CONRAD
Después de la encantadora fiesta todos se fueron y yo dije que tenía una habitación reservada en un hotel, así que me despedí de todos y me fui. Llegué hasta la mansión de Santiago.
– ¿Cómo te fue? –me pregunta–. ¿Te aliaste con los Aster?
– No son una familia que confían en cualquiera, Santiago –le digo sirviéndome whisky–. Los Wayne están bastante lejos de esa familia.
– Tienes una ventaja, Conrad –se acerca a mí–. Usa a esa chica... ¿Celeste Aster?.
– Celeste... –bebo el whisky–. Es una mujer hermosa.
– Concéntrate en tu misión, Conrad... –me dice–. Los Wayne.
– Por favor, Santiago –le digo–. ¿Quien va a sospechar que soy hermano de Máximo Wayne?.
– Claro... A su padre le gustaba dejar hijos tirados por todos lados –me sonríe–. Y tu padre jamás se enteró de nada. Tu madre jugo muy bien.
– Lo se. Tanto que mí padre tardo años en enterarse –le digo sonriendo–. En su lecho de muerte.
– Y mando a matarte. Su padre era un psicópata... –suspira–. Cómo toda esa familia.
– Los mataré, quédate tranquilo –le sonrío–. Mi habilidad de actuación es buena.
– Claro que si... Eres un Wayne –dice–. Eres el señor Wayne. Celeste Aster es una buena opción, esas personas la destruyenron, construyela de nuevo.
– Explícame por favor –me cruzo de brazos.
– Casate con ella... Enséñale a ser fuerte. Ella está lo suficientemente enojada –me dice–. Cuando acabes con esa familia le echamos la culpa a ella.
– ¿Incriminarla? –pregunto–. ¿Usarla para mí beneficio?
– Si, así –sonrie–. Hazla tu mujer... Una esposa para ti... "Una esposa para el Señor Wayne".
– No soy un Wayne –lo miro con enojo.
– Llevas su sangre... –me sujeta por los hombros–. Su ADN corriendo por tus venas.
Miro hacia la ventana, no es mala idea. Tengo que empezar con esto. Los Wayne pagarán por quitarme a mí madre.
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CELESTE
Despierto cuando suenan las voces de todos en la sala (07:35). Luego idenficio la voz de Conrad. Me levanto enseguida, me ducho y arreglo para bajar, antes me tiró perfume y me miró al espejo.
Al bajar las risas suenan, llego hasta donde ellos y les sonrío.
– ¡Buenos días! –les digo.
– Buenos días, hija –me dice mí padre–. Siéntate, Conrad vino a hablar sobre tu divorcio..
– Claro... –me siento frente a él–. ¿Las cosas se complican?
– No en realidad no... –me dice sonriendo–. De hecho esto es muy sencillo.
– Iluminanos, abogado –le digo.
En me da una sonrisa encantadora que derrite corazones de hielo.
– Bien... –dice–. Tienes dos identificaciones... ¿No es así?. Su verdadera identidad es Alisson Aster.
– Si, así es –digo–. ¿Que con eso?
– Eso no tiene nada que ver con lo que pienso hacer. Según Alexander no puedes divorciarte de él sin su firma. ¿No es así? –pregunta.
– Eso dice –me apoyo en el sillón.
– Lo lamento por él pero no es así –le digo–. Cómo dije tiene dos indentificaciones: una Alisson Aster y otra Celeste Amos. No firmaste con tu verdadera identidad.
– Eso me da un punto a mí favor –le sonrío–. ¿No es así?.
– En realidad más de uno –lee los papeles–. Tus nacionalidad son española y griega. Bien aquí naciste en Barcelona donde te puedes divorciar sin la firma de tu marido y en Grecia también.
– ¡Eso es verdad! –dice Annia–. No lo pensamos. Eres un genio.
– Además... –dice–. Considerando que su madre hizo que... Bueno ya sabes y casi te mata, y Alexander cometió adulterio... Tenemos el juicio ganado. Estás oficialmente divorciada.
– Okey... Definitivamente –Annia mira a Carolina–. Tu hermano es el mejor abogado.
– ¡Gracias, chicas! –dice Conrad–. Para conseguir el divorcio debes viajar a Barcelona o a Grecia.
– Ay... Ir a Grecia de vuelta –miro a mí papá–. Quisiera ir hasta allá.
– Podemos ir si quieres –dice él–. Todos.
Después de una motivadora charla me quedo claro que nadie exagero diciendo que Conrad era buen abogado, porque lo es de verdad.
Luego del desayuno decido ir al hospital, tengo que resolver algunas cosas. Me atiende el mismo doctor que siempre.
– ¿Sigo igual, doctor? –le pregunto.
– Lo lamento, Celeste –me dice apenado–. Los que le hayan dado para que pierda ese bebé daño su útero... Es muy probable que no pueda tener hijos.
– ¿Jamás? –pregunto.
– Aún puede que si –baja la mirada–. Pero no quiero darle falsas esperanzas.
– Lo se, doctor –me levanto–. Gracias por todo.
Salgo de la sala y al verme mal Annia me abraza.
– ¡Jamás podre tener hijos! –le digo llorando–. No podré.
– Ay amiga... –me abraza–. Todo va a estar bien, tranquila.
¡ARISA WAYNE!. Juro por mí vida que pagaras por todo lo que me hiciste, desde abajo te destruiré y luego te escupiré en la cara.