Un vuelo al ¿amor?

Raras palabras

Después de haber comido, junto a la familia Amell y Dana, el delicioso caldo que preparamos, subí a la habitación.

Seguía sin sentirme del todo bien, así que, me pase un analgésico y me quede descansando toda la tarde.

No fue hasta por las seis de la tarde que desperté. Mi calentura ya había bajado y la garganta solo me dolía un poco, el verdadero problema estaba en los mocos. No paraba de gotearme la nariz o si no era eso, se tapaba.

Las ganas de dormir se esfumaron. Sin saber que hacer, agarre mi celular, marcando el número de Paige.

Primer tono.

Segundo tono.

Tercer tono.

Paige respondió hasta el cuarto tono.

—¿Ada? —su voz se escuchaba sin aire.

—Si, hola Pai —salude, por alguna razón, feliz.

—Ada, llamas en mal momento —me dijo—, estoy intentando matar a mis hermanos

Una sonrisa apareció en mi cara, los pequeños, Alexis y Alex, estaban haciendo de las suyas, de nuevo.

—¿Qué hicieron ahora?

No respondió al instante, en cambio, la escuché gritar insultos lejos del móvil.

—Ese par de hongos —murmuro Paige, regresando al teléfono—, ¿Puedes creer que intentaran pintarme el cabello?

—¿Qué? —mi cerebro tardo en procesar—, o sea, ¿Cómo?

—Y además, con un tinte de dudosa procedencia.

Sin poder evitarlo, deje salir una carcajada. Sabía que por molestar a su hermana, los mellizos no tendrían límites, en algún momento tendrán que aprender. Sin embargo, por ahora me causaba risa sus ocurrencias.

La última vez que decidieron molestar a Paige fue mezclando sus cremas con algo de miel.

Sabiendo que tan solo tienen seis años, me hicieron el día en varias ocasiones y a pesar de que ella no lo admita, sé que le divierte.

—¡No te rías! —me reprendió.

Solo provoco que me carcajeara con más fuerza.

—Lo siento, cuéntame, ¿Qué tal los preparativos para ir a casa de Liam?

—¿Bien?

—¿Acabas de preguntarme?

—Es que no sé —rio nerviosa—, creo que si iremos a su casa.

Cada vez me confundía más.

—¿Crees que iras?

—Son los padres de Liam, ¿Entiendes?

—No, Paige, no te entiendo —me sinceré—, explícate.

—Si la cago con los padres de Liam me voy a la mierda —concluyó.

Aún no comprendía el temor de Paige, la única vez que vi a los progenitores de Liam, no lucían estrictos, de hecho a mi parecer eran amables.

—Si eso llega a pasar, llámame —fue lo único que se me ocurrió decir, yo en su lugar entraría en crisis, así que para soluciones no soy la indicada.

—Gracias —escuché una un suspiro lento—. Ahora dime ¿Cómo van las cosas por allá?

—Pues, a ver, bien y mal —reí—, la he pasado genial, pero me enferme.

—¿Y los detalles? —exigió Paige—, me dices que la pasaste genial y no me dices como. 

Me tomé mi tiempo para pensar en todo lo sucedido durante los últimos días.

—En la mañana tuvimos esta conversación —respondí, finalmente.

—¿Entonces eso fue todo?

Reflexione sobre todo lo sucedido en la fiesta anterior, aún no cabía en mi cabeza la cantidad de alcohol ingerido, no solía hacerlo y me sorprendió haber bebido tanto, o al menos yo lo consideraba mucho.

No lo creí relevante, por lo tanto, solo le platiqué de manera resumida lo sucedido en la cafetería de los diseños abstractos.

Para mi sorpresa, pasamos el resto de la tarde charlando de diversos temas. Si no fuera por la interrupción de Johan, llamándome para cenar, posiblemente si no fuera por él, seguiría toda la noche con el celular.

 

Estuve en cama toda la tarde y no tenía ganas de quedarme viendo el techo, mientras esperaba a que mi celular terminara de cargarse por completo.

En cambio, cuando todos se fueron a dormir, me quede en la sala, amaba ese sofá.

Sin ser capaz de elegir algo para ver, opté por acabar la serie pasada «Vincenzo», no recordaba en exactitud en cuál capítulo me quede, por lo tanto, elegí un episodio al azar y me puse a verla con volumen bajo. Estaba segura, no despertaría a nadie de esa manera.

Al ya tener elegido lo que vería, me puse cómoda, subí mis pies envueltos en unos lindos calcetines de gato  —mis preferidos—, y le di Play a la serie.

Agarrada a un almohadón, disfrute el primer episodio tranquilamente, recordaba en partes los anteriores, por lo que no me fue difícil acoplarme.

—¿Te han dicho que terminar de ver algo que comenzaste con alguien más, es un acto de traición? —dijo Johan, ofreciéndome un bol de palomitas.

Lo miré y parpadeé varias veces, existía la posibilidad de haberme dormido y estuviese en un sueño, sin embargo, este no era el caso. 

—¿Te desperté? — pregunté apenada, agarrando lo que me ofrecía.

—No, tengo insomnio —respondió mientras se acomodaba a un lado de mí—. Espero no te hayas adelantado mucho, eh.

—Lo dudo —sonreí.

—¿Tan rápido estamos en el ocho?

—Es poco, son veinte.

—Entonces, si no lo acabamos hoy, tendremos que acabarlo después, juntos.

Logro captar toda mi atención con tan solo una palabra, «juntos» articulé con los labios, muda.

—Claro, no te traicionaría —recordé su pregunta anterior—, tú tampoco lo harás, ¿verdad? —entrecerré los ojos hacia él.

—Lo prometo.

Johan era un buen acompañante para ver filmes; silencioso, hacía pocos comentarios y no preguntaba nada.

Entre capítulo y capítulo, Johan logro conciliar el sueño y su cabeza cayó en uno de los brazos del sillón. No lo molestaría, únicamente me levanté para ir por una manta y colocársela, de esta forma no amanecería enfermo. De paso también tomé una para mí.

De pronto, la casa comenzó a iluminarse gracias a los rayos que traspasaban las ventanas, empezaba a amanecer y deseaba ver el sol salir.

«De los errores se aprende» 

Por alguna razón esa frase parecía no entrar a mi cabeza, con sumo cuidado, salí a observar la mañana en la orilla del mar.



#17979 en Novela romántica
#3226 en Chick lit

En el texto hay: superacion, amor, romancejuvenil

Editado: 20.09.2022

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.