Alex fue mi mejor amigo durante toda la infancia, pero después de todo lo que ocurrió hace más de seis años preferí alejarme de él y sus amigos, al final termino siendo como las personas que tanto detestaba. Y a pesar de todo el tiempo que ha ocurrido sólo hemos intercambiado un par de palabras que incluso se pueden contar con los dedos de las manos pues nuestra relación no ha mejorado ni ha empeorado, por el momento. Pero en este instante esta frente a mí hablando civilizadamente, lleva un minuto y veintiséis segundos moviendo su boca sin detenerse ni un segundo y sin mentir ciento que han pasado horas, unas eternas y aburridas horas.
— Entonces Coleman— sus labios se curvan, al mismo tiempo que levanta sus cejas — ¿aceptas?
Me limito a mirarlo a los ojos, pero siento la necesidad de voltear y es cuando me percató de que una gran mayoría de alumnos nos están observando. Pero no digo nada.
— Piénsalo Coleman.
Da una leve palmada en mi hombro y se va con esa arrogancia que lo caracteriza desde hace un par de años. Para ser sincero no sé qué tanto salió de su boca, pero sea lo que sea que haya dicho mi respuesta es no.
Empiezo a caminar a algún lugar conocido para despejar mi mente, pero resulta imposible, ahora trato de recordar cual es la estúpida cosa que quiere que piense.
A lo lejos veo a Alaska junto a Adeline hablando muy animada mente, presiento que serán muy buenas amigas y espero que si lo sean o al menos que no peleen por tonterías. Esta realmente comprobado por estudios sociales que los amigos no existen o bueno hay excepciones, como en todo.
— Jake... — escucho la suave y tan reconocida voz de Renata — necesito mi cuaderno.
Parpadeó un par de veces tratando de recordar el por que tengo su cuaderno en mi poder y cual de todos los que me presto ayer.
— ¿Cuál me prestaste? — ella roda los ojos y enseguida decide hablar pero la interrumpo. — Si, ya se cual.
Le hago una señal para que me siga y suelta un bufido pero aún así me sigue, a veces pienso que Renata es un poco exagerada y sin humor, pero aun así me agrada.
— Oye Jake... — le entrego su cuaderno y lo sostiene con ambas manos — gracias, pero cambiando de tema, voy a hacer una pequeña fiesta no es por nada en especial sólo una fiesta — dice la pelirroja— me encantaría que asistieras.
Asiento sin ánimo, pero siendo sincero no tengo ganas de ir a nada donde haya alcohol, drogas y cosas realmente repugnantes que los adolescentes hacen en ese tipo de eventos, no ahora.
— Será en mi casa el sábado, no estarán mis padres, Emily McMillan la organizó yo solo apoye... también tengo el permiso de mis padres por si te preocupa — añade.
Pero es tentador si la fiesta la organizó Emily, ella organiza las mejores fiestas y lo sé por qué asistí a unas cuantas el año pasado. En donde para mi suerte no hice nada de locuras, solo bebí unas cuantas cervezas y baile un poco con Maddie.
— Lo pensaré, Reny — recargo mis manos en sus hombros.
Sonríe y me da un beso en la mejilla enseguida se percata de lo que acaba de hacer y soy testigo de cómo sus cachetes se tiñen de color rojo vivo y antes de que pueda decir algo sale a paso apresurado del salón.
Pero lo fuera de este mundo no es aquel beso, si no que Renata este organizando una fiesta eso, sí es sorprendente, más que el idiota de Alex hablándome.
Salgo del salón y todo es aparentemente normal hasta que unos desesperantes gritos de alguna chica me distraen, y puedo asegurar que provienen de un ser femenino por que son las únicas que gritan con tal fuerza y que son capaces de reventar los tímpanos, aún que claro hay algunos chicos —como Joe — que pueden superarlas.
Analizó el sur y el norte del pasillo, el este y el oeste y al parecer todo esta normal, entonces decido olvidar aquel grito y seguir con mi camino. Avanzó hasta llegar a las escaleras, pero es ahí donde me detengo.
Veo a una chica castaña sentada en la mitad de la escalera, sobándose el tobillo y maldiciendo a lo bajo. Lentamente me acerco hasta llegar frente a ella. Me siento en un escalón antes de donde ella se encuentra.
— ¿Te duele mucho? — pregunto, aunque la respuesta es mas que obvia.
Ella asiente con dolor.
— Será mejor que te lleve a la enfermería — digo — ¿no lo crees?
— Estoy bien — expresa en un murmuro — Un descuido, nada grave.
Le extiendo mi mano pero ella niega y hace el esfuerzo por levantarse y seguir caminando,
Pero ella niega y hace el esfuerzo por levantarse y seguir caminando, pero le es imposible ni si quiera puede detenerse por sí sola, necesita agarrarse del barandal de la escalera para poder estar de pie, la observo unos segundos y en su rostro puedo ver todo el dolor y sufrimiento de una torcedura de tendón o quizás un calambre. Se lo mucho que duele.