Bajo del coche de Peter una cuadra antes de llegar al prado de la feria. Maxwell y yo acordamos salir juntos para venir a visitarla, hace más de cinco años que la feria no vine a la ciudad y tengo muchas ganas de visitarla otra vez. Él no está muy contento con la idea, los lugares con mucha gente le aburrían y se mareaba con facilidad en los juegos de altura, tanto que la primera vez que vinimos terminó vomitando en un cesto de basura luego de subirnos a la montaña rusa.
Camino entrando por el predio de la feria y me dirijo hasta nuestro lugar de encuentro, la feria es mucho más grande de los que recordaba, compuesta por anchos pasillos que tienen a sus lados puestos de comida y juegos llenos de personas pululando por el espacio. Hay niños corriendo a los stands de algodón de azúcar y otras parejas haciendo la cola para los autos chocadores. Es parecido a un parque de diversiones pero algo más pequeño.
Llego hasta la plaza central decorada con globos y otros puestos de juegos, además de un corral de caballos para dar una cabalgata. Maxwell está recostado contra la cerca de madera entretenido con su celular. Lo llamo alzando la mano y levanta la vista para verme.
— ¿Listo para un día de diversión? me traje las botas más cómodas para dar los mejores paseos. ¿Por dónde empezamos? — pregunto emocionada cuando llego a su lado. Me sonríe sin muchas ganas, había costado mucho convencerlo de venir, además de haber vomitado en un cesto de basura, también se había llevado un susto tremendo cuando decidimos dar un paseo por la granja que se monta el parque y una cabra loca le mordisqueó los pantalones dejándole un agujero tremendo en el trasero. Desde esa vez odia el parque, todavía no entiendo el por qué, a mí me había quedado un lindo recuerdo y una foto para recordarlo, pero el no lo veía de esa forma.
— A donde quieras menos al corral de las cabras — Declara con espanto, me río aceptando sus condiciones y le tomo las manos para comenzar nuestro recorrido por los stands de juegos.
Me desconcierto cuando en el puesto de tiro al blanco veo dos siluetas conocidas. Una femenina con pelo castaño y otra de un chico más alto que llevaba puesta una camiseta con el logo de Batman.
El oji-verde también se fija en ellos reconociéndolo, yo intento desviarnos del camino para evitarlos, apretó mi agarre de su brazo cuando da un paso intentando acercarse a ellos.
— ¿Por qué mejor no vamos a...?
— Vamos Ash, no seas aburrida. Son nuevos, nos les vendría mal algo de compañía— Y aparta su brazo de mi mano dirigiéndose hacia dónde están, yo me quedo allí mirándolo hastiada mientras el coloca su mano en el hombro de la castaña y ella se voltea sobresaltada por el susto, luego lo ve y le sonríe. Se saludan con una sonrisa y se quedan hablando. Resignada me acerco a ellos, no iba a estropear mi día en la feria.
Saludo con un gesto de mano rápido a Kate que me lo devuelve sin mucho esmero y me coloco en el espacio libre que queda en el juego de tiro al blanco. A mi costado Hayden se concentra en su tiro. No me habla cuando me ve a su izquierda y yo tampoco lo hago, solo me dispongo a tomar la pistola de juguete frente a mí y apuntar hacia el espacio que me marcan.
Mis ojos viajan hasta donde Maxwell y Kate esperan, ellos también son un dueto y están logrado llevarse bien, tanto que parecían amigos de años charlando. La castaña está de espaldas a su mejor amigo y por consiguiente a mí también, habla con Maxwell animadamente y veo cómo van hacia el puesto de al lado, donde los dos se ponen a pescar manzanas desde un barril de madera con una caña de juguete.
— ¡Felicidades! — Oigo que el encargado de nuestro puesto pronunciar a mi costado. — Elige el premio que tú quieras
Me volteo y veo a Hayden observando los diferentes peluches. Hay uno que parece ser un superhéroe con una capa roja y otro vestido de rojo y con dos rayos en su cabeza, no necesito conocerlo como para saber que elegiría uno de esos, pero me sorprende cuando segundos después, quita la vista de ellos y apunta a la princesa de pelo rosa.
El encargado le alcanza la muñeca y él la toma para luego voltearse y dársela a una niña pecosa que pasa por su costado. Ella se lo agradece dándole un abrazo corto y corre hacia donde están sus padres, veo que estos visten de forma algo precaria y sonrío cuando veo a la niña mostrarles feliz su nuevo peluche.
Hayden y yo compartimos una mirada de dulzura al verla irse hacia otro lado con su muñeca en mano.
—Es un insulto que pongan a la princesa chicle al lado de los DC Cómics — Apunta a los otros muñecos. No entiendo a qué se refiere pero asiento. Él lleva sus manos a la cadera sintiéndose heroico. Parece tonto.
— ¿Dónde están Kate y Maxwell? — Pregunto cuando veo que ya no están en el puesto de las manzanas. Se encoje de hombros y saca el celular de su bolsillo trasero pero descuelga la llamada luego del sexto tono.
— Puede que estén en la casa del terror, a Kate le encantan esas cosas y habíamos quedado de ir luego de jugar en los puestos.
A Maxwell también le gustaba la casa de los sustos, más que cualquier otra atracción, en realidad. Era de esperarse que hubiera preferido irse con ella.
— Voy, ¿me acompañas? — Indaga mirándome.
Miro el puesto donde todavía estamos. Aún me quedan cinco tiros a mi favor y no me vendría mal relajar mi molestia ates de arruinar todo. Se suponía que esto era una cita, de esas que los novios disfrutan cuando están saliendo. —Valiera la redundancia— Habíamos acordado darnos una oportunidad, dejar de ser solo un ligue para el otro y comenzar a entablar algo más formal entre nosotros. ¿Desde cuándo era parte de una cita tu compañero te dejara plantada para meterse con otra en la casita del terror?
— Deja que termino y voy. Vete adelantando si quieres — le digo y acto seguido apunto hasta el redondel rojo. Da directo en su centro. De un solo tiro llano y limpio, Hayden acepta y se va en busca de su mejor amiga y mi novio, yo aguardo unos minutos más en el puesto. Un niño ocupa el asiento libre que queda a mi lado y se ríe de mi cuando fallo el segundo tiro al distraerme. Me echa la lengua y pone sus manos alrededor de sus orejas simulando un bufón no deja de reírse hasta que vuelvo a fallar mi tiro. Lo miro mal y gasto el penúltimo que me queda impactando la bala de goma y atravieso su arillo interno obligándolo a perder su turno. El encargado lo mira con lástima sin darse cuenta de lo que pasó y le pide que se baje del asiento para que otra persona tome su turno.