Una amistad perdida
A medida que crecemos, nos damos cuenta que las amistades no siempre son para toda la vida, aquellos que imaginábamos que estarían para siempre... al final se distanciaron en el camino. Nos damos cuenta que recibir un mensaje por las mañanas de nuestros seres queridos ya no es tan valioso como mirarlos de frente, abrazarlos y pasar un buen rato. Que ahora es necesario alejarnos de las presiones cotidianas de la vida adulta, hacer recuento de los daños y disfrutar de la compañía de los otros.
En la adolescencia, a la mayoría nos es sencillo crear lazos de amistad y contamos con un gran número de ellos, pero para otros es realmente una tortura. En mi caso ocurrió lo primero.
Poco a poco los lazos de amistad se fortalecen con la confianza, los secretos y complicidad en los actos.
Eventualmente, te das cuenta que eres más compatible con la forma de pensar de algunos y te vas haciendo más próxima a ellos. Evitas a toda costa a las personas que debilitan tu integridad, te alejas poco a poco de ellas; pero tú y yo seguíamos en el mismo camino.
Recuerdo la primera vez que probamos juntas el alcohol, era algo realmente horrible pero lo hicimos juntas por diversión. Poco tiempo después una de nosotras era más resistente a sus efectos y la otra no tanto pero eso no fue motivo para distanciarnos.
Esa vez que fuimos a la playa y por un mal de amores se me paso la mano con el alcohol y cigarros tú cuidaste de mí, fuiste paciente con mi corazón roto y me ayudaste a reconstruirlo de nuevo.
-Él te está haciendo daño, no puedes seguir así.- Esas fueron tus palabras. Yo no sabía lo afortunada que era en ese entonces.
Era un desastre, no me importaba mi imagen con tal de recibir atención de una persona que no valía la pena, pero aun así tú estuviste allí y no me abandonaste, el contrario todo ello nos unió más.
Fuimos testigos de grandes éxitos musicales y esperábamos cada fin de semana para salir de fiesta y bailarlos juntas. Compartíamos nuestras primeras experiencias amorosas y las muchas desilusiones que llevamos, platicábamos de nuestras dudas sobre el sexo pero siempre coincidiendo en la idea de que tarde o temprano lo experimentaríamos con alguien y lo haríamos con protección.
Éramos enemigas de la coquetería y preferíamos andar con los chicos buenos.
Criticábamos a las niñas que se divertían detrás de las canchas con su galán en turno que podía meter la mano bajo la falda del uniforme.
Nuestras madres se conocían lo cual era pretexto para ser tapadera de la otra cuando teníamos que encontrarnos con el novio o simplemente pasar el rato platicando de nuestras aventuras. Cuando nos dimos cuenta únicamente éramos tú y yo por la vida y agradecía infinitamente por tenerte como amiga.
-Lamento mucho tu pérdida, me voy a quedar contigo todo el tiempo que sea suficiente.-
Esas fueron tus palabras cuando perdí a mi hermana por una repentina enfermedad. Ese día no lo olvido, ella llevaba una semana en el hospital y en toda mi vida nunca había ido a visitar a un enfermo de gravedad y solo conocía el área oncológica por la televisión.
No sabía cómo actuar ante la situación familiar, la noticia de la enfermedad nos llegó de golpe y sin previo aviso, no olvidaré el rostro de mi madre al enterarse de la noticia, nunca la había visto llorar de esa forma, pero a pesar de ello se armó de valor y buscó la manera de darnos ánimos; tal vez por ello siempre trato de ver el lado positivo en todo, porque ella me ha hecho a su manera.
Una notificación de Whatsapp en mi móvil llego aproximadamente a las 7:15pm.
-Ven al hospital, es urgente-
El remitente era conocido, no abrí el mensaje, solo lo leí desde la ventana de notificaciones pero fue suficiente para alterar mi corazón en un punto desconocido.
-Debo irme maestra, mi hermana está en el hospital y me acaban de notificar que debo ir de inmediato-
No esperé a recibir la autorización de la profesora, tomé mis cosas y salí corriendo de la universidad. El hospital se encontraba a unas calles, entonces caminando llegaría en unos 5 minutos, los cuales fueron los más largos de mi vida. Durante el trayecto las lágrimas comenzaron a nacer de mis ojos pero no quería llegar así, me arme de valor y entre en la sala de espera.
Todos estaban serios, por ningún lado vi a mi madre o padre. Algo no estaba bien.
Pregunté a la persona que había enviado el mensaje y dudo en revelarme la verdad. No entendía cuál era el problema ¿Por qué no me decían que ocurría y ya? ¿Me creían incapaz de manejar la verdad?
Insistí y por fin me confirmaron lo que mi corazón ya sabía: ella había fallecido.
Años después se me ocurren muchas formas de cómo actuar y sobre llevar ese momento.
Solo basto un mensaje de texto para que estuvieras conmigo. No necesite dar explicaciones o razones de porque te necesitaba pero estuviste allí. Tal vez parezca obvio, pero nadie sabe que para esa época ya nos habíamos distanciado un poco.
Habíamos dejado de frecuentarnos cada fin de semana, ya no íbamos a las mismas fiestas ni a los mismos lugares. Tú tenías nuevos amigos y yo igual. La excusa más usada era que la universidad nos absorbía todo el tiempo y nos limitábamos a intercambiar algunos mensajes dos veces por semana. Veíamos la vida de la otra a través de las redes sociales, pero a pesar de ello, seguías a mi lado.
Lograste ser buena amiga; escuchando, aconsejándome y respondiendo a mí llamado siempre. Me compartiste tus tristezas, alegrías y fracasos, yo los guarde con el más grande celo y aun después de romper con nuestra amistad me niego hablar una sola palabra de ti, porque te debo toda mi lealtad.
Nuestro lazo era realmente fuerte, ¡fue fuerte!, tanto que me resigne a perderte en más de una ocasión.
Nunca tuve que fingir contigo, era realmente sencillo ser uno mismo. Me querías tal y como era y me gustaba mucho.
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Editado: 29.04.2020