Ma Princesse: Mi princesa
2010 — Fez. (Punto de vista de Sein)
En lo alto de la colina, los dos hombres se saludaron afectuosamente, aunque este no era un afecto real, ambos tenían intereses que los llevaba a mostrarse cordiales.
— ¿Cómo vas? — Preguntó el religioso.
— Creo que bien, pero no estoy seguro — respondió haciendo un resumen en su mente del tiempo pasado junto a Meribeth.
— ¿Por qué lo dices? — Arquimimo se mostraba preocupado.
— Pues — haciendo una pausa, Sein observo el piso y jugueteó en la tierra suelta con la punta de su zapato. — Como verás, me ha dado un lugar de confianza en sus negocios.
— ¿Crees que finge?
— Pienso que puede estar simulando, aunque no me ha dado pautas de que sea así; todo lo que le pregunto me lo responde sin reservas, o eso aparenta. Ha querido incluso poner a mi nombre la casa de su madre.
Arquimimo hizo un mohín de disconformidad con sus labios.
— ¿Has penetrado su mente?
A Sein le pareció una pregunta muy tonta, siendo que Arcko conocía a Ribeth desde mucho antes que él, pero disimuló su pensamiento.
— Lo he intentado, pero está completamente sellada. No esperaba otra cosa de la sucesora de Nicholas Morand.
El sacerdote asintió ante esta afirmación, pero continuó indagando:
— ¿Has registrado la casa?
— Sí, hasta su habitación — ciertamente Sein se preocupó por inspeccionarlo todo mientras ella viajaba, había encontrado cosas ocultas, pero nada como lo que le pedían, y francamente no pensaba que si encontraba tal grimorio se lo daría a los Tradicionalistas, aun cuando él perteneciera a ellos.
— ¿Y qué has encontrado?
— Solamente documentos de sus negocios, escrituras de algunas propiedades, papeleo de cuentas bancarias, diarios viejos... Nada de lo que me pediste, lo más cercano a un grimorio que vi allí, fueron antiguos herbolarios, si lo tiene, no está en la casa de El Cairo y tampoco en la de Marsella.
— Tendrás que conseguir que confié en ti de modo tal que ella misma te diga qué hizo con las pertenencias de su esposo.
— Haré lo que pueda.
— Sein, tu intervención en este asunto es de vital importancia — le dijo colocando la mano en su hombro y observándole directo a los ojos, intentando influir en él emocionalmente. Pero Sein jamás podría caer en esos ardides.
El cálido viento marroquí golpeó el rostro inexpresivo del árabe, quien, íntimamente, tenía motivos muy diferentes para estar donde estaba y ni Arquimimo ni nadie podrían hacerlo cambiar.
***
2010 — París.
Septiembre 19, 1836 — Londres (Diario de Nicholas Morand)
En la tarde Jules Moreau vino a casa trayendo nuevamente sus locas ideas respecto de nuestro nacimiento y de la forma de engendrar nuevos, él está obsesionado con generar en otros de forma física lo que en nosotros se generó de forma espiritual.
“He encontrado la espécimen perfecta”, me dijo refiriéndose a una joven escocesa que había conocido por casualidad al visitar una familia con la que tenía tratos comerciales. La chica era institutriz, una solterona de buena familia.
Le pedí que escogiera mejor algún mendigo o alguna persona más insignificante, pero él considera que si el experimento sale bien, la persona debe estar en una condición social y económica buena como para afrontar la vida que le espera. Y aunque estoy en desacuerdo con lo que pretende hacer, sé que tiene razón en esto.
Jules piensa que por medio de sus experimentos puede lograr gente como nosotros, pero más fuertes, sin las desventajas que nosotros tenemos, y así generar un ejército de servidores, pero si ellos son más fuertes que nosotros, ¿cuánto tiempo pueden ser dominados? No lo creo factible ni conveniente, y menos en un momento como este teniendo tantas miradas sobre nosotros.
Beth cerró el cuaderno y lo colocó en su bolso, tantas veces había leído estas páginas buscando una pista, si no hubiera leído estas palabras jamás habría sospechado que su origen era diferente.
La persona muere siendo humana y renace siendo vampiro, por causa de la maldición que el vampiro transmite al humano por su sangre. Los religiosos piensan que quien revive vampiro es un demonio, en el cuerpo de la persona, pero que ya no es la misma persona que murió, pero si es así, ¿por qué los recuerdos persisten? Y si no hay alma, ¿qué anima el cuerpo? Carne, alma, espíritu… ¿Que no es Dios quien da el aliento de vida? ¿Cómo sigue uno sintiendo lo mismo que cuando era humano? Nicholas jamás olvido su familia y el lazo que lo unía con ellos, y ella tampoco.
Estas cosas vagaban por su cabeza mientras viajaba en avión hacia París. Decidió enviar un mensaje a su hijo.
»Hijo, estoy aterrizando en París, me quedaré en el hotel de siempre, espero verte.»
Había quedado con su mejor amiga Delylah, para encontrarse a conversar respecto de lo que había hablado con Nova, y para ver también los avances en las investigaciones respecto de unos manuscritos antiguos que había adquirido de un arqueólogo que realizaba estudios en una tumba antigua en Japón.
Ya en el hotel intentaría dormir un rato, pero sus pensamientos no se aquietaban, ¿era ella más fuerte que los demás? No. ¿Carecía de las desventajas de los vampiros convencionales? No.
Febrero 12, 1834—Escocia (Diario de Nicholas Morand)
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Editado: 08.05.2023