¿Cuánta probabilidad hay de que viva si me caigo desde un segundo piso?
¿Tal vez 25%?
Pues fui parte de ese porcentaje.
De puro milagro caí y tan solo recibí un buen golpe. No me rompí algo y mucho menos, me morí.
Camine hasta ubicar el balcón de Johan, cogí una piedra y saque mi celular.
Yo: ¿Tienes planes para esta noche?
Si no los tenía, le propondría lo que tenía en mente. Pero si los tenía, pensé en poder ir a caminar un rato, para despejar mi mente.
De todos modos no podía conciliar el sueño, mi cabeza daba tantas vueltas y solamente lograba deprimirme cada vez más.
Lo necesitaba.
No paso mucho para que respondiera.
Johan: Pues no considero que quedarme viendo el techo hasta dormir sea un plan.
Johan: El insomnio me está matando.
Yo: Perfecto.
Johan: ??
Lance la pequeña piedra que sostenía en mi mano, en dirección a su balcón, esperando que con eso bastara.
Tampoco le quería reventar el vidrio.
Al segundo golpe, Johan salió.
—¿Ada? —pregunto, sin poder creérselo.
—Si, hola —salude con una sonrisa de boca cerrada.
La meta era sorprenderlo y al parecer, lo logré.
—Te abriré la puerta —avisó, antes de marcharse.
Le di la vuelta a la casa y al llegar a la puerta principal, Johan ya me esperaba.
—Es tu día de suerte —dije animadamente— ¿Te acuerdas cuando te prometí ver Violet y Finch? —al verlo confirmar, seguí— Bien, eso haremos.
—Supongo que eso es mejor que ver el techo.
—¿Duermen? — pregunté, refiriéndome a Griselda y Katy, esperaba que captara.
—Sí, podemos verla en mi laptop. Tengo audífonos.
Johan era un tipo inteligente, únicamente basto de una pregunta para que entendiera todo.
—Me parece bien — murmuré, adentrándome a la sala.
—Podemos verla en mi habitación —se ofreció Johan, pero cuando se dio cuenta de que podía ser malinterpretado, se aclaró la garganta —. No me refería a eso o bueno, tú me entiendes.
Lo medité un poco, ya estaba familiarizada con su cuarto, así que no vi problema. Tenía la certeza de que Griselda y Katy dormían, no quería molestar y menos darle cosas para pensar, después de lo ocurrido en la cena.
Lo siento, no podía olvidarlo.
—Espero que tu cama tenga suficiente espacio, me voy a poner cómoda.
—Estás chiquita, entras y sobra —se burló.
—Aja, el resto del espacio lo vas a ocupar tú, con lo alto y gigante que eres.
Estaba de sobra llamarme enana, apenas me ganaba por unos cuantos centímetros.
La película todavía no terminaba, pero ya me había conseguido sacar un par de sollozos.
Por suerte, estaba acompañada por una persona igual de melodramática que yo, haciéndome pasar menos vergüenza.
No acostumbraba a llorar en público, a pesar de hacerlo a menudo.
Johan comenzó a llorar al mostrarse los créditos y esa vez, fui yo quien le paso una toalla. Iba preparada para la ocasión.
—Veamos el cielo —pedí, después de ver la pantalla negra por unos largos minutos—, por favor.
Estar bajo las sabanas era cómodo, pero deseaba poder compartir las vistas al cielo, una vez más con Johan.
Es parecido a cuando le muestras algo que te encanta a alguien y ese alguien, no se burla y lo disfruta contigo.
Esa emoción, era inigualable.
—Si quieres —accedió.
Ambos nos encontrábamos sentados en el suelo de su balcón, recordando a Johan sin coche y Ada miedosa.
El clima de aquella noche era bastante bueno. No hacía ni frío ni calor.
—¿Te puedo preguntar algo? —dijo Johan, de la nada.
—Creo que te la debo —le dedique una sonrisa de boca cerrada, a la cual él correspondió.
—No quiero incomodar y si quieres puedes no responder —avisó—, ¿por qué Michael?
—Que tiene —reí, no pensaba que su duda trataría de eso.
—Pues... Ya sabes, no me imagino verte con él —encogió los hombros en un acto rápido, como si le restase importancia y solo fuera una pregunta banal—, ha estado cerca de mi grupo de amigos desde hace bastante, no lo conozco mucho, pero no sé, ¿es como muy violento?
—¿Cómo estás tan seguro?
—La mayoría de las veces que compartimos ratos, fue en fiestas.—lo decía como si eso explicara todo— Lo he visto.
Bueno, tenía sentido. No conocía tanto a Michael después de todo. A pesar de ser pareja, estaba tan centrada en mirar hacia el futuro que no le daba importancia a lo demás, sus celos cada que un chico se me acercaba en clase, sus agresiones, cuando se terminaba disculpando y yo lo perdonaba porque creía que él sería mi presente y mi futuro.
Que sé yo, me desconozco.
—Supongo que aceptamos el amor que creemos merecer —sonreí.
—¿Jodes? —dejó salir una corta carcajada— ¿Citas a las ventajas de ser invisible?
Asentí, manteniendo mi sonrisa.
Siempre había querido usar esa frase en alguna ocasión y ahora que se dio la oportunidad, estaba orgullosa de que Johan como buen cinéfilo, se diera cuenta.
—Qué caos —murmuro.
Era irónico murmurar, mi cabeza estaba recostada en su hombro. Se iba a convertir en costumbre a este paso, pero no me molestaba y él se veía cómodo.
—Si, ¿la adolescencia siempre es un caos, no? —pregunte, reflexionando.
—La vida sin caos es algo aburrida.
—Ya quisiera vivir aburrida si eso significa que el caos se mantendrán lejos.
—Te aseguro que no.
—Tú qué sabrás —solté una pequeña risa, con burla.
—Si quisieras ser aburrida, no reirías y tampoco te divertirías, eso desataría un caos, ¿no te parece? —fue su turno de burlarse.
Touche
—¿Tú lo sabes todo o qué?
—Si te das cuenta, tiene lógica.