Una Esposa para El señor Wayne

Capítulo XXIII

EVA 

Los preparativos para mí boda no quiero saber nada con esto. La semanas pasan lento, mí corazón sangra ante la idea de casarme con quién no amo.

Magnus viene a la mansión de vez en cuando para ver a Celeste pero ni siquiera me mira, me duele mucho. Hoy tengo que ir a la prueba de vestido de la noche de bodas. Estoy en mí cuarto encerrada como siempre. 

 

– ¿Eva? –escucho a Celeste detrás de la puerta–. ¿Puedo pasar? 

 

– Si, Celeste –le digo–. Pasa. 

 

– Ey... Linda –se acerca a mí–. ¿Que estás haciendo? 

 

– Lo que mis padres quieren que haga –digo enojada–. Mí madre convenció a mí padre de casarme con ese chico. 

 

– ¿Y piensas hacerlo solo por que te lo dijeron? –pregunta–. Serás infeliz. 

 

– No me queda otra –suspiro–. Tendré hijos con un hombre al que no amo, quizás en el futuro seré feliz.

 

– Por favor, Eva... ¡Mírame! –le exijo–. Mírame y usame como ejemplo.

 

– ¿No eres feliz, Celeste? –pregunto. 

 

– Jamás fui feliz, Eva –baja la mirada–. No lo fui cuando llegue aquí y ya no sé si soy feliz al lado de tu hermano. Además permite que esa mujer venga aquí y...

 

– Entiendo, mí hermano es un idiota –digo enojada–. Se acostumbro a Rebecca ella se sometía a todo, era sumisa y tranquila... Ahora que lo pienso todo lo contrario a ti. 

 

– ¿Entonces, linda? –me anima–. Anda, se valiente. 

 

– No puedo... –niego–. Mañana vendrán a pedir mí mano, no puedo hacer nada. ¿Hoy me acompañas a buscar mí ropa de la...? 

 

– Lo haré, está bien –dice suspirando–. Te espero más tarde. 

 

*************************

 

CELESTE

CLAAARROO... ¿Yo? ¿Justamente yo dejaré que haga esa tontería?. ¡Pero por favor!. Me cambio de ropa para salir de la mansión. 

Ya es tarde y tenemos que ir para la prueba de vestido, pero no va a ir. Le propongo que use un vestido blanco muy hermoso y nos vamos. Subimos a los autos, ni siquiera me despido de Alex, vamos Eva, mí madre, Annia y yo. Eva va con una cara de funeral, sin ganas de vivir. 

El conductor baja la ventanilla se separa el asiento delantero del auto y nos deja ver a Emiliano. 

 

– ¿Emiliano? –pregunta confundida–. ¿Que está pasando aquí? 

 

– Vamos, Eva... Eres como mí hermana –dice este–. ¿Crees que dejaré que te cases así?

 

– ¡Momento! –exclama ella–. No es el camino. ¿Donde vamos? 

 

– Felicidades, linda –dice mí madre–. Vas a tu boda. 

 

– ¿Mí boda? –pregunta–. ¿Han perdido la cabeza, chicos? 

 

Todos los callamos y Emiliano sigue el camino hacia una cabaña a su nombre. Bajamos de los autos y Eva mira todo el lugar con cara de sorpresa. 

Entramos y mí padre está ahí con un esmoquin junto a un sacerdote. También están Adler, Carolina y las niñas. 

 

– ¿Magnus? –susurra Eva al verlo–. ¿Que está...? 

 

Mí padre se acerca hasta ella con una fiel mirada enamorada. Sonrío al ver sus miradas tan brillantes. 

 

– Eva... Se que es una sorpresa –le dice mí padre tomando sus manos–. No te cases con ese chico. Cásate conmigo, ahora. 

 

– ¿Tienes idea de lo que estaremos haciendo? –pregunta nerviosa.

 

– Estoy dispuesta a enfrentarme a todo –le responde mí padre–. ¿Tu lo estás? ¿Quieres ser mí esposa? 

 

– Por Dios –dice Eva riendo–. Ahora veo de dónde sacó Celeste su rebeldía.

 

Todos reímos con ella. 

 

– Si quiero enfrentarme a todo por ti, Magnus –dice sonriente–. Quiero casarme contigo. Ahora. 

 

– ¡ASI SE HACE! –grito emocionada–. Annia y Emiliano serán los testigos.

 

Ambos se acercan al sacerdote, sonriendo y casi llorando. Comienza a hablar.

 

– Pasemos a lo importante –dice el sacerdote–. Señorita Eva Ariana Wayne. ¿Acepta usted cómo legítimo esposo a Magnus Benjamín Aster para amarlo y respetarlo, en la salud y en la enfermedad, en la riquesa y en la pobreza hasta que la muerte los separa?.

 

– Acepto –dice ella sonriendo. 

 

– Y usted, señor Magnus Benjamín Aster. ¿Acepta como legítima esposa a Eva Ariana Wayne para amarla y respetarla, en la salud y en la enfermedad, en la riquesa y en la probreza hasta que la muerte los separe?. 

 

– ¡SI, ACEPTO! –dice mí padre emocionado. 

 

– Entonces por el poder que me es conferido ahora los declaro... Marido y mujer –dice el sacerdote.

 

Se ponen los anillos y firman los papeles, luego lo firman Annia y Emiliano. Mí padre y Eva cellan su amor con un tierno y apasionado beso. Todos aplaudimos. 

 

– Es un honor presentarles al señor y la señora Aster –dice el sacerdote.

 

Después de varios días finamente siento felicidad por mí padre y Eva. Ganaron, ellos ganaron. Ahora me toca a mí, Arisa Wayne voy por ti. 

Salimos de la cabaña felices, nos despedimos del sacerdote. Miro a mí padre y a Eva, besándose son muy lindos.

 

– Celeste –Eva toma mis manos–. Muchas gracias, Celeste

 

– De nada –digo llorando junto a ella–. Solo sean muy felices juntos.

 

– Hija mía... –mi padre me abraza–. Eres un gran orgullo para mí, hija. Toda una guerrera. 

 

– Basta... –le digo–. No quiero llorar en tu boda. Pero sabes que debemos ir a la granja Wayne ahora. ¿No?. 

 

– Si, enfrentar a mis padres –Eva suspira–. Vamos. 

 




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