ALEXANDER
Nos sentamos en la sala, estoy nervioso, muy nervioso pero se que es lo correcto.
– Te escuchamos, Alexander –dice Adler–. ¿Por qué nos llamaste?
– Aamm... Bueno. Es sobre su hija, señor Magnus –digo nervioso y lo miro–. Lo que pasó hace diecinueve años.
– ¿Por qué hace falta recordar lo que le pasó a mí hija? –pregunta Magnus–. Es demasiado dolor.
Siento que me ahogo, tocó mí garganta. Paso saliva, Celeste se levanta y se acerca a mí.
– ¿Alex? –me pregunta–. ¿Que pasa, amor?
– Su hija... –miro a Magnus–. Su hija no murió, señor.
– ¿De que estás hablando? –Adler se levanta–. Mí hermana se ahogo.
– Eso pensaron todos pero no –digo–. Una pareja encontró a su hija y se la llevaron.
– ¿Donde se la llevaron? –pregunta Magnus–. ¡Habla!
– Ellos se la llevaron... –me giro hacia Celeste–. A Grecia y cambiaron su nombre... A Celeste.
Celeste se levanta de su silla haciendo que casi se caiga. Todos en la sala hacen lo mismo. Ella se acerca a mí y me toma el brazo.
– ¿Que dices, Alex? –me pregunta–. ¿Que cosa...?
– Tus sueños... –le digo–. Son recuerdos estancados de tu pasado –me acerco a ella y miro a los Aster–. Ellos son tu familia.
Los tres me miran con los ojos abiertos, ahí noto que los tres tienen esos ojos azules zafiro. Magnus se acerca a nosotros.
– Mí hija... –me dice–. ¿Es tu esposa?
– No lo sabía, lo juro –le digo–. Cuando nos casamos no sabía nada. Nos obligaron prácticamente.
– ¿Estas seguro de lo que dices, Alex? –Adler mira a Celeste.
– Quiero creer que si –digo–. Ella se despierta con pesadillas en la noche. De cómo se ahoga y alguien la llama por el nombre "Alisson". Ahí empece a sospechar.
– Me pide que resiste –completa ella–. A gritos me pide que resista.
Magnus la mira de arriba abajo con lágrimas en los ojos. Se acerca lentamente hasta ella, tomando sus mejillas en sus manos.
– Te pareces tanto a tu madre –le dice–. Vi como caías al es frío y como la corriente...
– Lamento no haber resistido –dice ella–. Juro que... No recordaba nada.
Celeste se larga a llorar junto Magnus y Adler.
– Hermana... –dice Adler llorando–. Creí que por mí culpa...
– Hermano, no recuerdo nada... –dice abrazándolo–. Pero estoy segura que no fue tu culpa...
– Hermanita, estás tan linda –dice llorando.
Magnus aún como que no puede creerlo, se acerca lentamente a ella como si no fuera real, como si fuera un espejismo o un sueño.
– Hija... –toca sus mejillas–. Mí hija... Yo crei que... Te había perdido.
Se abrazan con ganas entre los tres, Eva viene a mí lado y me abraza.
– Hiciste bien, hermano –me susurra.
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CELESTE
Antes de dar la noticia decidimos estar seguros de que sea verdad. Entonces hicimos una prueba de ADN que confirmo que yo era su hija.
Aunque decidimos mantener esto aún en secreto. En la mansión de mí padre conozco a toda la familia.
– Hija ella es tu tía Anna, mí hermana y ella es Hellen tu prima –me señala a dos mujeres.
– Cariño... –la mujer mayor se levanta–. Una parte de mí siempre supo que estabas viva.
– Es un placer conocerla, señora –le sonrío.
– Eres tan linda –sonrie encantada–. Te pareces tanto a tu madre. Ella es tu prima Hellen y su pequeño hijo José.
Nos saludamos amablemente, luego saludo a su esposo. Me dejan cargar al pequeño bebé, hermoso. Él se ríe con ganas, busco a Alex con la mirada y ahí lo encuentro. Mirándome con una sonrisa es como si pudiera leer su mente.
Cenamos en familia. Luego volvemos a la granja, de noche y estamos cansados, mientras me peino para irme a dormir Alexander me abraza por la espalda.
– Te veías hermosa hoy –me susurra al oído–. Muy hermosa.
– Gracias a ti, mí amor –le sonrío–. Gracias a ti encontré a mí familia.
– Solo quería hacerte feliz –me besa el cuello–. También te veías hermosa con el hijo de tu prima.
– Sabía que eso pasaba por tu cabeza –me giro hacia él–. ¿Quieres un hijo?
– O hija... No estoy en contra de ninguno –me dice.
– Yo también quiero una familia –bajo la mirada–. Pero prométeme algo antes de traer un bebé al mundo.
– Te escucho –me dice sonriente.
– Sea niño o niña, aún más si es una niña... –le digo–. No lo o la criaremos como las personas de aquí. No los obligaremos a casarse sino quieren. Serán libres para tomar sus decisiones.
– Será difícil... –admite–. Pero te juro que no lo criaremos así, quiero que sean como tu, que tengan carácter y decisión propia.
– Así sera entonces –empiezo a abrir su camisa–. Empecemos el trabajo.
El me sonríe pícaro. Ojalá cumpla su promesa y no criemos a nuestro hijo o hija en estás tradiciones crueles que no permiten que nadie sea feliz.
Porque puedo amar a Alex con todo mí corazón pero se que si tengo un o una bebé lo amaré aún más y tendré que alejarme para evitar que este mundo lo consuma.