2020 - En una isla en algún lugar.
El avión descendió en un aeropuerto pequeño, en una isla rocosa que pudo ver desde el aire, no tenía idea de donde estaría y sus acompañantes no le hablaban. Podría haberse revelado, quizás. Pero no podía permitir que sus seres queridos sufrieran daño.
Ya idearía un plan para salir de aquel sitio. Syoran no le estaba perdonando la vida, él quería las pertenencias de Nicholas. Quizás él pensaba que ella sería presa fácil.
Ya en tierra la guiaron hacia un torreón instalado en el lado sur de las montañas que dominaban la región, y allí la condujeron a una fría mazmorra de piedra, en la que había una litera y nada más. El lugar olía a putrefacción y a sangre vieja. Estaba lleno de polvo. “Debemos acostumbrarnos a todo, porque no sabemos qué nos depara el futuro”, decía siempre Nicholas.
Dio varias vueltas, y luego de unas horas intentó dormir. Nadie vino en varios días. Afortunadamente, la sangre de tres añejos vampiros anidaba en su cuerpo, y podía pasar sin comer largos períodos. Pero lo que la estaba inquietando era la distancia con Sein, lo necesitaba desesperadamente.
¿Podría tirar la puerta abajo? Seguramente sí, era una puerta añeja. Pero todavía no podía hacerlo, porque no sabría cómo salir de allí. Ni donde estaba. Necesitaba tener un buen plan y para eso primero debería esperar a que Syoran viniera a interrogarla, él sería su salvoconducto.
Se sentó cada día, detrás de la puerta, en un recoveco donde no podía ser vista. Hasta que, por fin, el oriental tradicionalista se presentó.
— Colócate donde pueda verte — dijo observando por la mirilla.
Ella obedeció.
La puerta se abrió y Syoran apareció allí con alguien que le resultó familiar, era uno de los líderes y “amigo” de Sein, su nombre era Lachlan y regenteaba Oceanía. Además, los acompañaban por lo menos tres guardias.
— ¿Sabes por qué estás aquí, Meribeth? — Preguntó el oriental.
— Seguramente no para salvar mi vida.
— He salvado tu vida y la de los tuyos como te prometí.
— Sí, pero ¿por cuánto tiempo? Y para traerme a este lugar tan hospitalario, en el cual no puedo alimentarme… — ella dejó en el aire sus palabras, dando a entender que sabía que mentía.
— No estamos para juegos — habló Lachlan con su característico acento australiano. ¿Qué tan viejo sería?, se preguntó.
— Queremos el grimorio de Nicholas — declaró Syoran.
— Me dejarás libre si te digo donde está, me supongo — Se hizo un significativo silencio. — Oh, es sin ningún intercambio… ¿Debo dártelo por el bien de vuestra… causa?
— Debes dárnoslo si no quieres sufrir una muerte dolorosa — amenazó Lachlan.
Ella no hizo ningún gesto que denotara miedo, su corazón no se aceleró, sus iris se mantuvieron marrones. Permaneció con la mente fría.
— Conocemos a tu familia y sabemos cómo encontrarlos — añadió Syoran.
Aun así, Meribeth no respondió.
— Quítenle la ropa — gruñó el australiano.
— No — lo detuvo su compañero. — Dejémosla que medite unos días.
— No necesito meditar nada — intervino ella finalmente. — No voy a darte lo único que tengo para negociar mi libertad, Syoran. Si no me sacas de aquí no tendrás lo que quieres.
***
2020 — Isla al Sur del Océano Índico. (Narrador omnisciente)
— Ya la oíste, Syoran. Ella no meditará nada — decía Lachlan en estado de nervios. Él se estaba jugando el todo por el todo. Si ganaban adquiriría mucho más poder y territorios, pero si perdían le esperaba un futuro peor que la muerte.
— No sabes nada sobre tortura — replicó el oriental. — Ella se anticipará a lo que vendrá y así estará más débil, sin contar con que no tiene alimento.
— ¿Estás seguro de que ese libro existe?
Se encontraban sentados en una austera sala en medio del torreón.
— Sí, conocía bien a Nicholas, él llevaba registro de todo. Si lo conseguimos no necesitaremos más de esas estúpidas brujas.
— Podríamos recurrir a Nino Gestaldi, él es muy poderoso también.
— No tanto como Brunilda y ella secunda a Xander. No hay otras brujas tan antiguas, pero con el grimorio de Nicholas estaremos por encima de ellos, levantaremos un ejército de muertos — las palabras de Syoran sonaron desquiciadas a los oídos de Lachlan, pero no iba a discutir.
— Ella podría haber destruido todo lo que le legó su difunto marido.
— Imposible.
— De acuerdo, debo irme a fingir que todo está bien.
***
2020 — Marsella. (Punto de vista de Sein)
Sein luego de mucho pensar, se presentó en casa de Clarice y Mishel, eran las únicas a las cuales Beth podría haber encargado el cuidado de su gente, ya que desde que estaban juntos la relación con sus otros dos hijos, Evan y Mirelle, no había hecho más que empeorar.
Tocó suavemente a la puerta y esperó. Pronto una mujer rubia de unos cincuenta años abrió. Era el ama de llaves de las dos vampiras, la había conocido en viajes anteriores.
— Señor… — dijo ella sorprendida. — Por... Por favor, pase.
Sin dudar caminó hacia el interior de la gran mansión, el aroma de la comida árabe lo invadió y siguiéndolo llegó hasta la cocina, donde corroboró que no se había equivocado.
— Gracias a Allah — exclamó Aline en árabe al verle. — Unos vampiros, vinieron y se llevaron a Ribeth.
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Editado: 08.05.2023