Una caída estrellada [trilogía Juegos Mentales]

TRES

  • Creo que no despertará. – dijo una voz divertida con un tono curioso.
  • ¿Le tomaron el pulso? – mencionó una voz femenina madura.

Abrí mis párpados pesadamente. Llevé mi mano a mi frente, la tenía muy caliente. Delante de mí estaba aquella señora de pañoletas tomándome la otra mano intentando tomarme el pulso, o eso supuse y a mi lado estaba el chico de silla de ruedas, más atrás pude ver un muchacho castaño que reía mientras me observaba.

  • ¿Dónde estamos? – pregunté buscando esperanza que todo lo anterior haya sido un sueño.
  • ¿No lo ves, hija? – me respondió tal señor, no me sorprendí por el hecho que era normal que me llamara de ese modo alguna mujer desconocida. – estamos en esta cosa rara en Belg… ¿Cómo dijiste que se llamaba Mathew?
  • Ah, Burgosia, el planeta naranja. – respondió el chico de cabello castaño, este estaba desconcentrado cuando la señora lo nombró.
  • Eso, llevabas tres días inconsciente. ¿Algo más que quieras saber…? ¿Cuál es tu nombre?
  • Julianne. Sí, ¿cuántos somos?
  • Oh somos…- la señora fue interrumpida por el chico de silla de rueda.
  • Ahora es mi turno de hablar señora Affers. Los que tocamos este planeta fuimos diecinueve, pero eso no duró por mucho, ayer al señor Trump, creo que ya sabes quien es, se le ocurrió llamar a la NASA y preguntar que estaba ocurriendo, y cómo sabes un teléfono no funciona fuera del Planeta Tierra, entonces él, junto a otras seis personas salieron volando por los aires, y desde ahí somos doce personas. - terminó de explicar el chico con su voz carismática.
  • ¿Y quienes son los doce en total? – pregunté.
  • Bueno, yo, como ya escuchaste soy la señora Affers. – clarificó la señora, ni quise preguntar por su esposo ya que seguramente era una de esas seis personas.
  • Yo soy Mathew, vengo de Holanda. – se presentó el chico castaño que me había dicho el nombre del planeta.
  • Hmmm, yo simplemente soy Alex y este, - mencionó el chico apuntando a su silla de ruedas, - es Mike.
  • Los de allá son las otras personas que están tratando de saber que ocurre en la tierra, o que pasó en realidad. – mencionó Mathew apuntando hacia ellos que estaban unos metros más allá.

Sentía que seguramente en esos tres días habían ocurrido una lista de cosas de las cuales no me enteré.

Mi estómago rugía de hambre y lo único que hacía era mirar hacia las estrellas lejanas que subían, y bajaban como si fuesen las pulsaciones de alguien y nosotros estuviésemos dentro de esa persona.

Se me ocurrió ir a unirme al grupo donde estaban todos, conmigo arrastré una chaqueta gruesa que al parecer me la habían prestado.

 

  • Hola. – saludé.
  • Hola. – me respondieron todos en distintos tiempos.
  • Hola, ¿Cómo te sientes? – me preguntó Mathew.
  • ¿Bien y tú? – respondí, devolviéndole la pregunta.
  • Bien, supongo, nadie debería estar bien a miles de kilómetros de su casa. – reí. - ¿vamos a ver con que nos encontramos en Burgosia?
  • Dale. – No sé como fue que hablamos con tanta confianza, pero después de todo parecía la persona más confiable.

Me habló sobre de donde venía y que era hijo de un gran político de su país, y alguna que otra cosa de su vida.

Nos sentamos encima de un pequeño levantamiento que tenia el cuerpo anaranjado a observar todo.

  • ¡Mira, una estrella fugaz! - me murmuró al oído, era notable que ambos sonreíamos. – pide un deseo. – no sabía cuál era la intención de Mathew.

Mi mente lo único que deseaba en ese instante era que todo fuese un sueño, segundos más tarde mi deseo cambió a un «ojalá que nada de esto fuese un sueño», nunca había estado tan cerca de un chico, ni tan cerca de una estrella, mi sueño desde pequeña era estudiar astronomía y conocer los nombres de cada estrella del universo, y en ese mismo momento tenía a un chico a mi lado y a millones de estrellas a mi alrededor.

Por un instante tuve los ojos cerrados, Mathew me había tomado de la mano. Una fuerte explosión se escuchó desde el otro lado de Burgosia y agitó el planeta naranja, me alcancé a sujetar de pequeño cerro, todo se movía de un lado a otro, Mathew se sujetaba de mi mano, pero al parecer no tenía la fuerza suficiente para mantenerse agarrado, sus manos bajaron a mis pies descalzos, sentía lentamente como sus dedos se resbalaban por mi piel, en un último momento ya no sentía su piel con la mía, simplemente se había caído al vacío, segundos más tarde un grito resonó desde las profundidades del espacio.



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En el texto hay: fantasia, universo, ficciongeneral

Editado: 14.07.2018

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