DOS MESES DESPUÉS
CELESTE
Estoy tan amargada, tan deprimida. Aunque la presencia de todos me anima un poco no puedo evitar estar triste por mí bebé. Quiero estar mejor pero no puedo lograrlo por más que lo intente.
– Mí amor... –me abraza por la espalda–. Ya no quiero que sigas así.
– Intento, Alex. Lo hago de verdad –digo desanimada–. No puedo evitar estar así.
– Solo quiero que seamos felices como antes –me dice–. Pero no sé cómo hacerlo.
– Yo tampoco lo sé –miro hacia la ventana–. Quiero denunciar a tu madre, Alex.
Sus brazos se alejan de mí instantáneamente, apenas digo esas palabras. Me giro hacia él y veo su mirada sorprendida. Frunce ligeramente el ceño.
– ¿Quieres denunciar a mí madre? –me pregunta.
– Si, quiero que pague –digo–. No solo atentó contra mí vida, porque pudo haberme matado, sino que también mato a nuestro bebé.
Suspira–. Mí amor. Se que...
– ¡Nada!. Estoy cansada –digo agotada–. Tu madre me ha hecho la vida imposible desde que me case contigo... Diciendo que no soy buena para ti, que soy una cualquiera e irrespetuosa.
– Lo se mí vida –me dice–. Entiendo pero...
– ¡Me cansé! –estallo–. Me cansé de simular ser fuerte, ser rebelde y tener con que defender, por fuera finjo ser eso pero por dentro ¡SOY UNA MUJER EXHAUSTA!. Tu madre ha estado sobre mí como un maldito parásito... Tanto así que desde que me case contigo no tuve ni una oportunidad para ser feliz.
– Se que así fue... Me encantaría negartelo –suspira–. Pero es mí madre...
– ¡Yo también iba a ser madre! –me alejo de él–. Pero tu madre decidió no permitirme eso... Al igual que a tu ex esposa que se suicidó creyendo que no podía darte hijos, cansada al igual que yo de los insultos de que era "infertil". Cuando fue tu madre, creyéndose Dios... Creyéndose Dios, Alexander...
– No metas a Rebecca en esto, Celeste –me dice enojado.
– Es la verdad. Pobre de ella –lo miro–. Quiero a tu madre presa, Alexander.
– ¡BASTA! –toma mis hombros–. Es tu suegra, debes respetarla.
– ¡ES UNA ASESINA! –le gritó empujándolo–. ¡MATO A SU NIETO... TU HIJO!
– ¡SUFICIENTE! –me empuja y caigo hacia la cama–. ¡No meteré a mí madre presa!.
Así se va azotando la puerta. Me quedo helada tomando mis hombros, me dolio mucho el empujón. La puerta se abre y mí padre entra.
– Hija... ¿Que te paso? –me dice–. Alexander salió enfadado de aquí.
– Jamás seré más importante para él que su madre –lo abraza–. Jamás.
Mí padre me envuelve en sus brazos, necesito esto a las personas que me aman. Besa mí cabeza.
– ¿Que le paso a tu hombro? –me pregunta.
– Nada, no me pasó nada –digo apenada–. No te preocupes.
– Si te hace algo, mí cielo –hace que lo mire a los ojos–. ¡Lo mato!.
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EVA
Estoy en el balcón mirando hacia la nada, la casa está tan vacía, mí hermano se fue, Emiliano con él, Celeste está encerrada en su habitación. Suspiro mirando hacia la nada.
– ¿Respirando un poco? –la voz de Magnus suena detrás mío.
– Señor Magnus... –digo mirándolo–. Aamm... Si, creo que es bueno después de todo lo que pasó.
– Debo agradecerte, Eva –me dice–. Por no haberte callado ante lo que hizo tu madre.
– Se equivoco y feo –le digo–. Solo espero no terminar como ella en un futuro.
– Claro que no –me dice–. Eres completamente diferente a ella. Muy diferente a ella.
Se acerca a mí lentamente, me domina con sus 1.93 de altura. Toma mis mejillas entre sus manos dando suaves caricias.
– ¿Que...? –me aclaro la garganta–. ¿Que está haciendo?.
– No me digas que no es obvio –se acerca a mí.
– Se... Señor –tartamudeo.
– Quiero casarme contigo, Eva –me confiesa–. Aunque creo que estoy loco, podrías ser mí hija.
– Pero no lo soy –tomo sus manos–. Yo también quiero. Pero jamás me lo permitirán. Ya arreglaron con un joven para casarme con él.
Me mira con el ceño fruncido alejándose de mí.
– ¿Te casarás? –me pregunta.
– No me preguntes como si yo quisiera hacerlo –digo con voz ahogada–. No puedo desobedecer a mi padre. Lo siento.