Apenas y pude tomar apuntes. Y con eso me di cuenta de que estaba bastante mal cuando razoné que me llevó un esfuerzo enorme realizar esa tarea que, por lo general, me era tan facil. Concentrarme en clases era algo importante para mí, fundamental, algo impuesto y necesario; nunca estaba en otro lugar si mis profesores estaban dando la clase.
En medio de mi desconcentración corroboré lo que mamá me había dicho: estaba enamorada.
No pude centrarme completamente en lo que dijo el profesor durante la hora y media, mi cabeza solo registrando parcialmente lo que decía y eso solo para anotar algunas que otras cosas en mi cuaderno. Estaba segura que un aproximado del ochenta por ciento de mi cabeza se encontraba solo atenta al chico a mi lado... a mi lado.
Dios.
Otro quince por ciento estaba destinado a darme cuenta de lo estúpida que me estaba viendo: el temblor de la manos, la inquietud de mi pierna, la respiración fuerte e inestable, casi como si estuviera jadeando... y el otro cinco por ciento pues, eso ya lo había dicho; apenas y en la clase.
El profesor había hablado largo y profundamente del primer contenido del trabajo, y eso era algo que me daba mucha impotencia haberme perdido, porque era algo que me hubiese gustado comparar con lo que había hecho y cerciorarme de que iba bien.
Me daba frustración, sentía... rabia, enojo conmigo misma porque mientras yo estaba hecha una idiota por el chico, éste apenas y reconocía mi presencia. Y la cosa era que eso también era algo que dolía.
No nos habíamos ido de rosita ninguno, pero Adrién estaba tan impasible por lo que había hecho que el que le dejaran el trabajo sobre la mitad de la nota fue algo que también lo dejó inmune.
A los demás nos lo habían dejado sobre el ochenta por ciento, y como castigo adicional por haber rechazado a nuestros compañeros: seguiríamos trabajando así, juntos, de la misma manera cada vez que él formara trabajos en pareja y en grupos.
Suspiré.
No había mejor castigo puesto que al parecer todos nos desagradabamos —unos mucho más que otros, al parecer—, pero, al final, al menos, alguna punta quisquillosa teníamos contra el otro.
Por quien más lamentaba todo era por Samuel.
Al final, al final, había tenido que trabajar con Jeff. Y no era que no lamentara cómo había terminado todo solo por eso, no, pero es que trabajar con Jeferson debía ser el castigo más...fuerte. Y ese le había tocado a Samuel. Samuel que ni siquiera había iniciado todo esto. Y yo me consolaba pensando en que él al principio también le había tocado trabajar con el chico, pero, después de que ya había sentido el alivio de que eso no iba a pasar para que, al final, sí que terminara sucediendo era cruel.
Dejé que Samuel se quedara con lo que habíamos hecho porque sentía que tenía que recompensarlo de algún modo, y además hacerle todo esto más fácil.
El equipo de Adrién tenía algo, así que ya vería si podíamos continuar a partir de eso.
La clase se acabó y entonces yo me hallé corriendo detrás de él; la mirada insípida que me fue otorgada cuando le informé que nos reuniríamos en mi casa me dejó con los ánimos por el suelo.
Los dientes me crujieron y la mandíbula me dolió cuando pensé en que estaba siendo tan difícil. No sabía cómo me había ganado su desprecio, pero me lo había ganado. Eso estaba más que claro.
—¿Estás lista?
—Lista —le dije a mamá con un imperceptible asentimiento y caminé tras ella.
Me esperó, pero no me di cuenta sino hasta que levanté la cabeza y la miré observarme al principio de las escaleras.
—¿Ah? —Me acomodé el bolso y me apresuré a estar a su lado.
—No sé —Ella me miró—. Dime tú —Solté un suspiro y dejé que me tomara del brazo para que nos guiara hasta la puerta.
—No lo sé.
—¿No lo sabes?
—No, no lo sé. Estoy tan...
—¿Confundida? ¿Revolucionada? —Asentí.
Un suspiro de cansancio me brotó de los labios cuando estuve sobre el asiento del auto y dejé caer mi cabeza sobre el respaldo.
—¿Qué pasa? ¿En qué estás pensando?
—Al final sí trabajaré con Adrién...
—Adrién...
—Adrién —Asentí y una casi sonrisa se formó en mi boca cuando me di cuenta de que mi mamá había dicho el nombre como si saboreara algo agridulce.
—¿Qué pasó? —Se interesó mamá con voz tranquila, como si no quisiera presionarme pero tampoco darme a entender que no le importaba lo que estaba por decirle.
Miré afuera, al camino que pasábamos sin prisa pero tampoco con lentitud.
Íbamos rumbo a la peluquería y allí también estaría esperándonos Bárbara, la amiga de mamá. A según ella porque yo, por iniciativa propia, nunca encontraría tiempo para nada más sino que para estudiar. Ella tenía que arrastrarme a todos lados; también fuera de mis estudios.
—Pues que estaba mintiendo —dije con voz de agotamiento, un encogimiento decaído siendo realizado por mis hombros.
—¿Quién estaba mintiendo?
—Adrién.
—¿En qué? —Miré a mamá cuando me di cuenta que ella estaba sacándome las cosas de a cucharadas, y no estaba protestado por ello.
Suspiré de nuevo y restregué mis ojos cuando me di cuenta de que estaba siendo difícil.
—Lo siento.
—¿Por qué? —Mamá era tan suave, y tan comprensiva, y tan... Yo la amaba tanto.
—Por ser así. Sé que solo quieres saber qué me pasa porque te intereso, y estoy siendo tan... ingrata, pero es que lo que pasa es que ni siquiera yo sé qué me pasa. Ya sé, ya sé... Estoy enamorada, pero, ¿tiene que ser así? —La miré, intensa, como si quisiera que ella me diera respuestas—. ¿Tan...duro? Estoy tan... —Me desinflé y volví a dejarme caer sobre el respaldo.
»¿Me tenía que enamorar de él? Él, que ni siquiera me traga. Ni siquiera como amiga. ¡Ni como compañera, nada! Me mintió, nos mintió porque...porque no quería trabajar conmigo.
—¿Cómo sabes que no quería trabajar contigo? —Mamá quería que viera las cosas desde otra perspectiva.