Un ritual en la taberna

Capítulo tercero

ESCRIBE VÍCTOR

 

EXTRACTO DE LA LIBRETA

Romanticismo

 

No recordar a nadie con quien haya tenido una relación estrecha es algo que, pienso, enlaza con la primeriza sensación de haber dejado atrás que en ocasiones nos acompaña en nuestros primeros compases de vida.

Al menos en el aspecto más romántico del concepto.

No me resulta extraña la tesitura de verme, ya no fantaseando acerca de las infinitas vidas alternativas que uno puede albergar en el variable tejido espacio temporal que nos contiene, sino disfrutando y sufriendo simultáneamente el gozo y el vacío que reporta la sensación de que quizá, en algún punto de nuestra existencia, hemos dibujado una sonrisa en nuestro corazón al dar con la energía adecuada.

 

No me refiero a persona, alma o ser puesto que en dicho tejido son tantos los misterios que resultaría pretencioso extrapolar la identidad tal cual la concebimos en nuestra vida mortal a un ámbito tan colosal y, al mismo tiempo, precioso en el concepto de su sencillez.

La energía que desprendemos puede encontrar en otra fuente el recipiente recíproco en el que danzar durante una maravillosa porción del tiempo pasajero con el que se pueda contar.

Las probabilidades de que esas dos fuentes de vida se encuentren en la inmensidad resulta tan nimia que la esperanza de una lotería resultaría excelsa en comparación.

No obstante ahí radica lo bonito.

Ahí brilla lo especial.

Tengo la sensación permanente de que me he desprendido de algo que me es de gran valor, ahí donde el valor realmente importa.

Ignoro si ha quedado atrás antes incluso de que llegase a este mundo, o si mi reciente pérdida de memoria hace que se haya quedado a la vuelta de la esquina en mi pasado reciente.

El caso es que ese hecho me hace reflexionar acerca de la naturaleza de mi Amor. Así, escrito con mayúscula, pues en la amalgama de identidades que parece conquistar esta libreta ese personaje no puede faltar.

Amor, una bella hermafrodita tatuada de aura tan torturada como soñadora.

Me dice que nunca hay que perder la esperanza.

Que aunque la oscuridad de la noche que representa el sueño en el que quizá vivimos, es el brillo de nuestros deseos más nobles lo que da mayor sentido al curso de la historia universal.

¿Dónde estás?

Me pregunto una y otra vez.

Lo hago desde que he perdido la memoria, dejando este texto escrito con el corazón en un puño a modo de brújula en lo que sea que el extraño futuro me reserve.

Lo hice, de hecho, nada más llegar al mundo.

Esa energía que ha de encajar en el quebrantado puzle de mi mundo interior, regando con las gráciles aguas del manantial de su existencia el sediento pozo que supone mi ansia por amar plenamente.

 

 

 

Olivia se encontraba inmersa en la lectura de ese primer escrito de la libreta tras la reciente pérdida de memoria.

Joel pensó que mejor que lanzarse a una disertación referente al contenido de lo que venía a ser la forma física de su mundo interior, sería como matar varios pájaros de un tiro el dejarle leer algo que, por qué no, bien podía en una inmensa casualidad ir dirigido a ella.

Trataba de no obsesionarse con ello, pero quizá nervioso como estaba, el contemplar la reflexiva y relajada pose de Olivia, recostada en una de los cómodos asientos de la taberna, derivaba en que cada vez que ésta apartaba en un fino movimiento los cabellos que caían sobre su rostro sintiese un sorpresivo cosquilleo en la boca del estómago.

Estaba concentrada y Joel apenas lograba trascender interpretación alguna de qué le estaba haciendo pensar su texto. Qué le estaba haciendo sentir.

Si es que estaba provocando algún tipo de reacción.

La inseguridad causaba mella en su interior, arrojando una condición temerosa a la posibilidad de ser rechazado por esa chica que, paulatinamente, más y más guapa le parecía.

Por fuera y por dentro.

Mientras la mirada de Olivia se deslizaba por las palabras de la libreta de Joel, quizá por momentos asociándose a un ir y venir de fruncimiento y relajación del ceño, éste, sin saber por qué, de modo espontáneo, fue estirando su mano hasta acariciar el dorso de la que Olivia tenía libre apoyada sobre la mesa.



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En el texto hay: encuentro, halloween

Editado: 11.02.2019

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