Un Vaquero Enamorado

/2/ Pago

Isabella

El tipo me pareció un caballero aunque un poco duro. Se ve a leguas que no es de los que les gusta sonreír muy a menudo... Bueno seguro que es de esos hombres misóginos, que odian a todas por las acciones de una. Lo que si no puedo negar es lo atractivo que es ese vaquero trabajador. Me dio un poco de enojo ver que el dueño solo se digno a estar con un papel en las manos y sus empleados haciendo todo el trabajo pesado, se ve que no es como mi padre que no le importa romperse la espalda junto a sus trabajadores y ni hablar de ensuciarse. Apuesto que él niño bonito solo se encarga de los negocios de la ciudad, cuidado y sude su ropa de marca. 

Sigo conduciendo por la carretera que da a mi casa, por estos lares no hay mucho tránsito debido que este solo es el camino para dos ranchos. En rostro se forma una amplia sonrisa conocedora de que mi padre se pondrá feliz cuando se entere que su hija predilecta esta en casa para quedarse y no piensa marcharse otra vez. 

No, no, no, por favor no te apagues. Nooo lo que faltaba. 

¡¡¡ay!!! Maldición. 

Suerte la mía, de que darme varada en medio de la carretera. Busco mi celular para hacer una llamada al rancho, pero el aparato no tiene ni una mísera barra de señal. Maldigo mi suerte, porque en esta carretera no pasa ni un alma.  

Bajo del auto y abro el capo del auto me quedó viendo el motor de coche fijamente.  

¡Yo que rayos estoy mirando si no entiendo nada de motores!  

Lo veo como si este empezara hablar y me dijera; he aquí es donde no funciona.  

Yo solo aprendí a cambiar las ruedas del auto gracias a una amiga, que eran las que más problemas daban. 

Tendré que regresar al rancho caminando. Debí de hacerle caso al ama de llaves de que viniera un empleado del rancho. A papá no podré hacerle sus adorados brownie. 

Estoy completamente segura que por esta carretera no pasará nadie a menos que este muerta. Tomo mi cartera y las bolsas de las compras creo que serán unos cuarenta minutos o más. Gracias a Dios que estoy acostumbrada a caminar largas distancias. Aunque no creo que eso me la ponga fácil, suelto un suspiro y empiezo a caminar.  

Cuando llegue a mi casa, llamaré al concesionario avisándole que el auto que me vendieron se murió y deben de darme uno nuevo. 

Debí de haber comprado agua.  
¿y tu que rayos ibas a saber que el auto se arruinaría? 

El sonido de motor capta mi atención, detengo el paso. Decido hacerle una señal a la camioneta, pero la imagen del vaquero trabajador que va sentado al lado del copiloto llama mi atención nuevamente Drew. 

—Supongo que el auto que está en unos pocos kilómetros atrás es tuyo.— asiento. — Te llevaremos. 

Veo como sale del asiento del copiloto y me ofrece el asiento. En otra ocasión me hubiese negado, porque él esta mas cansado que yo. 

—He de suponer que la reina no se quiere sentar en el lugar que ocupó un vaquero apestoso. — ¿Qué? ¿Enserio dijo eso? Lo recorro con la vista y si está sucio, sudado pero no es por eso. 

—No es eso, es que has de estar más cansado que yo. —Veo como eleva esa ceja poblada. 

—No importa, suba. —más que una invitación parece más una orden decido no llevarle la contraria. Subo al asiento del copiloto. Cuando estoy abrochando el cinturón de seguridad me di cuenta que el conductor de auto no es el estirado de su patrón. 

—Mi nombre es Isabella. — me presento con una gran sonrisa al señor que está manejando, sé que el hombre que va sentado encima de unos costales atrás menciono el nombre del hombre que está manejando, pero simplemente mi cerebro de pez no lo guardo. 

—Yo soy Fran Señorita Golden. 

—¡Oh!, ¿sabe quién soy? 

— Si, usted mencionó su apellido hace un rato y como olvidarlo. 

—Claro con todas las patrañas que dicen de mí. "Que estoy muerta" "Que soy un esperpento." 

—¿Usted lo sabe? —pregunta sorprendido, solo asiento.  

—Si, uno en el supermercado se entera de todo. 

—No le haga caso son solo habladurías del pueblo. Ya se les pasará. 

—Eso espero. 

El resto del camino hasta mi rancho fue muy ameno, el señor Fran me comentó que su hija terminó hace poco la Universidad y está buscando empleo, espero algún día poder conocerla si es la mitad de amable que su padre estaré encantada de conocerla. 

Llegar a mi casa fue muy rápido para mí gusto. Le conté todo lo que me sucedió al ama de llaves 

—Ya ve le dije que mandáramos a una muchacha del servicio a comprar. —me encojo de hombros y sigo bebiendo del vaso con agua. 

—Creo que me vendrá bien un paseo. 

—Le pediré a Luigi que le prepare el caballo mas dócil. Y que le acompañe.  

—No es necesario, puedo cuidarme sola. —subo a mi "habitación temporal" para ponerme unos pantalones. 

Llegar hasta el límite de mis tierras a galope fue muy fácil y rápido. Me felicitó por no abandonar la equitación. Sé lo que busco esta muy cerca de aquí, cuando era niña papá me traía a este lugar casi a diario. El lago familiar... El lago Golden. 

Bajo del caballo y lo amarro cerca de un árbol, para que no se vaya y me deje tirada. El sentimiento de nostalgia se apodera de mí y los recuerdos también. La risa de mamá, el canto de papá y mis lágrimas debido a que no me dejaban entrar al agua sola. Sigo caminando pero un movimiento llama mi atención a la orilla del lago. Sé que no era el viento, sé muy bien que es la presencia de alguien. Busco con la vista y ahí está él. 

Quitándose la camisa, las botas y por último los pantalones. Siento como mi boca se seca se me ha olvidado hasta como debo de respirar. Su espalda es fuerte, esculpida por el duro trabajo del campo. Tiene un trasero perfecto si no fuera por qué me he quedado como una tonta correría solo para darle un azote a ese trasero, sus piernas velludas y fuertes debido a las largas horas de montar a caballo. prácticamente estoy violándolo con la mirada. Estoy tentada en acercarme y darle aunque sea por lo menos un pellizco o una mordida a ese trasero.  

La razón llega a mí y retrocedo para marcharme, pero como era de esperarse mi suerte de este día es un asco. Piso unas cuantas ramitas secas las cuales hacen un ruido, no es que hagan el gran ruido pero es suficientemente alto para poner alerta al vaquero que está cerca. 

—¿Quién anda ahí?  —Lo dicho mi suerte da pena. — Repito ¿Quién diablos anda ahí? Salga o me veré en la obligación de disparar. 

No me queda más que salir de mi escondite, muerdo mi labio inferior. Llevo las manos en alto. 

—Soy Isabella Golden. 

—Lo sé. — ¿Qué? Esa es su única respuesta. Sabiendo quién era iba a dispararme, este tipo es un tonto. 

—Si sabías que era yo, ¿por qué ibas a disparar?. 

—No iba a disparar si te consuela en algo. 

—No, no lo hace. —Respondo enfadada. 

—Me importa muy poco. —responde bruscamente mientras se da vuelta y se sumerge en el agua. —No quiere darse un baño con los plebeyos reina. 

—Contigo jamás, lo mejor será que me marché. 

—Eso, vete. 

—Tú no me dices que debo hacer. 

—No me digas que lo pensaste mejor y te quieres dar un baño conmigo. 

—No, pero haré algo para que pienses en mí toda la tarde. — sin agregar nada más, tomo su ropa que está en el suelo cerca de una piedra. —Adiós Drew. 

—¡No lo hagas! No sabes donde te estas metiendo. 

—¿Qué? Me acusaras con el estirado de tu jefe. —No espero respuesta y corro los más que dan estás cortas piernas hacia mi caballo lo monto lo más rápido que puedo, temo que no le importe estar semi desnudo y me alcance. 

—¡¡¡ Me las pagarás Isabella Golden!!! —Grita a mi espalda. Hago caso omiso y sigo mi camino con una gran sonrisa en mi rostro. 

 




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