Después de tu partida mi vida se dirigía hacia un abismo profundo de tristeza, desilusión y vagos deseos de seguir viviendo. Paso un mes y aunque te extrañaba mucho, cada día parecía, o mi mente se inventaba la supuesta manera de olvidarte, pero habían días en los que tu recuerdo me hacían querer desechar las pocas ganas de vivir, quizá para entonces entraba en un tipo de melancolía detestable que para cualquier persona fuera de mi mundo, yo resultaba ser un estúpido que intentaba desechar su vida por culpa de la ausencia de una mujersuela que no sabe de amor y que quizá nunca lo habría sentido y que yo simplemente estaba obsesionado.
Cada día miraba más y más lejos la salida de esta profunda tristeza que agobiaba mi ser. Una foto de los dos era lo único que tenía anclada mi cordura a este mundo, de lo contrario mi mente se habría perdido entre la inmensidad de sentimientos deprimentes que tu ausencia me provocaba, pero esta situación ya no podía seguir así, ¿o acaso sería un hombre melancólico toda mi vida?. Llegué a pensar que el alcohol era la única solución a mis problemas, estaba sumergido en un mundo de botellas las cuales después de una determinada dosis hacían real el recuerdo que tenía de ti.
Pasaban los días, pero aquel amor para mi seguía tan presente como si aún estuvieses conmigo, incluso el tiempo llegó a no tener importancia. Pasaba días enteros aferrado a ti, o a lo que en mi mente quedaba de ti. Cada día estaba más deteriorado, así pase un largo tiempo hasta que mis ganas de vivir regresaron y aunque aún te quería como antes, ya no permitiría que tu ausencia acabará conmigo, empecé a salir con personas con quienes nunca podría haberme imaginado estar, ahora pasaba más tiempo entre lo que para la gente común eran diversiones, aunque para mi significarán sinsentidos y placeres momentáneos.
Ahora todo marchaba un poco mejor, tu recuerdo ya no me sumergía en aquel abismo profundo. Retome la música y empecé a crear una nueva melodia para mi vida, intentaba mantener mi mente distraída, pero siempre habían momentos, recaídas en las cuales tu recuerdo recobraba fuerzas y quemaba mi alma para luego cuando llegara la noche internarme en las fluidas corrientes de un río de sueños, tu eras siempre el centro en dichos sueños que de una u otra manera atormentaban mi ser, yo ya no quería vivir de recuerdos.
Cada día, cada semana que pasaba serían la mejor solución, la mejor cura, pues a la vez que borraban tu recuerdo de mi mente, aliviaban el dolor que aquejaba mi corazón. Me sentía mejor cada día y al pasar un año ya te había olvidado por completo o eso era lo que yo creía, hasta que llegó ese fatídico día en el cual otra vez por obra del destino te encontré y todo se derrumbó otra vez.