Un último deseo

18

Coloco los brazos tras mi espalda mientras inspecciono el lugar. Estoy frente al famoso museo del helado, y con tan solo verlo, recuerdo como Allyson se expresó del lugar, “rosa”. No está nada mal; es muy bonito en realidad. Su color destaca entre las tonalidades grises de los otros edificios, atrayendo de esta manera a los visitantes.

Nunca he venido a este sitio. Simplemente se me ocurrió la idea de traerlos aquí al pensar en Ariel y su fascinación por lo helados.

“¿Crees que escogí un buen lugar? ¿Qué tal si no les gusta?… Debí haber pensado las cosas antes de…”

Allyson me interrumpe “Por favor, Elizabeth. No te pongas nerviosa ahora… Estabas muy bien antes de llegar”

“Sí. Pero…” se coloca frente a mí, cubriendo mi boca con su mano para silenciarme.

“Shhh! Para de hablar… Hay gente mirando” dice.

Miro alrededor y en efecto, hay personas observándome y cuchicheando entre ellos. Cierro los ojos apenada.

¿Por qué sigo olvidando que nadie más puede ver a Allyson?

La miro a los ojos y asiento la cabeza con mucho disimulo.

Me devuelve el asentimiento de cabeza y retira su mano de mi boca.

“Bien… Ahora cálmate… Todo saldrá de maravilla y ustedes tres se van a divertir muchísimo allí adentro… Será tanta la diversión que van a querer seguir saliendo contigo” masajea mis hombros para calmarme.

“Está bien” digo, moviendo lo menos posible mis labios.

“Súper! Ahora quita esa cara de susto y pon una enorme sonrisa porque ahí vienen” me avisa, dándome palmaditas en las mejillas.

Cierro los ojos e inhalo y exhalo profundamente antes de voltear a la dirección en la que ellos vienen.

Los veo acercarse poco a poco. Mis ojos se desvían involuntariamente hacia Dereck. Es una reacción que no puedo controlar. Y por cada paso que da hacía mí, es un golpe que con fuerza va noqueando a mi corazón.

Ariel se suelta de la mano de su padre y se viene corriendo a mí para aferrarse a mis piernas en un abrazo. No reacciono, pues este gesto no me lo esperaba. Bajo la vista a ella, quien sigue todavía aferrada a mí como si su vida dependiera de ello. Sus ojos buscan los míos y estos brillan por la emoción de volver a verme.

“Hola” me saluda con alegría.

Otro golpe llega a mi corazón. La manera tan feliz en que se expresa por tan solo verme, con toda la honestidad que solo un niño puede demostrar. La pequeña está logrando que mi cariño hacia ella se haga más grande.

Me inclino para estar a su altura y ella, inmediatamente, vuelve a abrazarme, pero esta vez cruzando sus pequeños brazos tras mi cuello y yo le devuelvo encantada el abrazo.

“Hola pequeña Ariel... Pero mira que hermosa estás” Deshago el abrazo y la tomo de la mano haciéndola girar para poder verla mejor “¿Cómo es posible qué cada vez que te vea estés más hermosa?”

Luego de llenarla de cumplidos, me levanto para estar a la altura de Dereck y saludarlo.

“¿Cómo estás?” le pregunto.

“Bien” responde sin más. “Así que este es el famoso museo del helado” mira el lugar al que entraremos con el ceño fruncido.

“Así es” afirmo.

Siento a Ariel tomar mi mano. Bajo la mirada para encontrarla viendo el museo con ojos soñadores.

“Iré a comprar las entradas” avisa Dereck.

“No” lo tomo del brazo antes de alejarse “No tienes que hacerlo. Ya compré las entradas. Las había reservado por internet hace unos días”

“¿Cuánto te debo entonces?” saca la billetera de su bolsillo.

“No seas tonto. No me debes nada” digo restándole importancia.

“Insisto. Quiero regresar el dinero que gastaste” sigue.

“Que no!” me niego “Fui yo quien los invitó. Es justo que sea yo quien pague... ¿podemos entrar?... Porque si no, Ariel lo hará sola”

Ambos miramos a la niña quien está brincando llena de emoción. Dereck le ofrece su mano para que la tome pero ella lo rechaza y se pega más a mí, indicándole que es conmigo de quien quiere ir tomada de la mano.

Alza sus cejas mostrándose realmente sorprendido ante su evidente rechazo. Posa sus ojos en mí y yo me muerdo los labios para no reírme en su cara.

“Veo quien es el nuevo favorito ahora” suspira, yéndose al museo y dejándonos atrás.

Que gracioso verlo celoso porque su hija prefiere ir conmigo. Además de amargado, también es celoso.

“No te pongas celoso. No voy a quitarte a tu hija” digo alcanzándolo.

“Ja! Por favor. No estoy celoso de ti” dice, entrando al museo.

Se queda estático mirando todo el lugar, frunciendo el entrecejo. Observa absolutamente todo, estudiándolo, como si intentara comprender qué diablos estaba haciendo acá. Incluso se queda mirando más de la cuenta a los empleados y demás visitantes.

“¿Qué te parece?” le pregunto, poniéndome a su lado.

“Es... demasiado... demasiado rosa... Eso es lo que me parece... Todo es rosa” responde.



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En el texto hay: humor, amor, amistad

Editado: 11.02.2023

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