Narra Dayana
Por un extraño motivo, han pasado 8 dias (y contando) que Abigail no ha venido a la escuela. Cuando le pregunto a Chris por ella, evita el tema y mejor se aleja; lo mismo con Óscar, aunque este prefiere cambiar la conversación. Todos (a excepción mía) saben dónde está, pero yo no... Quizá se fue de viaje, o se cambió de escuela... O... Quizá... Quizá solo se sintió mal estos días, o le dio influenza o el coronavirus, ay dios mejor ojala que no le haya dado eso.
Fui con Chris al parque, habíamos quedado en vernos. Me alegró que aceptara venir, pues casi ni habla conmigo.
-Hola Chris- dije al verlo acercándose a donde estaba yo, pero él no se veía igualmente feliz como yo. Me devolvió el saludo, con un desánimo notable- me alegro que hayas aceptado venir.
-¿Para qué querías qué viniera?- preguntó con seriedad.
-Chris, sé que sabes sobre Abigail, tú sabes dónde está, por favor, dime la verdad, sin mentiras y sin irte como siempre.
-...No creo que quieras saber lo que le ocurrió.
-Sí quiero- respondí inmediatamente.
-... Bueno, ella... Está... Está en el hospital, grave, por intento de suicidio...
Narra la narradora.
Los padres de la joven estaban en la sala de espera, su hija aun no despertaba. Tenían en sus manos unas cuantas cartas que se habían encontrado en la basura, las cuales estaban arrugadas, pero se les podía entender bien. Otra con el nombre de "Dayana" estaba entre los dedos del padre, el cual la había leído varias veces, con un poco de ira hacia esa chica que hasta ese momento era una desconocida que ni sabia que existía. Aunque la carta decía cosas malas sobre él, sentía mas odio hacia la tal Dayana de la cual hablaba la carta.
La madre lloraba, leyendo la carta arrugada que era dirigida hacia ella. Lo que sentía era culpa, debía haber hecho algo ante lo que su esposo les hacia; debía haber puesto atención a su hija, hubiera hecho algo para sacar esos pensamientos que desde hacia tiempo habitaban la cabeza de Abigail. Lamentablemente el "hubiera" no existe, es sólo una palabra para lamentarse de algo que debían haber hecho.
El padre de la chica se levantó de su asiento, y comenzó a caminar por todo el lugar, hablaba entre dientes, y quería gritar, maldecía a la tal Dayana. ¿Cómo su hija, una chica que había sido educada para querer a hombres, amaba en secreto a otra chica, la cual, según él, era la culpable de su intento de suicidio?
-Buenas tardes, señores- un joven llegó a esa misma sala con una acompañante.
-Chris, ¿qué haces aquí?- preguntó la madre aun con lágrimas en los ojos.
-Traje a una amiga que le interesa saber sobre Abi.
-Em.. Hola señora, soy Dayana y..
-¿Dayana?- el hombre de 40 años interrumpió a la jovencita.-¡¿TU ERES DAYANA?!
-Sí , soy yo- la chica estaba un poco asustada ante el tono del señor.
Narra Chris
Noté que Dayana se comenzaba a asustar por cómo el padre de Abigail le gritaba. Miré a la señora Sophie, también estaba aterrada, aunque ella quiso calmarlo.
-Eduard, cálmate, no fue su culpa..
-¡CLARO QUE SI!- soltó su mano para golpear a mi amiga, su mejilla se veía roja.-Te lo diré sólo una vez, no te acerques a mi hija, no vuelvas aquí, ¡ALEJATE DE ABIGAIL!
Retrocedí un poco junto a Dayana, quien estaba comenzando a soltar algunas lágrimas.
-Lo lamento, señores, no era mi intención.
-Señora Sophie, ¿me podría permitir la carta?- pregunté un poco calmado.
-Sí, Chris- la mujer le quitó la carta a su marido para entregármela.
-Gracias, ten- susurré a mi acompañante, la cual tomó confundida la carta, aun con sus ojos llorosos, odio verla así.
-¡¿Qué esperas, niña?! ¡Ya vete!- gritó aun mas furioso el hombre.
-Lo lamento señores, nos vemos Chris, tengo que retirarme- dijo Dayana enntono de despedida.- Me mantienes al tanto de lo que le ocurra, ¿sí?
-Te acompaño- le respondí.-De todos modos yo no tengo ganas de estar aquí.
Me despedí de los padres de Abigail, el señor Eduard aun seguía gritando cuando nos retirábamos. Al salir del hospital, noté que mi amiga estaba leyendo la carta, y sus bellos ojos se llenaban cada vez mas de lágrimas.
-Ahora entiendo...-me volteó a ver-Sí fue mi culpa.
-Claro que no- le respondí- su padre no sabe lo que dice.
-¡FUE MI CULPA!- gritó para después caer al suelo del dolor.
Lloraba y lloraba, y entiendo por qué lo hace, pero no se debe culpar por el intento de suicidio de Abi. La intente tranquilizar, pero era en vano. Me entrego la carta para que la leyera, quizá así entendería por qué comenzó a llorar más.
No la leí en ese momento, pues mejor pedí un taxi para ir hacia su casa. El auto llegó, subimos y le dije la dirección del lugar al que ibamos. Un rato después voltee a ver a mi amiga. Dayana estaba un poco mas tranquila, aunque no decía nada, ni se movía, solo miraba por la ventana. Decidí leer la carta que había destrozado a mi amiga como nunca.
Dayana: te pido disculpas por mi decisión, se que te va a doler como jamas te ha dolido. Lamento que te enteres así de lo que hice (o lo que espero haber logrado), pero sinceramente ya no podía mas. No encontraba un propósito, y mi padre no ayudaba mucho en eso. ¿Sabes lo que hacia ese ser vil? Me golpeaba, a mi y a mi madre, cada día, cada vez qué hacíamos algo que para él era malo, o algo que consideraba erróneo. ¿Recuerdas cuando llegaba a la escuela con moretones y algunas vendas? Ya te imaginarás por qué. Te voy a decir la verdad, sí te amo, pero las ideas que mi padre metía en mi cabeza evitaban que viera que lo que sentía por ti era mas que amistad. Te lastimé, estoy consiente de ello, pero estaba asustada, no quería que el hombre que se decía ser mi padre se enterara de que me gusta una chica, eso para él es como un delito. No podía vivir con la idea de que tendré un padre así toda mi vida, y con el remordimiento que me cargo por haberte mentido aquel día. ¿Recuerdas el beso que te di? De verdad sentía esa necesidad por dartelo, pero de alguna manera mi padre se enteró. Ya sabrás cómo me fue aquel día.
Disculpame de verdad, pero ya estaba cansada de esta vida monótona. Lamento enserio haberte mentido, haberte ilusionado y después herido, pero mis sentimientos estaban tan confundidos como yo. Te voy a dejar mis peluches, los libros que tengo y otras cosas que quieras agarrar de mi habitación. No creo que compense el dolor que te estoy causando pero por lo menos quiero que conserves algo de mí.
Adiós, Dayana, fuiste, eres y serás lo más bello que tuve...