10. Reorganizando la lista

10.Reorganizando la lista 
 

Dos días habían pasado desde la nefasta pizza que nos comimos, Sergio había bajado de peso, se le notaba y eso sin contar que días antes le había dado un fuerte resfriado a este paso seríamos los dos los muertos.

Había un hecho relevante, ¿si Sergio había bajado peso eso quiere decir que yo también?, me pare en frente del espejo de la habitación y me observo, me veo igual, aunque desmejorada, pálida y con unas ojeras enormes, esa que reflejaba ese enemigo llamado espejo, era yo. Me observe la ropa, quizás dos tallas mas de lo que yo era, me hacía ver mas grande, mis piernas, brazos y abdomen se veían voluminosos, aun si me fui hasta la puerta de mi habitación le di seguro y me quite toda ropa, me quede en ropa interior; así me enfrente al espejo, seguía con la negativa de no verme, no me gusta verme, no me gustan los espejos.

Hago un esfuerzo y levanto la mirada y me enfoco reflejada en el espejo, lo primero que hago es detallar el tatuaje, me sonrió porque es algo revolucionario en mi y me gusta; mis piernas gruesas no me gustan, jamás me pude poner los pantalones de moda, los mal llamados "pantalones tubitos" no me entraban y ni que decir de mi trasero, es un suplicio comprar unos jeans que me queden bien, mis caderas y mi trasero hacen acto de presencia y me dicen ... NO, ante esa realidad solamente me coloco jeans de una talla mas grande y los mando arreglar, esa siempre ha sido la constante en mi vida.

Doy vueltas ante el espejo y el turno de inspeccionar es mi rostro y mi cabello, originalmente mi tez fue medio blanca, mis pómulos llenos de minúsculas pecas y mis ojos de un color normal, mi cabello tenía una particularidad heredada de mi padre, mi cabello es negro, pero surcaban muchas hebras de color rojo, ya eso es historia, porque ahora esas hebras se volvieron blancas, a pesar de mi edad tengo canas.

Pero lo que en su momento parecía bonito, ahora esta demacrado, casi muerto. Están tocando la puerta de la habitación y estoy casi desnuda, tomo lo primero que veo y es una toalla, me topo lo que puedo y me acerco a la puerta y la abro un poquitín

- Te he dicho que no te encierres ... ¿Qué haces? – Sergio frunce el ceño al verme tapada con una pequeña toalla –

- Nada ... - se sonríe –

- No te creo ... - hace el intento de entrar, pero no lo permito –

- No estoy haciendo nada – se sonríe –

- No me impulses a imaginármelo Constanza – bufo-

- Puerco – se carcajea-

- No lo soy, la mal pensada eres tú – gruño y cierro la puerta con él ahí –

- ¡Ya salgo! ... ¡quítate de la puerta Ricachón estafado y cornudo! – se carcajea –

- ¡No te encierres Constanza! ... está bien estaré en la cocina

Siento sus pasos y me vuelvo a poner el seguro a la puerta y busco la ropa que tenia puesta, entro al baño y me observo en el espejo más pequeño, estoy sangrando por la nariz, me desespero, tomo la toalla y me la coloca en la nariz, hasta que siento que he dejado de sangrar, al quitarla ya esta todo normal otra vez, me enjuago la cara y la toalla tambien y cuando siento que no voy a volver a sangrar, salgo de la habitación

Camino con recelo hasta la cocina, ahí está Sergio tomándose un vaso de jugo, me sonríe y me entrega un vaso lleno de jugo, sus ojos van desde mi rostro hasta mis pies y me incomoda su escaneo

- ¿Qué tanto me ves? – se sonríe –

- Me cercioro de que estés bien ... - nos quedamos viendo a los ojos y él rompe el contacto –

- No te creo ... andas de chismoso – se carcajea –

- Estoy pensando e imaginando – me tapo la cara de vergüenza –

- Sergio ... no estaba haciendo nada de lo que tu mente puerca piensa – se sienta al frente mío –

- Vuelvo y lo repito ... la mal pensada eres tú, pero si no me quieres contar está bien, no ando de chismoso, no quiero que te pongas mal y este tu habitación cerrada y no pueda entrar a ayudarte – me remuevo en la silla –

- Yo se Sergio ... - me sonrió y decido contarle, no sin antes darle un buen sorbo al jugo que me dio – simplemente me observaba

- ¿Te observabas? – tiene el ceño fruncido –

- Si ... no me gustan los espejos, no me gusta verme reflejada en ellos y pues ... en mis circunstancias necesitaba verme – su rostro se suaviza –

- Dime la verdad ... ¿no te has sentido bien? – suspiro y lo miro los ojos –

- Me siento cansada y algunas veces he sangrado por la nariz ... el dolor del costado, sabes que es constante – deja el vaso de jugo de lado y me queda mirando con una mezcla de dolor y terror –

- Vamos al hospital ... - niego –

- No ... no quiero que me internen, además quiero terminar la lista -bufa –

- ¿Te sientes bien? ¿estas segura? – asiento y le sonrió para que se tranquilice

- Si, ten la seguridad que cuando me sienta realmente mal, serás el primero en saberlo

- Seguro ... - suspira - está bien, asumiré que te sientes bien, pero esa lista hay que reorganizarla ¿Dónde está? – le señalo la habitación -

- En la mesita que está en la habitación – se va directo hacia la habitación, se demora un poco, aunque yo siento que es una eternidad, entre mis divagaciones, siento sus pasos acercarse –

- Aquí esta ... ¿tengo una curiosidad? Si no me quieres contestar está bien ¿Por qué no te gustan los espejos? – se sienta al frente mío otra vez con la mirada fija en mi –

- Nunca me han gustado ... no me gusta verme reflejada en ellos – se remueve en la silla-

- ¿Algún motivo? – suspiro y siento que es el momento de decir en voz alta lo que me taladra en la cabeza –

- Es evidente que mi aspecto no es agraciado, siempre ha sido así, además muchas personas se han encargado de decírmelo ... en la secundaria empecé a subir de peso, un poco, eso fue objeto de burlas y de más, ya cuando estuve mas grande el tema eran mis piernas muy gruesas, demasiado trasero, nunca pude comprar un jeans de mi talla porque simplemente no había, era comprar jeans grandes y arreglarlos para que mas o menos me quedaran bien ... no me gusta mi aspecto, hubiera sido feliz siendo la chica flaca sin curvas – bufa –