Cuando mi rostro se desencaja por la sorpresa el castaño comienza a partirse de la risa en mi cara. Se aleja de él enseguida y me separo de la columna en la que había quedado arrinconada.
— Tendrías que haber visto tu rostro — Continua carcajeándose y yo sigo conmocionada — ¿Te lo creíste?
— Ni en tus sueños, idiota.
Lo aparto de mi empujándolo por el hombro y el trastabilla hacia atrás rodando los in escalones de piedra hasta caer en el césped húmedo de rocío.
— Eso no fue divertido — Se queja sobando su cabeza, soy la que ríe ahora mientras él se limpia las rodillas de sus pantalones con la mano.
— Agradece que son las escaleras del patio y no las del gimnasio ¿o qué? ¿Prefieres rodar por veinte escalones?
El castaño vuelve a quejarse y se levanta del suelo.
— No soportas ni una pequeña broma— Comienza a subir las escaleras — devuélveme mi chaqueta.
— ¿Perdona? — Lo miro incrédula cuando tiende su mano delante del abrigo — Vale, si la quieres de regreso tendrás que tomarla.
Me aferro a la chaqueta y bajo las escaleras de un solo salto. Mis pies se congelan cuando tocan el césped helado y Hayden viene tras de mi cuando me escondo entre los árboles, me sigue, esquivándolos y logro escaparme de él cuando obstaculiza mi paso, salto los arbustos que atraviesan mi camino y corro hacia la escalera para volver a subir los escalones antes de que pueda atraparme.
— ¿Tan poca resistencia tiene un basquetbolista?— Me mofo de él cuando lo veo tomar aire por la boca y apoyar sus manos sobre las rodillas a metros de mi — Y aun así te eligieron, que fraude.
— ¿Y tanto te exigen en las porristas?— Inhala profundo, acercándose — ¿Nunca pensaste en ser maratonista? — ioniza
Niego con reproche — A ti te exigen demasiado poco en el básquet. El entrenador Johnson está perdiendo su toque.
Hayden termina de acercarse subiendo el primero de los escalones, rueda ojos cuando le contesto.
— ¿Por qué no mejor nos vamos?
— ¿Estás loco? No puedo irme siendo la encargada del lugar— Recrimino con la sola idea de algo falle y la fiesta se arruine. Hayden se acerca hacia los ventanales y por los cristales del pasillo retumba la música desde el gimnasio. Alza una ceja mirando hacia dentro, nada parece salirse de control.
—No creo que se den cuenta si te ausentas un rato.
Bajo con él hasta quedar frente a las ventanas y me percato que lo que dice es verdad; todo parece marchar bien y ninguna persona salió a buscarme cuando me fui. Estoy sola, acompañada por el castaño y si nada malo ha sucedido hasta ahora, puede que no suceda durante las próximas horas.
El oji-azul se mantiene a mi lado, sin comentar nada. Dejo salir un suspiro y seguido a esto me dirijo a él:
— Y bien ¿A dónde vamos?
Dos días después de la fiesta, cuando es lunes y no tengo que levantarme temprano para ir a la escuela; me despierto a las diez AM con tiempo de sobra y me arreglo sin mucho esmero para ir a la casa de mi compañero de dueto. Acordamos aprovechar la semana de vacaciones para esmerarnos en escribir una buena letra que nos lance directo a la final.
Pero también le prometí al tío Frederick cuidar de Sarah estos días; sin escuela él no tiene a nadie que pueda hacerse cargo de ella, yo me ofrecí de buena gana cuando lo comentó. Ya la cuido por las tardes, hacerlo durante cinco días en la mañana no es problema.
Tres calles después, caminando sobre las nuevas plataformas Prada que el domingo a la tarde compré cuando visité con mi madre una nueva zapatería, veo el jardín de Hayden a lo lejos, él está parado a un costado de la cerca y también me ve cuando alza la cabeza en mi dirección.
Levanta su mano saludándome cuando llego a su lado.
— Mi madre te envía saludos — Me comenta luego de cerrar la cerca y salir a la calle— Intentó salir para saludarte por su propia cuenta, pero sé que si se quedan hablando llegaremos a la casa de tu tío a las diez de la noche.
— No exageres — Bramo mientras seguimos nuestra caminata calle abajo por la avenida principal— Tendríamos menos de que hablar si me invitaras frecuentemente, es tu culpa por no querer que socialice con tu madre más seguido.
—Si fuera por mi madre, ella ya me habría cambiado por ti como hija. Es más, a mí y a Luke. En esa casa la única que le cuenta los buenos chismes es Magalí y con esto de que está todo el día ocupada con trabajos de la Universidad se aburre, ahora la que la mantiene pendiente de los chismes del barrio eres tú.
— No hablamos solo de «Chismes de barrio» Como dices tú —Defiendo y cruzamos el semáforo.
— No, claro. — Ironiza—Si chismes no es hablar del nuevo marido de esta y del divorcio de aquella otra, o de la pelea en la peluquería de doña Gertrudis o la metida de cuernos que se comió la señora Ponzina— Blanquea los ojos mientras lo dice, yo lo miro ofendida de que él piense eso de su madre y de mí. No solo hablábamos del marido de la Sra. Eleonor o la pelea de doña Flora y doña Mirtha también comentábamos la poca seguridad de la ciudad y el precio de las naranjas de la tienda de Don Braulio.
Grosero.
— El día que te cases, pobre de tu mujer. Se va a aburrir contigo y tu poco interés por la vida de las personas.
— Cariño, eso no es falta de interés, sino decencia de no meterse en los asuntos del resto. — Suelta con falsa elegancia y le golpeo las costillas con el codo — Además, si me caso no será con una quisquillosa chismosa. Y todavía me falta mucho por vivir como para tener que atarme a alguna chica.