Violeta se acercó a Gael y lo abrazó con fuerza. Las emociones la abrumaron mientras recordaba los momentos compartidos en su juventud. Gael le confesó que siempre había querido regresar a ella, pero nunca tuvo el valor de hacerlo después de perder su vista.
—He estado buscando una forma de acercarme a ti durante mucho tiempo, Violet. He venido todas las Navidades desde que me sucedió esto, pero nunca encontré el valor para hacerlo. Si no hubieras ido a la plaza aquel día, si Noel no te hubiera llevado, nunca lo habría hecho.
Gael sonrió tímidamente, sus ojos apagados reflejando una mezcla de gratitud y vulnerabilidad.
—Pero Gael, sabes que he estado esperando por ti toda mi vida. Deberías haberme dicho que te habías quedado ciego. ¿Qué te pasó? —preguntó ella, colocando el chocolate caliente en sus manos y obligándolo a sentarse junto a la chimenea.
Gael suspiró e inclinó su cabeza. Luego tomó un sorbo de la bebida caliente, antes de responder.
—Es una enfermedad, Violet. Dicen que tal vez pueda recuperar la vista si me opero, pero me da miedo.
Violeta se sentó a su lado, sosteniendo su mano con ternura. No podía creer que él fuera su primer y único amor que había regresado por ella. No le importaba como fuera, lo único importante es que estaba allí a su lado, como le había prometido. Su felicidad aunque él no pudiera verla, era inmensa.
—Entiendo tus temores, Gael. Pero quiero que sepas que estaré a tu lado pase lo que pase. Si decides operarte, estaré allí para apoyarte en cada paso del camino.
—Gracias, Violet. Tu apoyo significa mucho para mí —dijo con voz suave y llena de emoción—. Digo, si en verdad quieres un cariño viejo y no uno nuevo como me dijiste.
Violeta se conmovió al ver el pequeño temblor y escuchar el miedo en la voz de Gael. Con ternura, se acercó a él, sintiendo el latido acelerado de su corazón. Tomó su rostro entre sus manos y lo miró profundamente.
—Gael, no importa si es un cariño viejo o uno nuevo. Lo que importa es que nuestro amor ha resistido el tiempo y las adversidades. Eres la persona que siempre he esperado, la que llena mi corazón de alegría y amor. No hay obstáculo que pueda separarnos si estamos juntos.
Sus palabras resonaron en el silencio de la habitación, envueltas en una atmósfera de romance y sinceridad. Gael sintió cómo su corazón se llenaba de esperanza y amor. Lentamente, acercó sus labios a los de Violeta y la besó con suavidad, como si quisiera transmitirle todo su amor en ese gesto.
Al separarse, los ojos de ella le brillaban con un profundo amor. Violeta acarició su mejilla con dulzura.
—Seré tu luz en tu oscuridad, Gael. No importa cuánto hayas tardado, siempre he esperado por ti, amándote y deseando cada día de mi vida que regresaras a mí como me lo habías prometido.
—Violet, ahora soy ciego, seré una carga para ti —susurró besando sus manos —ese era el motivo por el que me he demorado tanto en regresar. No quiero amarrarte a una persona como yo.
—Susss… —dijo ella colocando un dedo sobre sus labios para hacerlo callar—. Eres mi regalo más preciado, mi amor eterno.
Gael sonrió, sintiendo cómo el amor llenaba cada rincón de su ser. Sus manos se entrelazaron, sellando su promesa de amor eterno. En medio de la calidez de la chimenea y el aroma dulce del chocolate caliente, Violeta y Gael se perdieron en un abrazo lleno de amor y ternura.
El mundo desapareció a su alrededor, dejándolos envueltos en un amor puro y sincero. En esa noche mágica de Navidad, encontraron en el otro su felicidad y su hogar verdadero. Los destellos de las luces navideñas parecían danzar a su alrededor, como si el universo mismo celebrara su encuentro.
En ese momento, se dieron cuenta de que el amor no conoce barreras ni limitaciones, y que incluso en las situaciones más difíciles, la esperanza y el amor pueden iluminar el camino. Ambos eran su tan anhelado regalo de Navidad.
FIN