Ma Princesse: Mi princesa
Flashback - 2007, Marsella
Ribeth recién llegaba al predio que circundaba su cabaña. Parada en el pórtico frontal pudo ver un hombre vestido en harapos, en cuclillas y encorvado en el umbral de la puerta, no olía a humano, aunque si a mugre, a animal muerto, a excrementos y a tierra seca. ¿Quién sería?
Dio unos pasos y se detuvo al oírlo, lanzar un gemido gutural que parecía un llanto, lo observó con más detenimiento, su cabello era grisáceo; sin embargo, la estructura de su cuerpo era igual a la de Nicholas, pero… no podía ser él. Caminó un poco más algo confusa, acercándose para verlo mejor, su piel se veía oscura y, al igual que su ropa y su pelo, estaba cubierta de suciedad. Su perfil... "No es Nicholas. ¡¡No es Nicholas!!", gimió una voz ahogada con desesperación dentro de su mente.
El hombre volvió a gritar y pudo notar que se encorvaba más, como si un dolor físico lo invadiera, temblorosa y algo asustada se apresuró hasta el vampiro y se inclinó junto a él apoyándose en la rodilla derecha, el polvo que lo cubría la hizo estornudar, e inclinar la cabeza hacia un lado, impidiéndole ver el abrupto movimiento con el cual se lanzó sobre ella. Hubiera caído de no ser porque la envolvió con sus brazos para apoyar el rostro en su vientre, comenzó a llorar a espasmos contenidos e intensos que sacudían todo su cuerpo.
— Nicholas... — Susurró Meribeth.
***
La mujer llenó su mano de champú y lo esparció por el cabello enmarañado y duro de su esposo, repitió el proceso varias veces hasta que logró hacer espuma, tenía densos nudos y pelo pegado como rastas que seguramente terminaría por cortar.
Luego procedío a bañarlo, le sorprendió mucho el aspecto envejecido y ajado de su piel, Nicholas había sido convertido a los 20 años, era muy raro verle con arrugas y cabello blanco... sus mejillas y las cuencas de sus ojos estaban hundidas, fregó su cuerpo delgado intentando que la palidez que le caracterizaba volviera a surgir, pero harían falta varios baños para que eso sucediera, el agua que caía a sus pies y chorreaba por sus manos era oscura y mugrienta, pero al menos su hedor inmundo había desaparecido.
Los sentimientos de ella se encontraban turbados, por un lado, le atemorizaba el hecho de que su maldición le había tomado por completo y no estuviera en sus cabales, por otro, se sentía movida hacia él al verlo tan desprotegido e indefenso, siendo un hombre que jamás demostró debilidades en los años que habían compartido juntos, los recuerdos traían emociones olvidadas a su corazón... "Tan peligroso y tan frágil al mismo tiempo…"
Estaba segura de que él ni siquiera recordaba que era un vampiro, ni sus dotes mágicas, ni nada de su pasado, ni a ella, aunque algo lo había traído a su casa, a esta cabaña que él nunca conoció porque la compró luego de su partida.
Lo observó unos instantes, sus ojos habían perdido su diabólico aspecto rojizo y eran de un oscuro azul que ella no sabía que tuvieran, era muy probable que ese fuera el color que tenían cuando era humano, y aunque el hecho de que estuviera aquí le hacía pensar que al menos por momentos la recordaba; sin embargo, era evidente que estaba muy perdido…
Nicholas bajó la cabeza y apoyo su sien contra la de su esposa.
— Ma princesse — susurró con voz aterciopelada a su oído, apoyando las manos en su cadera para atraerla contra sí.
Suspiró con añoranza al oírlo y sintió que lloraría de alegría, pero de inmediato, él se incorporó soltándola y su mirada se volvió vacía.
Sacándolo de la ducha, lo secó y peinó, recortó su cabello y sus uñas y lo acostó a dormir en su cama.
Tomó su bolso y trabando las puertas y ventanas, lo dejó allí y se dirigió al Castillo Morand, quizá encontraba respuestas en alguno de los antiguos libros de su biblioteca.
— Señora — le dijo André interceptándola en la escalera. — ¿Desea que me quede con su esposo?
Lo miró desconcertada.
— No, si su ansia despierta y no estoy para protegerte, te matará. Ve a descansar, yo volveré en unas horas.
***
Regresó muy tarde en la noche, aún más frustrada porque nada pudo hallar que pudiera darle la solución para este asunto. Debería buscar los diarios de Nicholas, aquellos que había enterrado celosamente en una cripta con un nombre falso en el cementerio Père Lachaise, en París.
Al entrar en la habitación, Nicholas dormía… en el piso.
Fue hacia él y se inclinó para despertarlo, pensando que estaría mejor en la cama; sin embargo, no pudo, él saltó sobre Ribeth antes de que alcanzara a tocarlo, la tumbó de espaldas y se sentó encima de sus piernas con una mano en el cuello de la mujer, su fuerza superaba la de ella ampliamente, no podía hablar, creyó que las venas se le reventarían bajo sus dedos, se tomó de sus brazos con desesperación intentando detenerle, sus ojos estaban cubiertos de una oscuridad macabra que la atemorizaba terriblemente. "¿Moriré? Siempre creí que una vida humana era más que suficiente, pero... ¿En verdad ha llegado el momento?”, pensó.
Él se desplazó con velocidad hacia atrás, soltándola, lanzando un gemido gutural y desesperado. Ella se incorporó al recuperarse un poco y viéndolo meter las manos en el fuego del hogar, corrió hasta él para evitar que lo hiciera.
— ¡No, Nicholas, no! — Gritó agarrando sus muñecas para apartarlo de allí.
Se abrazó al cuerpo de su esposa llorando apoyando la cabeza en su pecho, la pelirroja acarició su cabello para darle consuelo, preguntándose a sí misma que clase de tormento estaría viviendo.
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Editado: 08.05.2023