— ¿De nuevo leyendo eso, Perrie?
La voz de mi amiga pelirroja me saco de la lectura. La mire a ver algo consternada volviendo al mundo real. Sus ojos miel me veían con reproche y en su boca había una mueca, demostrando claramente que estaba en desacuerdo con aquella carta que me había llegado hace dos días. Solté un suspiro, ni siquiera yo sé porque la estoy leyendo cada que puedo, o porque no la he botado. Nunca he sido fan de los llamados “admiradores secretos”, porque, como claramente decía la chica, es una manera cobarde de declarar el amor que sientes. ¿Por qué simplemente no vino hablar conmigo?
—Lo siento, Jesy —susurré, dejando la hoja sobre la mesa—. Es que me es imposible creer que esto me esté pasando a mí.
La nombrada suelta un bufido y me mira a ver de aquella manera tan seria que me asusta, es que cuando quiere, Jesy puede dar más miedo que el payaso Eso.
—Perrie ya te dije que debe de ser una broma o algo por el estilo, seamos sinceras, ¿quién coño hace eso hoy en día? Aparte, la carta está tan mal hecha.
Otro suspiro se escapó de mi cuerpo, ella tenía razón (como la mayoría de las veces), debía ser una broma, digo ¿poner lo de su madre? Por el amor de Dios, esto era un internado, era sumamente imposible que su madre este aquí… Salvo, que su madre sea una maestra, pero descarte eso rápidamente de mi mente, no le daría más vueltas al asunto. De seguro era una de las otras chicas queriendo dejarme mal, queriendo saber si de verdad era aquello. Pero una pequeña parte mía, quería, necesitaba, que fuera real…
—Tienes razón. Debe de ser una broma de mal gusto de parte de Sandy o cualquiera de las demás. —admití.
—Bien, ahora vayamos a la cena. Me estoy muriendo de hambre.
Asentí y rápido me levanté para ir por un suéter en mi armario, no me gustaba solo salir con blusas de tirantes y justo hora tenía una. Jesy me espero pacientemente como siempre hacía y cuando ya estaba lista ambas salimos directo a los comedores que se encontraban en la primera planta.
El colegio privado “Rosalie Vergel: solo para señoritas”, era donde me encontraba desde mis 16 años, ahora tenía los 18 recién cumplidos. Estaba acostumbrada a todo lo referente del colegio, este era mi hogar desde que un día sin aviso alguno papá me trajo y me dejó, él no quería esa clase de hija en su casa. Nunca supe si el resto de mi familia estaba de acuerdo o solo fue decisión suya, de todos modos, no tenía otro lugar al cual ir porque dudaba que regresen por mí, así que este lugar escondido en el bosque era mi hogar. Realmente era muy feliz aquí, hasta que chicas nuevas entraron y mi vida feliz se fue a la mierda. Lo único bueno que tenía aun en este lugar era a mí linda pelirroja de nombre Jesy y a Leigh-Anne, ellas dos eran mis mejores amigas y simplemente eran las personas más geniales que podía haber conocido. Ellas siempre estaban ahí cuando las malditas de Sandy, Carolina y Jade se esforzaban en joderme. Pero no importaba, al menos no del todo.
El comedor estaba lleno de estudiantes de todos los grados, a esta hora la mayoría bajaba a cenar, no había un horario establecido para la cena ni desayuno, solo el almuerzo, pero tenías que bajar a cenar antes del toque de queda, que era a las 11 de la noche.
El brazo de Jesy junto el mío era lo único que no me impedía perderme entre todo el mar de chicas que había, eran cinco grados, tres grupos y en cada grupo había un total de 20 alumnas, imagínense eso. Jesy y yo nos servimos de lo que pudimos y rápidamente fuimos a la primera mesa que vimos libre, nos sentamos frente de la otra y empezamos una plática amena sobre las cosas del colegio mientras comíamos. Esta era mi vida, y aunque no suene bien, me gustaba, no era la clase de vida que cualquier adolescente quiere, pero no me importaba. Era genial para mí.
Claro, sin contar las partes en donde yo era el blanco de todos los insultos y bromas de las tres malditas víboras que se esforzaban en joderme cada que podían.
—Necesito ponerles un maldito radar, hace media hora que las estoy buscando. —la ruidosa voz de Leigh-Anne se hizo presente.
La voltee a ver al mismo tiempo que Jesy, mostrando una sonrisa pequeña en modo de saludo.
—Creo que si te tomarás la libertad de estar más tiempo con nosotras, no te pasaría eso —le dijo Jesy volviendo a concentrarse en su comida.
—Jesy, tu solo buscas el hecho de reclamarme todo. No cuenta lo que tú digas, así que te callas —Leigh dijo y Jesy gruñó en molestia.
Una risita se escapó de mis labios, ellas siempre peleaban y hacían de mis días algo divertidos, definitivamente, no sé qué haría sin mi pequeña morena y mi gruñona pelirroja, eran mis mejores amigas y las únicas que me entendían y aceptaban tal cual era. Y les agradecía mucho por aquello.
La hora de la cena paso rápido e igual que siempre. Nada cambiaba, era el cuento de nunca acabar, pero estaba bien así, si las cosas fueran impredecibles no sabría qué hacer, en cambio si las cosas son más predecibles sé cómo moverme durante el día. Nunca me ha gustado salirme de la rutina.