No lo dejaron ir, pero no le importó después de que comenzó a comer, vio el espectáculo de karaoke de los sobrinos de Alicia y rio hasta casi orinarse al escuchar las anécdotas de sus tíos, estaba cómodo con la familia de Alicia, rio mucho, como no era frecuente en él, quizás solo con Daniela, la recordaba a ratos y se entristecía, lo que más disfrutó fue ver a los más pequeños abriendo sus presentes de Navidad. Disfrutó la comida aunque probó poca, ya había tenido un desayuno pesado.
Alicia lo miraba risueña.
—¿Esto es tan malo? —le preguntó. Él negó. Le sonrió débilmente.
—No, solo que yo no tengo con quien vivir esto.
—Conmigo, pues, en mi mesa siempre habrá un lugar para vos en Navidad, año nuevo, y acción de gracias, ese viaje que te inventas ese día… No está bien Tim, debes enfrentar tus demonios.
—Lo sé.
—Como esa chica Daniela, ella es fuerte, nada fácil le ha tocado, pero va y se topa con Adela, no digo yo, hay gente con mala suerte en esta vida.
Tim ladeó la cabeza.
—¿Cómo?
—Sí, bueno eso que averiguamos, quién sabe cómo le irá ahora que Adela ya no la necesita.
—Yo solo averigüé que Adela la contrató para infiltrarse como mi asistente y que fingiéramos que éramos novios.
—A ese cuento, le falta un pedazo.
—¿Cuál Alicia?
—¿Pero vos no sabéis, pues?
—No, obvio, no, ¿Qué sabes tú?
—La chica era odontólogo en Venezuela, su mamá enfermó de cáncer, no tenía dinero, ella estaba recién graduada, nada que levantaba cabeza, no le iba bien, sus hermanos, sin carreras, poco hacían, ella se arriesgó a venirse para acá, por días caminó en el desierto, con muchos peligros, la detuvieron, como a todos que agarran, y estuvo en el centro de detenciones para mujeres, donde Adela un día fue a hacer su caridad, sabes cómo es de falsa, ahora te lo puedo decir.
Tim afirmó, la oía atento.
—Ella la vio bonita, arregladita, pagó su fianza, sus abogados, le regularizó los papeles, la compró prácticamente. Pagó el tratamiento médico de la mamá de ella, y cuando la gafa creía que se había encontrado con un ángel, el ángel empezó a cobrarle. La tenía de esclava en su casa, sin pagarle ni nada, hasta que le dio ese trabajo contigo.
Tim tragó grueso. No imaginaba que Daniela hubiese pasado por todo eso, siempre alegre y sonriente, y claro que amaba la Navidad, solo que no podía vivirla como quería. Sintió un nudo en el estómago.
—¿Sabes dónde puedo conseguirla? —preguntó.
Ella abrió mucho los ojos y afirmó. Tim condujo hasta el lugar que Alicia le indicó. Al bajarse del auto, la vio, servía sopa en el comedor común del albergue, sonreía mientras lo hacía. Miró la hora: 12:19 am. Ya era Navidad.
Se quedó mirándola desde el otro lado de la calle, ella reparó en él y dejó de sonreír, miró a los lados con nerviosismo. Él caminó hacia ella dando largos pasos. Le sonrió, los ojos de ella se iluminaron.
—Feliz Navidad —dijo Tim.
—Feliz Navidad —respondió ella sonriendo nerviosa.
—Así que esta es tu casa.
Ella se encogió de hombros y afirmó. Limpió una lágrima que se le salió.
—Sí.
—Lo siento mucho Daniela.
—No, yo lo siento, tuve opción, podía hablar. Tenía un compromiso con ella, pero no debía hacerte daño.
—¿Compromiso? Te usó, se aprovechó de ti.
Ella negó, sonrió ligeramente.
—Salvó la vida de mi mamá, no estoy presa por ella. Me usó sí, pero… Salí ganando. Te conocí —dijo y se echó a reír.
—Ella, quizás… Revierta todo lo que hizo por ti… Y…
—Me regreso a Venezuela, que me deporten, que me cobre todo lo que gastó, moriré endeudada, pero te conocí y salvó la vida de mi mamá. Eso no se puede revertir —dijo segura.
Él sonríe y afirmó.
—No, eso no se puede revertir. ¿Odias la Navidad?
Ella se echó a reír, negó.
—Me encanta, la adoro, duermo con camisetas que dicen: Feliz Navidad.
—Ya lo sospechaba.
Los dos rieron.
—Sabes, no tengo un plan para Navidad ¿Qué dices si le llevamos juguetes y desayuno a los niños del orfanato aquel? —preguntó Tim.
—Me encantaría —rio.
—Bien, podemos hacer eso.
Se miraron a los ojos mientras sonreían. Ella era especial, había mentido, sí, como Alicia, como él mismo. Ella se merecía una segunda oportunidad y él también.