Nos observamos incómodos unos a otros. Jenna no ha querido despegarse del brazo de Roser por más de que se lo hemos pedido de buena forma un montón de veces. Parece haber encontrado refugio en el lugar pensado, e ignora por completo el hecho de que no desea despegarse del futuro marido de su mejor amiga. Desvío los ojos de la cara de pocos amigos que muestra Roser para dirigirme con una sonrisa hacia Piero quién aún sigue prisionero de los guardias: sonrío satisfecha al notar su mirada suplicante. Vuelvo la cabeza hacia Frank quien impaciente observa la escena: le sonrío en cuanto nuestras miradas se encuentran pero él se limita a observarme con el ceño fruncido.
— Que noche más agradable — comento en un intento de apaciguar el temperamento de algunos, pero mi intento lo único que hace es provocar que sus ceños se marque aún más. — Jenna, deja a Roser en paz.
Triste, Jenna se aleja de Roser y me observa con sus ojos cargados de resentimiento. Evito su mirada y espero hasta que se haya ubicado en alguno de los asientos. En la distancia, justo detrás de las enormes puertas, aún se sigue escuchando los gritos de las personas agrupadas, y alguna que otra persona haciendo callar al resto para intentar oir algo de lo que se habla dentro de los muros.
— ¡Dejenme unirme! — grita Piero, pero todos lo ignoramos.
— Primero que nada, ¿qué mierda es todo esto? — inquiero observando a Jenna. Mi amiga se remueve incómoda ya que por primera vez parece notar que está rodeada de un par de personas que no lucen muy contentas con su presencia.
— Escuchamos rumores, vimos cosas en la tele, leímos cosas en internet y no podíamos dejarte sola Stella. No con gente como ellos. — Su mirada se posa en Frank pero se suaviza al observar a Roser.
— ¿No se te ocurrió llamar primero? O talvés, ¿venir sola? Ahora por tu culpa tenemos hasta al presidente ahí fuera.
Mis oídos no dan crédito al escuchar como unos a otros se observan, incrédulos, preguntándose si verdaderamente está el presidente fuera de la mansión. Pongo los ojos en blanco.
— Sólo tenemos una opción — informa Frank, en un tono tranquilizador. — Tendran que dar una conferencia de prensa.
— ¿Ahora?
— Si, ahora. Apróntense. Ponganse presentables, y salgan hacia la multitud.
Asiento, me pongo en pie e ingreso a la mansión. Leyre camina a mi lado pues espera poder ayudarme a elegir mi atuendo. Subimos las escaleras tranquilas, comentando la situación de hace unos momentos. Al llegar al rellano del primer piso, me detengo y observo detrás de mi: no hay rastro de Jenna.
— Debió haber quedado afuera disfrutando de la noche — pero estoy equivocada. En cuanto se abre la puerta ingresa Roser con Jenna pisándole los talones. El chico se voltea con el ceño fruncido, pero en cuánto da un paso Jenna hace lo mismo. — ¡Jenna! — Mi amiga se voltea al escuchar mi voz. — ¡Es por aquí!
Avergonzada, regresa sobre sus pasos y comienza a subir las escaleras. Al abrir la puerta de mi habitación, Jenna lanza una grito ahogado llevándose las manos a la cara.
— ¿Aquí estabas mientras yo recorría el mundo buscándote? — Pongo los ojos en blanco ante su exageración.
— Lo siento, ¿si? En serio, Jenna. Han pasado tantas cosas, tan de improvisto que en lo último que he pensado es en...
— ¿Contarle a tu mejor amiga que estás a punto de casarte con nuestro ídolo?
Hago una mueca al escuchar la última palabra. Si tan sólo supiera...
— ¡Lo siento! — Estiro los brazos hacia ella y la envuelvo en un abrazo. — Lo siento. ¿Cuántas veces quieres que te lo diga? — Ella sonríe entre mis brazos.
— ¡Está bien! No tienes que decirlo más. — Se aleja hacia el armario. — ¡Sólo espero que me invites!
Observo a Leyre quién me mira espectante. — En realidad, esperaba que me ayudaras con la boda. — Jenna se voltea sorprendida. — Leyre y tu.
— ¿Yo? — inquieren ambas, estupefactas.
— ¡Si, ustedes! Pero, ya hablaremos de ello. Ahora tengo que buscar algo para usar.
Jenna, quién lleva revolviendo el armario unos minutos, saca un vestido azul oscuro, simple, de media pierna, que es elegante pero sin llamar mucho la atención. Me acerco hacia ella, tomo la prenda y la coloco por encima de mi ropa actual. Me observo al espejo, y me gusta. Me cambio la ropa normal por la ropa elegante y Leyre se encagra de mi cabello. Al cabo de unos minutos estoy complacida con mi apariencia. Las chicas se quedan en la habitación mientras yo bajo las escaleras lentamente para evitar tropesarme. Al pie de las mismas se encuentran Roser y Frank, ambos vestidos de traje: el abogado sonríe al verme y asiente complacido, mientras mi fiancé apenas si levanta la vista.
— Bueno, ¿qué decimos?
— Explicas la verdadera razón por la que estás aquí. Tienen que demostrar que están enamorados y que por ningúna razón estás secuestrada. ¿Entendido? — Roser y yo asentimos. Frank asiente en respuesta y se dirige a la entrada: la gran puerta de madera.
Me olvidé de Piero por completo. Observo que se encuentra sentado en el suelo con la espalda apoyada en la puerta. En cuanto nos ve, se incorpora de un salto e intenta acercarse, pero los guardias no se lo permiten.
— Déjenlo salir — comunico mientras espero a que se abra la puerta de madera. Piero sonríe con suficiencia pero la sonrisa se le borra en cuanto lo hacen retroceder. — ¡Pensé que me dejarías dentro contigo!
Ignoro su comentario mientras observo como lo arrastran hacia el exterior a medida que las puertas se abren. Me detengo al notar como el número de personas que hasta hace un momento era bastante grande, ahora es enorme: ¡se ha duplicado prácticamente! Al ver que no sigo mi recorrido, Frank me sujeta del brazo haciéndome caminar lo que provoca que algunas personas a nuestro alrededor suelten un insulto.
— Buenas noches — comento con un tono de voz alto, aún así el rudio ambiental es más alto. Me volteo hacia Frank quién se encoge de hombros. — ¡Buenas noches! — repito aún más alto. El número de personas escuchando aumenta, pero siguen siendo muy pocos. Me volteo hacia el abogado nuevamente en busca de algún tipo de consejo, pero lo encuentro hablando por teléfono. Las personas frente a mi, las que sí escuchan, sonríen.