Un Nuevo Motivo

UN NUEVO MOTIVO

 

Dicen que cuando uno de los miembros de un matrimonio muere, las mujeres tienden a vivir más que los hombres sin la pareja.

No lo sé a ciencia cierta si es verdad, aunque debo decir que tengo muchas más amigas que amigos viviendo en la viudez.

Observo a mis amigos en sus rutinas… En apariencia las mismas que cuando la esposa vivía solo que ahora más enfocados a los hijos o los nietos. Llevando la vida en casa tal cual era pero en cierto modo aislados poco a poco y cada vez más de la vida social.

Los miro en la panadería, en el supermercado, haciendo fila en las cajas del banco, todos ellos en silencio cuando van solos. Y si encuentran a algún conocido la plática es la misma en relación a las novedades deportivas, el clima o la política.

Pienso que van muriendo poco a poco al quedarse de cierto modo estáticos en un mundo donde la esposa ha salido a cortarse el cabello, tomar un café con las amigas o solo ido con los nietos al cine.

Pero en el fondo creo que casi no salen porque al volver se dan cuenta que nadie los espera en casa, y esa realidad negada los hace morir un poco de tristeza cada ocasión.

En cambio, mis amigas desayunan, hacen planes entre ellas para verse, arreglan el jardín, atienden a los nietos, se inscriben a alguna clase de costura o de baile asumiendo que en efecto no hay nadie en casa y que así será por unos años más hasta que sus huesos cansados digan que no más.

No digo con esto que le resten importancia unas y otros le den más. Creo que dependerá de cada quién, pero…

Pienso en que son más amigas que amigos mientras tomo de nuevo sus trajes del perchero y los pongo sobre la tabla de planchar. Cada tarde hago lo mismo, plancho su ropa y la lavo una vez a la semana. Acomodo sus calcetines y truzas tal y como hice durante 45 años.

No pienso mucho en salir aunque ellas me dicen que debo hacerme a la idea. Mis hijos me visitan, no son descuidados conmigo pero por lo mismo evitan darme problemas con los nietos. Soy ordenada y no ensucio en realidad como para tener que realizar limpieza más de una vez a la semana o a veces un poco más allá.

Me siento frente al televisor y miro los programas, las películas, los documentales… Me percato que aunque tengo el sofá para mí sola, sigo ocupando el mismo espacio que cuando la mirábamos juntos.

Sigo preparando dos raciones de comida aunque eso implica que como el mismo guisado cada tercer día. Los domingos me visitan mis hijos y me llevan a comer o a hacer compras del supermercado. Elijo las mismas marcas de hace años aunque había algunas que no me agradaban pero a él sí.

Estoy en la alcoba doblando su ropa luego de lavarla, cuando escucho ruidos en las tejas afuera de la ventana. Me asomo y no veo nada. Sigo doblando calcetines y escucho de nuevo el ruido. Un tap-tap acompasado que me hace descuidar mi labor y asomarme nuevamente.

Ahora sí descubro el motivo del barullo. Un pequeño gato que persigue a un pájaro entusiasmado en burlarse de él. Hace cabriolas y bufa pero el ave está determinada a ignorarlo. Como si supiese que es un crío y no tuviera modo de lastimarle.

Me rio un poco y a punto estoy de llamar a mi esposo fallecido para que venga a divertirse conmigo de la visión del gato aventurero, cuando recuerdo que estoy sola. Detengo mi risa y regreso a mis labores, como si estuviese atrasada y debiera checar con reloj mis avances.

Por la noche, estoy cenando en el sofá un pan con café y mirando una película de cuando él y yo éramos novios. Comienzo a recordar aquella época con nostalgia y me estremezco al escuchar un ruido arriba. Algo se ha caído y no recuerdo haber colocado nada en mala posición.

Reprimo el deseo de llamar a mis hijos por teléfono. Subo las escaleras alerta y casi caigo por el susto de ver salir en forma súbita al pequeño gato que me sacó risas por la tarde.

Me mira y se detiene con aire altanero al final de la escalera.

  • ¿Cómo entraste? – pregunto, a sabiendas que si me llega a responder, caigo muerta en el acto.

Entro a la alcoba y miro la ventana entreabierta, recordando que la rutina me jugó una mala pasada con la memoria al no haberla cerrado por bajar a buscar un calcetín que se quedó tendido.

Lo miro al bribón y me hace sonreír. Bajo las escaleras y busco un recipiente pequeño donde ponerle leche. Espero no se vaya aunque mis temores son infundados ya que me concede el honor de alimentarlo un poco. Con lengüetazos rápidos engulle el líquido y me somete a un escrutinio con la mirada, como asumiendo que soy digna de compartir un rato con él.

Baja la escalera en forma rápida y se coloca en el sofá, justo donde mi esposo se sentaba.

  • ¿Te gustan las películas en blanco y negro? – digo en voz alta, esperando no salga corriendo.



#29540 en Otros
#9262 en Relatos cortos

En el texto hay: emociones

Editado: 16.03.2019

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.