En la sala, se encontraba una chica, sentada en uno de los sillones.
—¡Johan! —exclamo la linda chica, al ver a Johan, no tardo en pararse e ir a abrazarlo.
Supongo que hace mucho no se veían. En su momento no le tome importancia.
El cambio de temperatura, entre el interior y exterior, me hizo estornudar. Sentía venir otro estornudo, así que me quede estática. Cuando Johan se iba a acercar a mí, le hice un ademán, algo dramático para que se alejara, tampoco quería hacerlo en su cara.
Sin embargo, el estornudo jamás llego.
—Perfecto, ahora me veré como una loca —no pude evitar pensar.
—¿Qué es esto? — pregunté con una sonrisa de boca cerrada, esperando que alguno aclarada la duda, e intentando desviar un poco la atención.
—Nuestro sitio comodín —contesto la chica entusiasmada— ¡A que es genial!
—¿Y qué hacen aquí? —no pude evitar cuestionar.
—Eh... Bueno —una pequeña risa salió de los labios de Johan.
Lo miré con los ojos como platos. Sus palabras no aclaraban nada y hacía que mi mente confirmara todos mis complicados pensamientos. Por no decirlo de otra manera.
—Aquí nos reunimos, hacemos fiestas o simplemente pasamos el rato —se adelantó a explicar la chica, al ver que Johan no lograba decir nada.
Un largo «ah» salió de mis labios, no sabía qué decir al respecto. Sin embargo, tampoco quería quedarme callada. El sonido de alguien, cerrando una puerta, se mezcló con mi voz.
Ya sabía lo que pasaría en los próximos tres minutos, ese momento incómodo, cuando tú sabes algo que implica a otros. Aquel ruido, provenía del trozo de madera, dormitorio por el que había escapado hace unos momentos. Solo lo rezaba para que fuera lo suficientemente distraído y no me haya visto salir.
Voltee lentamente, precavida. En efecto, era el mismo rubio, al cual me arrepiento de haber acosado.
Aunque, no estaba segura de tener que considerarlo así.
Mi cerebro tardo en atar cabos, por un momento vi todo normal. Sin embargo, de un rato a otro, indague más allá de lo que debí y no me explico el por qué.
Si la chica estaba en el sillón, y el chico, era el mismo rubio que había visto hace unos momentos, significaba que... esos ruidos que me rehúse a escuchar, ¿provenían de ellos?, realmente llegue demasiado lejos. Ni siquiera era de mi incumbencia, pero una parte de mí quería chisme. Un poco de diversión en concreto.
—¡Dios mío! ¿Es imaginación mía? —voceo el chico, entrando en situación— ¿Johan? ¡No pensé que vendrías!
—Si —fue lo único que contesto Johan.
Casi me echo a reír. A veces lograba ser tan seco que causaba gracia.
—¡Ay, no! Ya empezaste a hacerte de rogar y apenas llegaste —expreso el rubio rodando los ojos— ¡Ven acá! Yo sé que me extrañaste.
Ambos se dieron un abrazo fraternal, aunque pareciera que Johan estaba siendo obligado a recibirlo.
Ignore un rato a ambos y tome asiento, en el sillón más cercano que apareció en mi campo. La morena no tardó en acercarse.
—Soy Dana —saludo la chica.
—Yo... Ada —tarde en responder, era como si me hubiese quedado embobada por un momento.
No sé, si fue su piel bronceada, sus ojos oscuros, sus gruesos labios, pero algo me hipnotizó. Sin duda, era muy bella, sin embargo, había algo más. Tal vez la seguridad o su confianza, no lo sé, pero, algo irradia de ella. Me parecía envidiable.
Carraspee, aclarándome la garganta.
—¿Qué tal? —quise ocultar lo anterior, así que, solamente le dedique una sonrisa de boca cerrada.
—¿Quién eres? —pregunto directamente, la chica.
Si antes estaba impactada, ahora mi cerebro no comprendía nada, su actitud ambigua, lograba dejarme desconcertada. ¿Capaz le gustaba Johan y no le pareció que yo haya llegado con él?, si, eso tenía algo de sentido o quizá, simplemente comenzaba a delirar.
De lo único que estaba segura, en un comienzo mi juicio sobre ella fue que era amable. Supongo que no debería dejarme llevar por la primera impresión.
Al final ni siquiera pude contestar a su interrogante. El rubio dio varios pasos, hasta quedar delante de mí, dejando de lado, cualquier contestación que se me hubiese ocurrido.
—Hola, linda —su mirada se mantuvo en mí.
—¿Quién es? —Interrumpió la morena, esta vez, dirigiéndose a Johan.
—Mi niñera —contesto Johan, sonriendo de lado.
Estaba a punto de decir que no lo era, en todo caso, él lo sería, pero el rubio volvió a adelantarse.
—Bueno, te estábamos esperando. Aunque, no creí que fueras a venir acompañado —rio el chico
—Nunca digas nunca, dicen por ahí —le contesto Johan manteniendo su expresión.
Como si hubiese desaparecido por unos minutos, se pusieron a tomar las riendas de sus vidas, compartiendo experiencias o algo así. No estaba lo suficientemente interesada como para poner atención. Hacía mucho tiempo no habían visto a Johan, en parte los entendía. Cuando volviese a ver a Paige, seguramente este igual que ellos.
Hablando de Paige, recordé que debía marcarle. Antes de quedarme sin amiga.
—¿Y tú? —dijo de la nada, Dana.
La observé confundida, me había cogido desprevenida.
—También ira —respondió por mí, Johan—, siendo mi niñera, debe cuidarme.
—¡Atrevido! —pensé— ¿Cómo era capaz de responder por mí?
Irónicamente, mi otra mitad, la cual me contradecía, le agradecía por haberme sacado de ese aprieto. La chica, me ponía de los nervios, y no sé la razón.
Aun así, no comprendía de qué se trataba todo. Por lo tanto, no creí que lo más sensato fuese contradecirlo.
Aunque, en realidad, lo que menos entendía, era el comportamiento de Dana. A veces me hacía suponer que le desagradaba, a pesar de que eso no tenía sentido. No me conocía en lo absoluto y mucho menos yo a ella.
—¡Perfecto! —expreso el chico— Estará de puta madre ¡Ya verás que te va a encantar!... Este... tu nombre, ¿te lo había preguntado?