Un secretario muy especial.

Capítulo 12:

—No puedo creer que estoy frente a Butterfly —dice la conductora emocionada—. Soy una gran admiradora de tus novelas y espero con ansias tu nueva trilogía.

—Gracias por invitarme, Maribel. Estoy lista para responder todas tus preguntas —responde Helena con una cálida sonrisa, dirigiéndose a su amiga, a quien no veía desde hace años.

—¡Esto es increíble! Estamos transmitiendo en vivo por las redes sociales, y ya tenemos más de 10.000 personas conectadas —comenta Maribel, visiblemente sorprendida—. Dime, Butterfly, ¿alguna vez imaginaste tener este impacto en tu público?

—La verdad, es que no. Estoy profundamente agradecida con todos ellos —responde finalmente, dejando entrever una leve vulnerabilidad que apenas logra ocultar en su voz.

Maribel, sin notar el sutil cambio en su tono, continúa:

—Cuéntanos un poco sobre tu vida. Sabemos que prefieres mantener tu anonimato, y lo respetamos. Pero déjenme decirles —Maribel se dirige a la audiencia— que Butterfly es una persona maravillosa. Es dulce, amable y auténtica. Tal vez algún día puedan tener la suerte de conocerla en persona, como yo.

—Gracias.

—Les voy a confesar algo más. Butterfly y yo somos del mismo pueblo y fuimos amigas de la infancia. Pasaron muchos años sin vernos, pero hace poco logré contactarla, y cuando le mencioné mi programa de radio, ¿saben qué me dijo? "Quiero darte una entrevista para que tus oyentes me conozcan". Me conmovió, porque a pesar del tiempo, sigue siendo la persona generosa y desinteresada que siempre fue.

—Maribel, por favor, no me halagues tanto —dice Helena, tratando de mantener su incomodidad a raya.

—Te lo mereces, y más. Pero bueno, vayamos a lo importante. Cuéntanos, ¿cómo empezaste en la escritura? ¿Cuánto tiempo llevas dedicándote a ello?

El alivio de cambiar de tema es palpable para Helena. A pesar de todo, esta es una parte de su vida que siempre le ha brindado consuelo.

—Desde muy pequeña. Recuerdo que mi abuela, una inmigrante italiana, me leía cuentos todas las noches antes de dormir. Esas historias siempre traían una enseñanza, y fue entonces cuando la literatura se convirtió en una parte fundamental de mi vida...

Maribel asiente con interés, pero la verdadera tensión llega cuando la conductora lanza una pregunta más directa.

—Butterfly, sabemos que varias editoriales están interesadas en tu nueva trilogía. Incluso se rumorea que Ediciones Montenegro está en la lista. ¿Es cierto?

El corazón de Helena se congela. El nombre Montenegro es como un detonador que activa todos sus miedos y recuerdos reprimidos. Alejandro. Su simple mención la hace estremecerse, pero sabe que no puede titubear. La audiencia está escuchándola.

—Sí, es cierto —responde, pero su tono ha perdido la calidez—. Aunque por ahora he decidido no aceptar.

Maribel frunce el ceño, no esperándose esa respuesta.

—¿Por qué no? Ediciones Montenegro es una de las más grandes del país. Su oferta debe haber sido increíble.

—Si lo fue, pero no estoy de acuerdo con las políticas del futuro CEO —dice con firmeza, sorprendiendo incluso a la conductora, que no esperaba una confesión tan directa.

—¿Te refieres a Alejandro Montenegro?

La tensión en el aire se hace palpable. Por un momento, el estudio parece quedarse en silencio. Helena evita el contacto visual, pero su mente corre a mil por hora. "Sí, a él", piensa con amargura.

—Sí, Maribel. Él y yo no coincidimos en muchas cosas.

La respuesta es breve, pero lo suficientemente cargada de significado como para que la sala entera se sienta más pequeña. Desde la otra esquina, Alejandro, que ha estado escuchando en la distancia, dirigiéndose hacia la estación de radio, se pone rígido. Sus ojos brillan con una mezcla de incredulidad y frustración.

Al final del programa, Maribel se acerca a Helena y la abraza con cariño, ajena al torbellino emocional que vive su amiga.

—Helena, aún no puedo creer que tú seas Butterfly. Tenemos que salir a comer un día de estos para ponernos al día.

Helena apenas puede devolverle la sonrisa. Las palabras de Maribel son un eco lejano. Su mente está en otro lugar, anticipando lo que está por venir. Entonces, su teléfono vibra. Al ver el mensaje, siente cómo el pánico se apodera de su cuerpo. Sus manos comienzan a temblar.

—"Helena, hice todo lo posible para retrasar a mi hermano, pero Alejandro es insistente. Estamos a punto de llegar a la estación de radio. Asegúrate de que no te encuentre"—, lee el mensaje de Tony.

—Mari... necesito tu ayuda —dice , apenas pudiendo contener su miedo.

—Tranquila, Hele, ¿qué pasa? —pregunta, alarmada.

—Alejandro Montenegro está viniendo. No puede saber que soy Helena González.

El rostro de Maribel cambia, dándose cuenta de la gravedad de la situación.

—Entiendo. Después me contarás qué pasa entre ustedes, pero por ahora escóndete en el baño. Si lo encuentro, le diré que Butterfly ya se fue.

Helena, con el corazón latiendo en sus oídos, se encierra en el baño, sintiendo que el tiempo se detiene. Cada segundo que pasa es un latido más fuerte, una ola de ansiedad más alta. Mira su teléfono, esperando el mensaje que la libere de este tormento.

Helena siente cómo el aire se escapa de sus pulmones al leer un nuevo mensaje de Tony:

—"Estamos justo afuera del baño con Alejandro, sal de allí, solo dile que estas acompañando a Butterfly".

El miedo le invade cada rincón del cuerpo. Su mente se llena de imágenes fugaces: Alejandro Montenegro descubriendo su identidad, sus seguidores enterándose de la verdad, Butterfly desmoronándose frente al público. La ansiedad amenaza con paralizarla.

Con las manos temblorosas, teclea rápidamente una respuesta a Tony.

—¿Estás seguro de que debo salir? —pregunta, sintiendo que el nudo en su estómago se aprieta cada vez más.

El silencio que sigue es insoportable. Segundos que se alargan como minutos, hasta que finalmente, la respuesta llega:




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