Llegaron a la oficina y allí estaba Michelle atendiendo una llamada que prometía ser importante. Una vez los vio a ambos les hizo una seña para que se sentaran en las sillas frente al escritorio. Toda la oficina era de madera, a excepción del escritorio que era de cristal pulido y transparente. Todo era bastante pulcro y ordenado; tenía una biblioteca y tres archivadores pegados en la parte izquierda de la oficina.
-Buenos días a ambos. Señorita Venus, gracias por aceptar el puesto sin pensarlo dos veces, sé que nos será de mucha ayuda, bueno, por lo menos a mi hijo. Ahora bien, la razón por la que les pedí que vinieran –Michelle se sienta en la silla tras el escritorio y acomoda unos papeles que tiene frente a él-. Tengo que reunirme con varios proveedores hoy. Pero, hay uno que viene directo para acá y no podre atenderlo, quiero que lo recibas tú, Paolo, y que Venus te ayude.
-¿Yo? Pero, padre… Yo no sé nada de eso. Si más bien estudio arte. ¿Qué se yo de administrar o hablar de nada sobre botellas y corchos?
-Para eso tienes a Venus. Tiene 20 años y está estudiando administración. Nos viene muy bien porque va bastante avanzada en su carrera; una prodigio, por lo que me han dicho.
Venus se puso roja como un tomate y se escondió un poco más en la silla. No le agradaba cuando hablaban bien de ella o la alababan, se sentía demasiado apenada con ella misma y sus logros.
-Dime qué hacer, padre –Paolo estaba un poco disgustado y asustado-. No quiero decepcionarte.
-Vendrán los despachadores de botellas. Como sabes, tenemos una reserva especial y quiero mandar a hacer unas botellas especiales para ese embotellado, al igual que unas etiquetas. Lo que me deja pensando, que tienes dos reuniones hoy, no una. Lo siento. La idea es que hables con ellos respecto a los diseños y tengas a Venus contigo para que ayude a finiquitar cualquier detalle. Es imperativo que estas reuniones salgan bien, es lo único que te pido. Se gentil y maneja mejor ese carácter tuyo. Pueden irse los dos.
Michelle le tendió una hoja a Venus con los detalles de ambas reuniones. Todo estaba sumamente claro, nada podía salir mal.
Una vez fuera de la oficina, Paolo y Venus estaban caminando hombro a hombro, esperando a que alguno dijera algo primero.
-No sabía que estuvieras tan avanzada en tus clases. Es bueno saberlo. –Paolo fue el primero en romper el silencio-. ¿Dónde estudias?
-Universidad de Turín.
-Igual yo. Jamás te he visto.
-Bueno, estamos en edificios separados. Supongo que es difícil vernos cuando estamos a bastante distancia –se notaba que Venus no tenía muchas ganas de hablar sobre su carrera-. Creo que ahora si puedes enseñarme un poco de la viña. Mientras esperamos a los distribuidores.
Ambos siguieron caminando. Paolo hablo durante todo el camino de la cantidad de vino que producían, de que prontamente producirían también aceite de oliva. Era más lo que fanfarroneaba y se regodeaba que lo que decía con humildad y pasión. Venus solo veía un niño mimado y ricachón que se jactaba del trabajo de su padre para lograr todo lo que quería.
Caminaron por entre los árboles, le enseño el establo diciéndole que escogiera el caballo que quisiera, iba a ser suyo durante el tiempo que estuviera allí; era más fácil trasladarse a caballo que caminar. Cansaba menos.
Cuando ambos llegaron al área principal de la finca caminaron a la parte trasera y se sentaron en los bancos del jardín.
-¿Qué te parece mi pequeña casa?
-Mi casa es del tamaño de la oficina de tu padre, así que de pequeña nada… Es un espacio muy bonito, debo admitirlo.
-Y tú eres muy bella también. Deberíamos cenar esta noche. Conozco el restaurante más fino de todo el pueblo y tengo trato especial.
-Con todo el respeto –Venus acomodo su cabello tras sus orejas y vio con gesto serio a Paolo-. Solo quiero tener una relación laboral contigo. No quiero nada que tenga que ver con romance. Soy tu asistente y eso es todo. Ahora, si me disculpas, iré a arreglarme para la reunión.
Sin dejar que Paolo dijera una palabra, Venus se levantó y salió casi corriendo de allí. Si Paolo creía que la iba a tener gracias a la riqueza de su padre estaba muy equivocado. Venus sabía que el dinero solo servía para comprar libertad pasajera y amores de mentira.