Una Esposa para El señor Wayne

Capítulo XX

CELESTE 

Mi padre se queda a cenar con nosotros, estamos preparando la comida cuando el timbre de la casa nos interrumpe. Eva va a abrir para luego aparecer con sus padres.

 

– Suegro, suegra –digo mirándolos–. Bienvenidos.

 

– Gracias, querida –dice el señor Wayne. 

 

– Querida... Quería hablar contigo unos minutos –me dice la señora–. ¿Podemos? 

 

– Aaamm... Si, claro –le respondo–. Vamos a la sala.

 

Vamos hacia el salón con la señora, la verdad no entiendo nada. ¿Que está pasando? 

 

– Bien, señora –la miro–. ¿Por qué quería hablar conmigo? 

 

– Quería disculparme por mí actitud –dice–. Se que estuve mal no solo contigo sino también con tu familia.

 

– No importa, señora. Es mí suegra... –le digo–. Siempre habrá discusiones, no se preocupe.

 

– Que bueno, hija... –sonrie–. Quería que sepas que tu familia es sumamente bienvenida y que esté lindo bebé es esperado con mucha emociones.

 

– Que bueno que lo vea así, señora –le sonrío–. Vamos a cenar entonces.

 

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ARISA 

Maldita, de verdad piensa que todo está bien. Jamás permitiré que sigas en mí familia, una Aster está prohibida en esta familia, lo lamento por Alex pero hago lo mejor para él. 

Voy a la cocina disimuladamente y veo el vaso con las vitaminas de Celeste, saco una pequeña bolsita con el Arthrotec molido y tiro el polvo en el jugo para luego revolverlo. Vuelvo al comedor donde todos están riendo.

 

– Mamá... Estaba hablando con papá –dice Alex–. Ya es muy tarde para que regresen a la mansión, quédense a dormir.

 

– Aamm... No queremos ser molestia –aprieto el frasco en mí bolsillo–. Podemos regresar...

 

– Nuestro hijo tiene razón, Arisa –Maximo afirma–. Nos quedaremos a dormir. 

 

– Bien, entonces... Si –digo de acuerdo.

 

En ese momento traen la cena y el jugo de Celeste, intento permanecer tranquila, pero al agarrar el tenedor veo como me tiembla la mano. 

 

– Arisa –Maximo me mira–. ¿Estás bien? ¿Que te pasa? –me susurra. 

 

– Estoy bien, querido –le sonrio–. No te preocupes. 

 

Vuelvo a centrarme en mí plato. Durante la comida veo como Celeste se toma el jugo mientras ríe. Mí pulso empieza a latir descolocado, ella hace una mueca al probarlo pero no le presta atención y asi lo varias veces hasta vaciar el vaso. 

Los minutos pasan y pasan mientras conversamos.

 

– Mañana podemos hacer algo. ¿Que opinan? –dice Eva alegre.

 

– Tienes razón... –Celeste la respalda–. Podemos ir a...Mmh...

 

Celeste se toma el vientre con un quejido. Todos en la mesa la miran seriamente.

 

– Mí amor... –Alex le habla–. ¿Que pasa, amor? ¿Te sientes bien?.

 

– No lo sé... –le dice agitada–. Me siento... ¡AAH! 

 

El gritó de dolor hace que todos nos levantemos. Ella también lo hace entonces vemos sangre. Celeste no llega pronunciar una palabra que cae al suelo. 

 

– ¡CELESTE! –grita Alex agachandose con ella–. Mí amor... ¿¡Que está pasando!?.

 

– ¡Hay que llevarla al hospital! –grita Magnus–. ¡Vamos pero ya! 

 

La llevamos al hospital mientras ellos la llevan con los médicos yo hablo con un hombre que la atenderá. Le pagué para que diga que fue un aborto espontáneo. 

 

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ALEXANDER

Tengo el corazón que no da más, no se que pasó. El miedo se apodera de todo mí cuerpo. Cierro los ojos y rezo mientras camino. 

Luego aparece un doctor que camina hacia nosotros, voy hacia él junto a todos. 

 

– ¡Doctor! –lo llamo–. ¿Que paso? ¿Mí esposa? 

 

– Señor, lo lamento mucho –me dice apenada–. La señora Celeste perdió al bebé. Tuvo un aborto espontáneo.

 

Siento como palidezco en dos segundos, miro a mí padre quien viene hacia mí y me abraza. Las lágrimas corren por mis mejillas. 

 

– Esto es más común de lo que parece –dice el doctor–. Suele ocurrir cuando quizás el cuerpo de una mujer no estaba listo para llevar un embarazo o quizás el feto no se estaba desarrollando como debía. 

 

– ¿Mí esposa? –le pregunto girándome hacia el–. ¿Cómo está mí esposa? 

 

– Pudo haber sido peor... –trata de decir.

 

En ese momento el gritó de Celeste desde su habitación se escucha, entramos y la veo siento contenida por la psicóloga del hospital. Voy hacia ella y la abrazo.

 

– El bebé... –dice llorando–. Nuestro bebé no está...

 

– Lo se, mí amor... Lo sé –me aferró a ella–. Ya no está 

 

– Mí bebé... Mí bebé no está –dice entre lágrimas–. ¡MI BEBÉ!. 

 

Nosbquedamos unas horas más en el hospital, nos dieron calmantes para Celeste y también para mí, estoy muy estresado. Nos vamos del hospital. Todos tenemos el corazón roto.

Ella está muy alterada, no deja de temblar y llorar. La abrazo tratando de calmarla pero ella no se deja. Una vez en la mansión la llevo a la cama, cuando se acuesta entre lágrimas, acaricio su cabeza lentamente. 

 

– Mí amor, se que duele –le digo–. No sabes cuánto me duele.

 

– Estaba todo bien, Alex –me dice con voz cortada–. Algo paso... Algo paso. 

 

Dice eso mientras los calmantes van haciendo efecto y ella se va durmiendo. Me duele tanto verla así. 

Bajo unos momentos, Emiliano llega al instante que lo llame, me abraza una vez que me ve. Todos se quedan esa noche, mientras veo a Celeste dormir la abrazo con todas mis fuerzas. 

 

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• AL DÍA SIGUIENTE •

 

EVA

Anoche no pude dormir nada, a igual que todos en la casa. Me levanto temprano (06:30am). Mí padre y Magnus están abajo, escucho sus apagadas voces a lo lejos. 




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