a gastarles el olor. —comentó su padre al entrar en la cocina.
—Papá, estás despierto —dijo, sorprendida, mientras se incorporaba rápidamente. —. El desayuno está listo…
—Gracias, hija —la interrumpió. —. Tu hermana también lo está. Se está cepillando los dientes y bajará pronto.
Evonne frunció el ceño en confusión y rápidamente dirigió la mirada hacia el viejo reloj que colgaba de la pared, eran las 06:30 AM. Abrió la boca con sorpresa, ¿en qué momento había pasado el tiempo?
—Todavía no te he preguntado qué tal tu cita de ayer. —dijo él, mientras se sentaba a la mesa.
—Creo que lo sabrías si hubieras estado en casa cuando volvimos —musitó.
—Hija mía, no seas tan pesada, joder —dijo con acento español. —. Ya te he dicho que solamente perdí la noción del tiempo. Tampoco puedo quedarme en casa encerrado un fin de semana.
—Yo solo espero que no hayas hecho travesuras, señor Simmons. —se sentó en la mesa junto a él, viendo de reojo las flores.
—Bueno —canturreó Noah. —. Por lo que veo te ha obsequiado flores. Son muy hermosas.
—¿Verdad que sí? —chilló con emoción, aún más de la que pretendía demostrar. —. Le he enviado cantidades de fotos a Ivana y Romeo, y les han encantado.
—La pasaron bien, ¿eh?
—¡Bailamos Jazz! —exclamó Loamy, bajando las viejas escaleras. —. Papá, fue muy divertido.
—¿Evonne bailando Jazz en público? Eso es nuevo —comentó entre risas.
—Fue muy divertido. Al principio no quería, pero él es muy insistente. —suspiró, observando nuevamente las flores.
—Alguien está enamorada. —canturreó Noah.
Evonne volvió su mirada hacia él con una expresión estupefacta en el rostro, lo cual causó que su hermana estallara en risas. Noah se inclinó hacia la menor para acomodarle su chaqueta, y frunció el ceño al notar el accesorio que la niña llevaba colgando de su cuello.
—¿Qué es esto? —cuestionó, confundido.
—Me lo obsequió Caleb —respondió Loamy. —. ¿No es lindo?
—¿Está loco? —se dirigió a Evonne. —. Eso es oro.
—Lo mismo me pregunté cuando ella abrió el regalo. —respondió Evonne, posando la mirada en su hermana menor, quien solamente disfrutaba de su desayuno.
Noah torció un poco la boca, luciendo pensativo, pero luego se alzó de hombros y continuó desayunando tranquilo. Evonne por su parte, veía con mucha atención a Loamy, ya que la niña estaba perfecta, y ella no había tenido nada que ver con ello, sino que su padre se había encargado de todo, lo que causó un pequeño vacío en su pecho, ya que se sintió como una persona superflua en ese instante, y eso la hizo temer un poco.
—Llevaré a Loamy al jardín de niños, tú puedes irte al trabajo sin preocupaciones. De ahora en adelante soy el amo de casa —aseguró Noah. —. Y Evon… dile a Caleb que debe presentarse en casa y comer con nosotros.
—Papá, apenas nos estamos conociendo, no es como si tuviéramos una relación —respondió, sintiéndose un poco avergonzada. —. Y no te preocupes por Loa, yo puedo llevarla sin ningún problema y así nos ahorramos el dinero del pasaje. ¿Te parece?
—Quiero ir con papá. —reprochó la niña.
—Loa, papá irá por ti a la salida, ¿está bien, amor? Hay que irnos.
El hecho de que su padre estuviera disponible todo el tiempo, era algo nuevo y por lo tanto abrumador para ella, en lugar de sentirse aliviada debido a una responsabilidad menos.
***
—Entonces… ¿hubo baile? —cuestionó Ivana, mientras pasaba junto a Evonne con una bandeja de comida.
—Sí —sonrió —. Bailamos, comimos, fuimos al cine… Ivy, llevaba tiempo de no divertirme tanto.
—¡Te lo dije! —afirmó, al volver ya con las manos vacías. —. Por Dios, Evon, estoy tan feliz por ti. Y Romeo igual… ¡¿no es así, Romeo?!
El chico, quien se encontraba casi a cuatro mesas de distancia, alzó la libreta en la que estaba apuntando las órdenes, como respuesta afirmativa a los comentarios de Ivana. Evonne negó con la cabeza mientras reía por lo bajo.
—Y las flores, Dios mío, ¿sabes lo que cuesta un arreglo de esos? Son como cuarenta y tres dólares por doce rosas.
Evonne abrió la boca con sorpresa. ¿En serio costaban tanto? Santos Cielos, tenía exactamente veinticuatro rosas rojas.
—¡Bebé! —exclamó Ivana emocionada al ver a su novio llegar, avanzó hacia él y depositó cortos y castos besos en sus labios reiteradamente. —. Llegaste, qué emoción.
—Ivana, ya basta, si Adrián te ve nos mandará un misil —rio Evonne, mientras se acercaba a ellos. —. Hola, Elías.
—Hola, Evon, te extrañamos ayer en el club.
—Sí, me tomé un día libre. —se alzó de hombros.
La puerta del restaurante se abrió y, ante la mirada curiosa de algunos presentes, Caleb ingresó en el restaurante, vistiendo jeans, y una camisa de botones; él no pasaba desapercibido, era demasiado atractivo, físicamente y también por su carácter amigable, saludando a todos con una amable sonrisa mientras caminaba hacia una mesa.
—Evonne, tu novio está aquí. —murmuró Ivana, mientras abrazaba a Elías, quien también sonreía cómplice.
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Editado: 05.12.2023