Los días transcurrieron tan rápido como tan lentos a la vez, hoy lo vería de nuevo, incluso pasamos toda la noche planeando que haríamos el día de hoy. Acomodo mi mochila en mi espalda, acomodo mi cabello en un moño medio desordenado, me coloco rímel y un lápiz labial claro, no soy de maquillarme mucho pero cuando se trata de verlo quiero verme lo mejor posible.
Salgo de mi departamento y voy a la estación de metro. Apenas llego me siento a esperar mi ruta. Tecleo en mi móvil un “buenos días” para Mariano, a los segundos responde con un emoji enamorado. Sonrió incapaz de no hacerlo, es tan lindo y romántico, es como leer esos clichés literarios, pero a diferencia de ellos nosotros somos algo inusuales y tan parecidos.
Cuando llego al centro de Brooklyn, me encamino por las calles con entusiasmo, pero antes entro en una cafetería para comprar panes dulces los favoritos de mariano y un chocolate en compañía.
Minutos después salgo de la tienda para ir directamente a la empresa. Mi corazón latía con prisa cada vez que me acercaba más y más al enorme edificio cuyo apellido es del hombre al que por coincidencia conocí.
Tomo una bocanada de aire antes de entrar al rascacielos más alto que hubiese visto en mi vida. La chica de recepción me da un carnet y me da el pase al piso 109, subo el ascensor, toma todo de mi para no gritar por el miedo que le tengo a esas cajas de metales.
Mis manos tiemblan, estoy sudando frio, incluso podría decirse que estoy más pálida de lo habitual, aun no encontraba un porqué de tantos nervios, pero la única razón tiene nombre.
-Maria…- mi boca se calla cuando las puertas metalizas se abren, y mis ojos ven lo que mi corazón no quería. Era él, y una mujer cuyo cuerpo perfecto, vestida elegante mente, siendo una la mujer más bella que hubiese existido, cualquier chica la envidiaría y en ese combo estaba yo.
Los labios de la chica besan al hombre que hace tres días atrás también me beso a mí, pero ahora era diferente, ya que caigo en la cruda realidad. Él no era mio, nunca lo seria aun por más que lo quisiese.
El vaso de chocolate se me cae de las manos, haciendo un estruendo sordo en el piso al impactar, el contenido se derrama y ensucia el suelo de mármol. Los presentes me miran y entre esos pares de ojos están los de Mariano y la mujer.
No lo miro, solo dejo mi mirada en el piso, y sin querer estar más allí me doy vuelta y me sumerjo de nuevo en el ascensor antes de que cierre.
-Violeta…
Como podría contar lo incontable, lo que nunca existió y solo fue una triste ilusión.
Me rompo, por primera vez lloro, lloro por un amor perdido, una primera vez, sí, eso era él, toco cada punto de mi como la primera vez en mi vida. Pero lo superaría, cada obstáculo lo superaría, incluso si en el camino dejo un pedazo de mi alma.
Sobo mi pecho, intentando aliviar el dolor que se ha instalado allí, como una cortada. Arde, duele, marca un recuerdo cuyo objetivo me hará mas esquiva a las personas, a la vida, al amor. Sabía que todo esto era imposible, como un hombre como él podría fijarse en el alguien tan insignificante como yo.
Apenas salgo la lluvia me recibe, cada gota impacta en mi piel, pero no me quejo, solo camino con pasos lentos, mirando una vez en mi vida al mundo como es, y no como quisiese que fuese.
-¡VIOLETA!- no volteo, sigo mi camino como si él no existiese- ¡Violeta por favor escúchame!- sigue, sigue sin detener tus pasos, si lo haces más te herirá- ¡Violeta por favor te lo pido, escúchame!- me detengo, ¿Por qué no puedo seguir sin importarme nada, porque mi corazón es tan masoquista, queriendo una vez más ser cortado por la misma daga? , sin más me volteo para verle. Ambos estamos completamente empapados por la lluvia, sus ojos cristalinos me miran tristes, y se la razón de ello.
-Por qué quieres que me detenga si sabes tan bien como yo que esto es imposible, tú siempre elegirás tu comodidad, antes que la felicidad. Quien sería como para decirte que no, como podría, a sabiendas que no soy nadie como para ser parte de tu vida Mariano.
-Violeta yo…- levanto mi mano callándolo en el acto.
-No digas nada, no quiero escuchar ninguna excusa tuya, la única persona desconocida en tu mundo soy yo, espero con todo el corazón que seas muy feliz señor Bescossi- me doy media vuelta y sigo mi camino en silencio, esta vez no me detiene, y eso es lo que más me duele.
Me doy un baño apenas llego a mi casa, me coloco algo cómodo, busco un helado en el refrigerador y enciendo mi lacto. Abro una hoja de Word y comienzo a escribir.
Quizás no sea de las chicas que comen y ven películas tristes, mi mejor alivio es escribiendo todo lo que pienso, y atragantarme de helado de frambuesa.
“Las gotas de lluvias chocan contra mi ventana, hasta ese mínimo ruido es tranquilizador, pero los días más grises son los más bonitos. Tomo de mi café, cautiva por la belleza natural, aunque muchos corren para refugiarse de la lluvia, yo amo que me cubra de ella, relaja cada parte de mi alma, me hace recordar que a pesar de la tormenta llega la calma, no importa el dolor, o lo mucho que sufras en esta vida, siempre llegara ese momento especial que te marcara la vida. Como un fino indeleble lapicero, marcando un blanco cuaderno”.
“La soledad es parte de todos, lo único que lo diferencia son las personas que se unen en momentos largos hasta que parten sin más”.