Por la mañana, al abrir los ojos por un momento no supo si habría despertado al fin y se encontraría de nuevo en su modesto apartamento de Nueva York, pero para su alivio, la despertó la amable Sra. Hudson, le informó que abajo tenía lista la letrina y que le había llenado una bañera con agua caliente en la habitación contigua para que se aseara.
Una vez acabó de arreglarse y peinarse el largo cabello castaño claro, el ama de llaves le preguntó si prefería instalarse en otra habitación, ella le respondió que ya estaba muy a gusto allí y ésta le mostró una habitación que había sido de su tatarabuela de joven; al abrir el armario, un intenso olor a naftalina la invadió, pero pudo ver entusiasmada un montón de vestidos, blusas, faldas, botas, zapatos y en definitiva, un amplio vestuario para su entera disposición.
- Llévese algunos a su habitación, ya que no le cabrán todos, pero como es lógico todo lo que hay en esta casa y sus habitaciones le pertenece.
Daril asintió sobrecogida al darse cuenta realmente de lo que acababa de heredar, ¡la cara que pondrían sus hermanas al saber que ahora era millonaria! Bueno... eso si lograba volver algún día... o si todo aquello no era un extraño y largo sueño del que terminaría despertando.
Al volver a su habitación, decidió organizarse y lo primero que hizo fue poner su ropa interior en la cómoda. Luego, al abrir el armario y colgar su vestuario, se dio cuenta que había algo en un rincón, parecía un cuadro. Lo sacó con algo de dificultad y al sacarle la capa de polvo que lo cubría, vio con una intensa emoción que era el rostro de su amado acompañante y quien la había metido en aquella aventura; su apuesto tatarabuelo Heyrin, el cuadro misterioso que la había enviado a la época de sus antepasados.
Lo colgó enfrente de su cama y al oír como la Sra. Hudson la llamaba desde el piso inferior, bajó las escaleras para desayunar. Allí, le esperaba la gran mesa del comedor con una montaña de comida. A Daril le supo mal, no estaba acostumbrada a que alguien la sirviera continuamente.
- Vaya, siento que le voy a suponer mucho trabajo...- le dijo ella, pero la señora pareció extrañarse y le dijo:
- Ese es mi trabajo Señorita, desde siempre he formado parte del servicio doméstico.
La chica pensó que si quería adaptarse a aquella época debía aceptar lo que le sucedía, eran otras costumbres y era normal que hubiese criados abnegados que se ocuparan de todo.
- ¿Cómo se lo hace para comprar tantas cosas?- le preguntó sin embargo, mientras comía las tostadas, la mantequilla, mermelada de fresa, bollos de nueces y su tazón de café con leche. En una ensaladera había algunas frutas.
- Bueno, dispongo de la pensión de viudedad de mi querido esposo (que en paz descanse) y gracias a eso me puedo permitir lo que necesito para la casa.
- No, eso sí que no lo puedo permitir, que gaste su dinero en mantenernos a las dos.
- ¡Pero señorita! ¡Usted es la propietaria de todo y es lo mínimo que puedo hacer... estoy viviendo aquí y si usted quisiera podría echarme!
- No, no.... ¿que está diciendo? no sería capaz de eso, de ninguna manera. Ya lo verá, me buscaré un empleo y la ayudaré con los gastos.
Pero entonces, el ama de llaves le dirigió una mirada de complicidad y sonriéndole le dijo:
- Usted no sabe nada de nada, ¿verdad? – se dirigió a un mueble y sacó un certificado. Daril lo leyó y no pudo más que hacer una exclamación totalmente impresionada, ¡su tatarabuelo le había dejado una autentica fortuna! Al parecer antes de desaparecer, se había querido asegurar que a su familia, su esposa, hijos y ahora ella, no les faltase de nada.
- Pero no puede ser... ¿acaso mi tata... mi abuelo era de la nobleza o algo parecido?
- Pues no se sabe casi nada de él, todo eran misterios alrededor de su vida. Solamente era un extranjero que llegó a la ciudad y conoció a una joven con la que se casó, pero desde un principio todo el mundo lo consideró una persona respetable, aunque bastante reservado con su vida, su esposa se cuidó de labrarse una distinguida reputación en la ciudad celebrando fiestas donde se invitaba a las familias más pudientes de Boston y alrededores. Pero al suceder ese desafortunado percance, al desaparecer dejando sola a su esposa encinta, todo el mundo hablo, no se podía decir nada malo de él, porque mientras estuvo viviendo aquí, su imagen era ejemplar, pero aquel hecho suscitó muchas habladurías, todo el mundo sacaba sus propias conclusiones. Pero no tema, su familia mantiene intacta su reputación, no por su abuelo evidentemente, sino por su pobre abuela, que sigue siendo muy querida y respetada por todos aun después de su muerte. Entre los habitantes de la ciudad va a dar que hablar de nuevo, porque aunque las cosas se han apaciguado ya al transcurrir los años, (una vez su abuela se quedó sola y mayor, la gente la iba a visitar con menos asiduidad hasta que ya nadie volvió a interesarse por la familia Butterfly) el hecho de que halla aparecido una nueva heredera, hará que la gente se interese de nuevo. No le extrañe que algún vecino chismoso la pare por la calle o piquen a su puerta con alguna excusa para conocerla mejor. - al ver la expresión de profunda angustia al saber todo aquello de un tirón, hizo que inmediatamente le dijera - pero no se apure, yo la ayudare en todo, si no quiere dar explicación alguna, haré que se marchen.
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Editado: 28.02.2024