Un Novio Para Mi Hermana

Capítulo 33

Evonne observaba, de manera distraída, el collar que mantenía en sus manos, el cual no recordó que llevaba puesto, hasta que llegó a casa aquel día y su padre le preguntó si era otro obsequio de Caleb. Al percatarse de él, por poco sufrió un ataque cardiaco, recordando que incluso se subió en el autobús llevando eso tan costoso colgado del cuello.

Pero, la verdad, era que en ese momento ella no había podido pensar en nada, estaba asustada, sentada en una esquina del asiento del autobús, temblando ante el miedo de que Bellamy apareciera en cualquier momento para obligarla a ir con él. Por suerte no ocurrió, y pudo llegar a su casa sana y salva. Había pasado días, y no había regresado, eso era una buena señal.

Era el cumpleaños de Nickolle y tanto ella, como su padre y hermana, estaban invitados a la fiesta. Llevaba puesto su vestido blanco, ya que ese era el color que todos usarían, su cabello estaba atado en un moño alto, peinado con gel para que no se viese desordenado, y en ese momento analizaba si sería una buena idea utilizar el collar, para lucir más elegante en aquella fiesta que seguramente estaría repleta de burgueses que usarían las más finas joyas.

Quería estar a la altura, no iba a negarlo, quería lucir bien junto a Caleb, y hacerlo sentir orgulloso de ella, pero no le terminaba de convencer el hecho, ya que, cada vez que lo veía, recordaba la horrible noche que había tenido que pasar con el hombre que se lo obsequió.

—Mi amor, vamos, ya casi es hora —dijo Noah, entrando a la habitación y encontrándola sentada frente a la ventana. —. Cielo, ¿estás bien?

—Sí, papá —respondió, intentando guardar el collar, pero su vestido no tenía bolsillos.

—Sabes, creo que se te verá hermoso —opinó, acercándose a ella para tomarlo de su mano, y luego ponérselo. —. No tengas miedo de lucir algo casi tan lindo, como tú. —besó su mejilla.

—Evon, ¡Evon!

Loamy entró en la habitación, luciendo un hermoso vestido blanco con revuelo; se veía realmente adorable, en especial con el hermoso peinado de trenzas que su padre le había hecho.

—Te ves hermosa, mi sol. —dijo, poniéndose de pie y yendo hacia ella para abrazarla.

—Tú lo estás más —respondió, besando su mejilla. —. ¿Ya nos vamos? Quiero ir a jugar con los gemelos.

Evonne sonrió, enternecida.

—En un momento, amor.

Alguien tocó a la puerta, y Loamy comenzó a saltar de emoción mientras salía de la habitación para ir a la entrada, gritando el nombre de Caleb. Noah la siguió, y Evonne no tuvo más opción que tomar su pequeño bolso e ir tras ellos también.

Llegó a la primera planta y un suspiro se escapó de sus labios al ver a aquel apuesto moreno de pie en la entrada, abrazando con ternura a su hermanita. Caleb lucía realmente apuesto, y era una completa distracción para ella, ya que, el solo tenerlo enfrente, hacía que no pudiera pensar en nada más que en él.

—Benditos los ojos que te miran, Evonne Simmons —sonrió coqueto, mientras dejaba un tierno beso en sus labios. —. Te ves preciosa.

Sonrió con timidez, mientras le agradecía, y pasaba su dedo pulgar por los labios del chico para limpiarle la mancha de lápiz labial.

—Bien, andando Simmons.

Tal y como era de esperarse, aquel lugar estaba repleto de personas, y los Bonnet estaban tirando la casa por la ventana. La recepción era en un lujoso hotel, con un hermoso parque rodeado por arbustos florales, incluso uno de los caminos de flores guiaba hacia un bello lago en el que el sol se reflejaba de manera majestuosa.

Estar ahí, era como un hermoso cuento de hadas.

—Señorita Nickolle, feliz cumpleaños —la saludó amablemente Noah, ofreciéndole el humilde obsequio que compraron entre él y su hija; era una pintura abstracta, ya que Caleb les había comentado que ella amaba ese tipo de arte.

—Muchas gracias —respondió amable, pero seria, mientras lo tomaba y lo admiraba. Por cuestión de segundos, Evonne pudo notar como una pequeña curva se formó en sus labios, y supo que le había gustado. —. Espero que disfruten de la fiesta. —dijo, volviendo a su estado serio, antes de alejarse rápidamente.

Evonne mordió su labio inferior, mientras la veía marcharse; todavía podía sentirse la tensión entre ellas, y lo que menos deseaba era sentir que le estaba arruinando su cumpleaños, por lo que decidió seguirla y preguntarle directamente qué había hecho mal, cómo para ser detestada a primera vista.

—Ahora no estoy de humor —respondió, tomando una copa para beber el líquido de un sorbo.

—No es nuestra intención molestarte —dijo con timidez. —. Nickolle, yo quiero a Caleb.

Ella comenzó a reír de la nada, interrumpiéndola al alzar una mano para pedirle que dejara de hablar.

—Eres una niña, Evonne —comentó de pronto, dejando de reír para verla con seriedad. —. Caleb está próximo a cumplir veinticinco años, no debería de estar con una niña de diecinueve.

¿Así que ese eral problema, su edad?

—No soy una niña —se puso frente a ella, para impedirle el paso cuando intentó alejarse. —. Y, a mis diecinueve años he tenido que pasar por mucho, y tomar muchas decisiones por el bienestar de mi familia. Soy lo suficientemente madura, y mi intención no es frenar a Caleb, o arruinar sus planes.

Nickolle la observó de pies a cabeza, manteniendo el entrecejo fruncido.

—Solo te diré que él no necesita todo esto —respondió, acortando el espacio entre ambas. —. La vida en Central City no le conviene, tú y tu familia no le convienen, y aunque digas que no eres una niña, cariño, lo sigues siendo. Deberías de buscarte a alguien de tu edad, o mínimo que sea dos años mayor que tú. ¿No has pensado en que quizás él te ve como a una niña? No veo lujuria o deseo en su forma de tratarte.

—Evonne, Nickolle, ¿todo en orden?

Evonne se giró con prisa, tragando saliva, nerviosa, luego de oír la voz de Caleb a sus espaldas. Tenía miedo de que hubiese escuchado aquella conversación.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.