Germinia se salió con la suya, por más que Mario insistió en no dejar participar a Adela de la cabalgata, ahí estaban los tres liderando el desfile de la feria de la hacienda Los Laureles, al frente. La gente los comenzó a identificar, en especial a la chica capataz, ahora esposa del joven que dejó varios corazones rotos al unir su vida en matrimonio con la chiquilla. Él, sonriendo ante todos con su aire de semidiós griego, permanecía expectante de que nadie se le acercara a su esposa o intentaron sobrepasarse. Al verla sobre La pintada, erguida, segura, con camisa atada a la cintura, le venían imágenes de su piel desnuda durante la noche anterior. El solo hecho de recordar le ponía la entrepierna en acción.
Germinia llevaba un Jean con camisa y sombrero, botas vaqueras, cabello suelto y deslumbrante. Julián enfurecido se acercó dónde estaban los tres administradores.
- ¿Por qué rayos no me invitaron a participar al frente de la cabalgata con ustedes?
- No preguntaste por nada de lo que estábamos organizando- respondió su esposa- solo te interesaba la logística económica de la inversión y lo que se pudiera ganar.
- Es mi hacienda, son mis recursos. recuerda con quién estás hablando.
- Sé perfectamente quién eres.
Todo continuó según lo planeado. En las exhibiciones, el ama de llaves mostró su antiguo entrenamiento como jinete y dejó deslumbrados a todos junto a Polo, un semental que fue comprado a un excelente precio. Llegada lahora del captaz principal, este se presentó sobre El Negro, un animal enorme, brioso, fuerte. Por quien las ofertas empezaron solo con ver el tamaño y la belleza del pelaje. Así, paso a paso fue dándose la exhibición. A eso de la media mañana, Adela llevaba algunos documentos a las mesas de los compradores cuando sintió que la tomaron del brazo y la recostaron por la parte de atrás de los establos. Su esposo desesperado por abrazarla aprovechó la distracción para írsele encima besándola con pasión y sujetándole de la cintura, presionándole con la mano libre el trasero para poder sentirle la pelvis rozar con la suya. Ella, al ver a su amado en semejante acción, sonrió entregándose a las caricias sin temor alguno a ser descubiertos en público.
- Te amo muñeca- susurró entre los besos
- Y yo a ti, mi alocado semidiós- Jadeó al sentir que las emociones se le estaban calentando.
- No vuelvas a gemir porque no se donde vamos a terminar con esto- pasó a besarle el cuello, bajando por la clavícula.
- Te amo y necesito más de tí- le sacó la camisa al tiempo que escuchaban una tos que los frenó al instante.
El ama de llaves estaba parada justo detrás de ellos, sonriente.
- Germinia, a buena hora- exclamó Mario bajando la camisa para disimular su erección.
- ¡Muchacho no tuviste suficiente anoche!- Adela se sonrojó ante la confianza de esos dos.
- Pues no.
- Vamos al despacho. Es hora de terminar con mis proyectos.
- Voy cuando termine lo que empecé.- Mario volteó a guiñarme un ojo a la cada vez más roja muñeca de su corazón.
- En 30 minutos nos reuniremos con Julian, no se te olvide. Viste Adela, hay cosas que no se interrumpen.- La muchacha no pudo más y enterró la cabeza en el pecho de su esposo.
Aunque ella no quería continuar por toda la escena bochornosa, su esposo se impuso con besos, caricias y pequeños toques que terminaron llevándolos a la cabaña a concluir lo que Germinia de mucho chiste había interrumpido.
En el despacho, un Julian gritaba furioso que lo habian dejado en ridiculo ante los compradores que lo calificaron de incompetente al dejar todas las muestras a cargo de sus admnistradores. Su esposa había conseguido lo que quería, desestabilizar el poder para atacar.
- Me voy-dijo al fin- no puedo continuar al lado tuyo, esto demuestra tu egoísmo. Te volviste perezoso y aún así reclamas. Toma.
Le arrojó un paquete.
- ¿Que se supone que es esto?- Los recién casados esperaban en silencio.
- La última voluntad de tu padre.
Julian abrió los ojos sorprendido, ni él mismo se acordaba de eso.
- No puedo creer que me hagas esto.
- Ya lo hice- se dirigió a los otros dos- estos documentos son el título de propiedad de El Refugio. El padre del señor aquí presente lo dejó para tí, Mario, con dos condiciones: uno, debías ayudar a que su hijo consolidara Los Laureles, en mi concepto eso está hecho. Dos, debías tener esposa, porque según sus propias palabras es una tierra buena para tener familia, la familia que aquí no tuviste. Ese punto también lo cumpliste. Todo sin saber que recibirías esta herencia. Esa era la cláusula, se te entregaría si cumplías con esas dos condiciones sin conocerlas previamente. Además de un dinero que te serviría de fundamento inicial para que comiences a trabajar la tierra, en este caso saqué las cuentas de las rentabilidades y con ese dinero pagas la deuda de tu esposa y se pueden ir juntos a iniciar el trabajo en El Refugio con lo que les queda.
Los dos capataces estaban asombrados y Julian calculaba su proceder a continuación o continuaría perdiendo.
- Espera Germinia- interrumpió Adela- Ese nombre lo conozco, ¿esa propiedad no es la que queda al lado de la de mi padre?- Mario se sorprendió aún más.
- Esa misma; por esa tierra fue que Julian le prestó el dinero a tu papá. Si tu padre no le pagaba, entonces ampliaría el territorio de esa finca. Además, no es de tu padre la tierra, está a nombre tuyo y de tu hermana.
Mario observó los documentos en silencio, una paz y gozo absolutos le llenaban el corazón.
- ¿Entonces tengo un patrimonio que darle a mi muñeca?- titubeo- ¿Cuándo podemos irnos?