Estefi vuelve a revisar la habitación, reconoce que es impresionante, en la cama cabrían al menos cinco personas, la cómoda y el armario son bastante grandes, más que su habitación en Madrid, un pensamiento loco viene a su mente, queriendo sacar la duda de su cabeza, abre el armario.
—¡No!, ¡No puede ser! —exclama con una sonrisa.
Nerviosa y emocionada, mira toda la ropa, moviendo las perchas de detrás hacía delante, estudiando con rapidez cada prenda, vestidos, camisetas, chaquetas..., hay de todo.
Abre la cómoda.
—¡Oh!, ¿pero este tío quién es?
Remueve los cajones alucinando con la ropa interior, los bolsitos, pañuelos y demás prendas, de algunas no conoce ni el nombre.
"¡Espera!", se dice mentalmente, va al baño y ...
—¡Bingo!
Ahí hay de todo, jabones, champús, perfumes, maquillaje... todo lo que una mujer necesita, está en esos dos cuartos.
Recuerda lo que le ha dicho el mayordomo, se quita la ropa con rapidez y se da una ducha, disfrutando del aroma de los productos, todos nuevos.
Sale de la ducha y se envuelve en un albornoz blanco de algodón, muy emocionada va al armario, repasa de nuevo las prendas, coge un vestido y lo mira.
Está indecisa, luchando con ese orgullo que le dice que solo es ropa, mientras que su abuelo la ha abandonado, la dejó sola.
—No, Estefi, tú no te vendes —se dice a si misma, volviendo a guardar el vestido en su lugar y cerrando el armario.
Abre su maleta, saca un pantalón corto vaquero de color verde y un top amarillo, se lo pone, mirándose al espejo satisfecha por su fuerza de voluntad.
Vuelve al baño y mientras se mira en el espejo se maquilla, segura de que el tono verde tropical, va perfecto para la ropa que lleva, se quita los pendientes de aro y se pone unos iguales, los anteriores eran de plata, estos son simulación de oro.
—¡De chili! —se apremia con una sonrisa.
Justo en ese momento llega Luis, Estefi corre a abrirle, dejándolo con la boca abierta.
—¡Te he dejado flipao eh!
Luis vuelve a mirarla, espera que su abuelo sea capaz de mirar más allá de su vestimenta.
—No se puede hacer una idea, señorita, ¿vamos?, su abuelo la espera.
Estefi asiente y lo sigue por el largo pasillo, volviendo a observar casa detalle.
—¡Oye, estirao!, ¿por qué te pones ese traje tan feo?, pareces un pingüino —se ríe.
Luis se para en seco y la mira muy serio.
—Yo no hablo de su ..., manera de vestir, usted haga lo mismo.
—¡Vale, colega!, ¡tranqui!, si a ti te gusta...
—¿Qué tiene de malo? —le pregunta un poco curioso por su opinión.
—¡Umm!, nada, nada...
—¡Dígamelo!, acepto una buena crítica.
—Pues, es que, ¡no tiene color!, ¡es aburrido y triste!
—¿Aburrido y triste?
—¡Si!, ¿sabes que un estudio dice que los colores que vemos pueden afectar a nuestro estado de ánimo?
—¡Ah!, ¿si?
—¡Aja!, lo leí en la Cuore.
Luis se ríe, no de ella, sino porque nunca lo había pensado, puede que tenga razón.
Siguen caminando, le extraña que durante los últimos pasos la chica ha estado demasiado callada, la mira perplejo.
—¿Lista, señorita? —le pregunta antes de abrir la puerta del despacho.
Estefi lo mira mientras inhala y exhala.
—No, pero hay que coger al toro por los...
—¡Señorita!
—Vale, ¡me callo!, ¡es que estoy nerviosa!
—Tranquila, le aseguro de que está más nervioso él que usted.
Estefi le hace un gesto con la cabeza para indicarle que abra ya.
Cuanto la puerta le deja observar el interior, vuelve a alucinar, el despacho de su abuelo es enorme, tiene un montón de estanterías llenas de libros,
no había estado en muchas bibliotecas, pero estaba segura de que eran como esa habitación.
—¿Estefanía? —le pregunta un señor mayor que se acerca a ella.
Luis asiente con la cabeza, antes de salir, cerrando tras de sí y dejándolos solos.
Estefani lo mira, el señor tiene ojos dulces, poco pelo en la cabeza, y ese poco, blanco, es gordito, no sabe por qué lo imaginó como en las telenovelas, pero no la decepciona, al contrario, se siente aliviada, no esas que otro yayo común, como los de la residencia donde trabaja.
—¿No vas a dar un beso a tu abuelo?
Estefi da un paso hacía atrás.
—No, primero me tienes que explicar por qué me abandonaste.
—No tengo una buena excusa, Estefanía, era idiota, cobarde y no tuve el valor para enfrentarme a tu abuela.
—¿Mi abuela...?
—Si, aún vive, pero no está aquí, volverá en unos días, por eso estás aquí, ¡me harté de sus tonterías y caprichos!, ¡eres mi nieta, mi única nieta!, me gustaría tanto conocerte.
Estefi lo escucha atentamente, ahora con miedo hacía su abuelo, básicamente porque todos lo tienen.
—Yayo, ¿ella me odia?
—¡No!, ¡no puede odiarte sin conocerte!, lo que pasa es que tenía planes para nuestra pequeña Viviana, no fue capaz de perdonarla.
La chica se quedó pensando en lo que su abuelo le estaba contando, él le parecía, al menos como primera impresión, inofensivo y tierno, pero temía a su mujer.
—Estefanía, escúchame, no tengo mucho tiempo, ¡me muero!
Al decir esas últimas palabras, dramatiza un gesto que hace reír a su nieta.
—¡Qué te vas a morir anda!, ¡aún tienes pila para raro! —lo contradice, muy acostumbrada ya, a ese tipo de exageración por los ancianos que cuida.
—No, lamentablemente no, ya estoy mayor y estoy cansado, me gustaría mucho que tomases el mando de mi fortuna, de mi empresa.
Estefanía abre los ojos como platos, sin poder creer lo que está diciendo.
—¿Quién, yo?, ¡si no acabé ni la ESO!
Miguel sonríe.
—No tienes que preocuparte en ese aspecto, ni siquiera tienes que trabajar, mi socio lo hará por ti, solo quedarte aquí y disfrutar de las ventajas.
—¿A cambio de qué?, ¡porque nadie regala nada en esta vida! —pregunta muy avispada.
—De nada, de que me des la oportunidad de conocerte, de estar contigo y verte, algún día, vestida de blanco.
En ese último punto, la chica ya se ha perdido, ¿vestida de blanco?
—¡Espera, espera!, ¡rebobina la cinta, colega!, ¿verme cómo?, ¡no tengo novio, aún queda mucho, mucho, mucho, para que eso pase!
—Esa es la única condición, ¡hasta es perfecto que no tengas pareja!
Estefani levanta la ceja.
—¿Qué?
—¡Así podrás casarte con mi socio!, ¡es perfecto!
—¿Qué?, ¡no!, ¿qué? —se repite en shock, "¡el anciano está delirando!", piensa.
—¡Escucha!, ¡es solo un contrato temporal!, te casas con él para que pueda tomar el mando completo y un año después, te divorcias.
—¡No!, ¿por qué no se lo regalas y ya está!
—Porque no puedo, mi hermano tiene el cuarenta por ciento de acciones, se las compró a otros inversores bajo chantajes y amanezas, pero si consigo que mi socio se haga con el mando de la empresa, tendremos la oportunidad de echarlo y recuperar esas acciones, ¿entiendes?
—Pues no... ¡ni papa!
—Por favor, hija, no puedo permitir que mi hermano lleve a la ruina el trabajo de mis padres, y el mío propio, también es tu herencia... —le dice con una sonrisa suplicante.
—No sé...