2010 — Johannesburgo
Al día siguiente, Sein viajó y se sintió afortunada, ya que él no la obligó a tomar ninguna decisión todavía ni la mordió. Simplemente, tuvieron sexo y, muy a su pesar, uno muy bueno.
Ella aprovechó que estaría sola para ver a André en Johannesburgo. Esta vez le resultó más difícil llegar, puesto que todo el tiempo tuvo la sensación de que alguien la seguía. Necesitaba desesperadamente que esto se mantuviera en secreto para poder trasladar a Nicholas a América en el futuro y que él y su legado estuvieran a salvo.
Ya habiendo descendido del avión, sin poder quitarse la sensación de ser observada, decidió cambiar sus planes y regresar, por lo que buscó un teléfono público para llamar a André. Marcó el número, pero él no respondió.
Con un terrible presentimiento optó por continuar con el encuentro preestablecido. Tomó un taxi y se presentó en el hotel donde siempre se veían, pero al llegar, la policía tenía cercado el lugar, había sucedido un asesinato.
No consiguió ver el cuerpo que sacaron en una bolsa; sin embargo, oyó mencionar su nombre, se trataba de André Leblanc. Decían que había sido un robo, pero a Ribeth le parecía algo muy raro, quiso acercarse a preguntar y entonces, alguien, detrás de ella, tomó su muñeca. Tembló ante el conocido tacto y no quiso girarse.
— No es conveniente que te relacionen — habló Sein en su oído.
Se soltó de él bruscamente y entonces se volvió. Lo miró a través de las gafas de sol que llevaba puestas. Él no podía ver su mirada acusadora, y agradeció este hecho, aunque seguramente sentía su ira.
Hizo otro intento por ir hacia los policías, pero él la retuvo, lágrimas gruesas comenzaron a fluir por sus mejillas
— Te ocuparás a la distancia y podrás disponer de él.
— Te odio — siseó con la garganta apretada.
Por más que le pesara él tenía razón. Si se involucraba le costaría mucho salir de allí, seguramente sería un escándalo porque varios medios de comunicación estaban en el lugar. Por lo que se alejó caminando, con Sein por detrás, quien volviendo a asirla la hizo subir a un taxi.
— ¿Cómo me encontraste? ¿Desde cuándo sabes que vengo aquí? — reclamó enfurecida.
— Eres muy buena para esconderte, pero no de mí — replicó él. — Lo averigüé luego de que me dijiste que venías de verte con tu amante.
— André no era mi amante — gimió Beth con los dientes apretados sin dejar de llorar.
— Ya no. Ni él ni nadie — dijo muy tranquilo. — Eres mi mujer ahora.
Él tenía algo en su mano que ella acababa de notar, era un sobre marrón el cual le extendió. Lo tomó y al abrirlo vio que eran todos los papeles que traía André para que firmara. Frunció los labios y no dijo nada.
Se quedaron en un hotel céntrico, donde Sein había reservado una habitación para ambos. Estaba cercana la navidad, por lo que les costó encontrar un vuelo y volverían a El Cairo al día siguiente.
***
Flashback — Marsella, 1911.
Ribeth se acercó lentamente hacia el arroyo, por el camino que comunicaba aquel claro del bosque con el castillo Morand, se movió con delicadeza intentando que su falda de color violeta no se ensuciara con el contacto de las ramas.
El sonido del agua que corría se hacía más intenso y el viento le traía los aromas de los árboles y las hierbas silvestres, mezclados con la fragancia de su amado Nicholas y su adorada amiga Lyn. Quien la viera, no hubiera imaginado que pudiera haber en Ribeth celos o algún sentimiento profundo, se la notaba alegre y distraída. El agudo oído vampírico de su esposo no percibiría ni un atisbo de inquietud, ya que el corazón de ella palpitaba tranquilo, como alguien que paseaba y disfrutaba de la naturaleza.
Se aproximó hasta ellos caminando con una sonrisa en su boca, ambos se encontraban sentados en unas rocas a unos metros del cristalino torrente, Beth saludó primero a su esposo, con un apasionado beso en sus labios y luego se inclinó sobre aquella, que llevaba su renegrido cabello recogido en un más oscuro tocado que daba énfasis a su tan lejana viudez.
Mirándola a los ojos, afablemente, la vampira, acarició los brazos de la amiga de su marido, mientras acercaba la mejilla a la suya, luego de este femenino saludo, Lyn le sonrió y comenzó a recitar una de sus tan adorables poesías improvisadas que solía tener para cautivar la atención de Nicholas, una copla que no pudo terminar...
Antes que la viuda pudiera darse cuenta, Ribeth cerró sus manos sobre las muñecas de esta, tomándole ambos brazos prisioneros detrás de la espalda, y sus dientes afilados se hundieron en el cuello de su víctima sin piedad, la sangre comenzó a manar a borbotones llenando su boca y escurriendo por la comisura de sus labios, perdiéndose en la ropa oscura.
Lamentó no poder ver los rostros asombrados de los amantes, pero matarla era un placer mucho más grande que cualquier otra cosa. Al soltarla, su cuerpo cayó inerte. Pudo notar que Nicholas no sintió agrado por haber perdido a su “amiga”; no obstante, tampoco detuvo a su esposa, después de todo, de él había aprendido...
Fin del flashback
***
2010 — Johannesburgo
Ribeth despertó sintiendo las manos de Sein acariciar sus pechos llenos, sus pezones se pusieron duros inmediatamente, pero ella no quería tener sexo ahora, no cuando la muerte de su querido André acababa de suceder. Había llorado hasta quedar dormida y no dejaba de elucubrar distintas formas de matar a este vampiro.
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Editado: 08.05.2023