Un Psicópata Se Enamoro de Mi

Capítulo 11: Ecos del Pasado

Las horas pasaban en un interminable silencio que envolvía cada rincón de la celda de Marina. Sentada en el frío suelo de concreto, con la espalda apoyada contra la pared, se esforzaba por mantener la cordura. Los eventos de la noche anterior seguían reviviendo en su mente, como una película perturbadora que no podía dejar de reproducirse.

Su mente, exhausta, luchaba por comprender lo que había presenciado, intentando encontrar algún vestigio de humanidad en el psicópata que la mantenía cautiva. Pero cada vez que intentaba encontrar una explicación racional, los recuerdos de la brutalidad que había visto la devolvían a la realidad: estaba atrapada en un mundo donde la locura reinaba, donde la lógica y la razón no tenían cabida.

El eco de sus propios pensamientos la atormentaba, recordándole que, en este lugar, no había salvación. No había esperanza de escapar. Estaba completamente sola.

El psicópata no había vuelto desde el juego macabro al que la había obligado a asistir, y esa ausencia, aunque momentáneamente reconfortante, comenzaba a llenarla de una ansiedad creciente. Sabía que su ausencia no significaba libertad, sino que era un presagio de que algo peor estaba por venir. Se había convertido en una presa, y él, el cazador, la acechaba desde las sombras, esperando el momento perfecto para atacar.

Un crujido en la puerta rompió el silencio sepulcral, haciendo que Marina diera un respingo. Contuvo la respiración mientras observaba cómo la puerta se abría lentamente, revelando la figura del psicópata, su silueta oscura proyectada contra la tenue luz del pasillo. La expresión en su rostro era inescrutable, pero sus ojos, esos ojos brillantes y llenos de demencia, la observaban con una intensidad que la hacía sentir expuesta, como si pudiera ver directamente en su alma.

—Buenos días, Marina —dijo con una voz suave, casi amable, como si fuera un amigo que venía a visitarla—. ¿Dormiste bien?

Marina no respondió. Sus palabras no tenían sentido en este contexto, como si él intentara normalizar la monstruosidad de su situación con una cortesía superficial.

—No necesitas contestar —continuó él, avanzando lentamente hacia ella—. Sé que estás pasando por mucho en este momento. Sé que lo que viste anoche fue… difícil de asimilar.

Se arrodilló frente a ella, quedando a la misma altura. Sus ojos se clavaron en los de ella, su mirada intensa y perturbadora.

—Pero te prometo que todo esto tiene un propósito. Hay cosas que necesito que entiendas, lecciones que debes aprender. Este mundo no es el que creías conocer. Es un lugar oscuro, lleno de sombras y peligros que acechan en cada rincón. Pero si aprendes a enfrentarlo, si aceptas la verdad, entonces podrás sobrevivir. Podrás ser libre, como yo.

Marina desvió la mirada, intentando alejarse de él, pero el psicópata la tomó del mentón, obligándola a mirarlo.

—No me ignores, Marina. Estoy tratando de ayudarte. Quiero que veas lo que yo veo, que sientas lo que yo siento. Solo así podrás comprender. Solo así podrás… aceptarlo.

Marina temblaba ligeramente, pero no podía apartar la vista de esos ojos que la escrutaban con una intensidad casi hipnótica. Su mente estaba dividida entre el miedo paralizante que sentía por él y una creciente curiosidad por entender qué era lo que lo había llevado a convertirse en lo que era. ¿Había sido siempre así? ¿O había un tiempo en el que había sido… normal?

—¿Qué te pasó? —preguntó finalmente, su voz apenas un susurro.

El psicópata sonrió, pero no era una sonrisa de alegría, sino una sonrisa teñida de amargura.

—¿Qué me pasó? —repitió, como si estuviera considerando la pregunta—. ¿Quieres saber mi historia, Marina? ¿Quieres saber cómo llegué a ser quien soy?

Asintió levemente, con la esperanza de que, al conocer su historia, pudiera encontrar una forma de entenderlo, una forma de apelar a su humanidad, si es que aún quedaba algo de ella.

El psicópata se levantó y comenzó a caminar de un lado a otro en la pequeña celda, como un león enjaulado que se prepara para atacar.

—No siempre fui así, claro. Hubo un tiempo en el que era… normal, como tú lo llamas. Tenía una vida, una familia, sueños. Pero el mundo… el mundo tiene una forma de retorcerte, de deformarte, de convertirte en algo que nunca pensaste que podrías ser.

Se detuvo y la miró, con una expresión sombría.

—No fui yo quien decidió ser así, Marina. Fue el mundo, la gente, las mentiras, las traiciones. Todo se acumuló hasta que un día… simplemente exploté. Y lo que salió fue esto —se señaló a sí mismo—. Una versión de mí que había estado oculta, esperando el momento adecuado para liberarse.

El psicópata volvió a acercarse a Marina y se arrodilló nuevamente frente a ella, tomando sus manos entre las suyas.

—Pero esa versión, Marina… esa versión es la verdadera. Es la que estaba destinada a ser. Y lo que estoy tratando de hacer es ayudarte a descubrir tu verdadera versión. Porque en este mundo, solo los que aceptan su verdadera naturaleza pueden sobrevivir. El resto… simplemente son víctimas, como ese hombre que viste anoche.

Marina sintió un escalofrío recorrer su cuerpo al recordar los gritos de la víctima, las manchas de sangre que parecían imborrables en su memoria.

—No quiero ser como tú —dijo, con una voz apenas audible, pero firme.

El psicópata la observó en silencio durante un largo momento, y luego soltó una carcajada, una risa que resonó en las paredes de la celda, como el eco de una locura que no podía ser contenida.

—Eso es lo que dicen al principio —respondió, finalmente—. Todos creen que pueden resistir, que son diferentes. Pero, tarde o temprano, todos sucumben. Porque la oscuridad está dentro de todos nosotros, Marina. Y cuando la dejas salir… bueno, no hay vuelta atrás.

De repente, el psicópata se puso de pie, su expresión volviéndose seria.

—Hoy te voy a mostrar algo más, algo que te ayudará a entender mejor lo que te estoy diciendo.



#7003 en Novela romántica

En el texto hay: crimen, psicopata, romance

Editado: 01.09.2024

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