Una Esposa para El señor Wayne

Capítulo XXXVIII

CONRAD

Me despierto con Brunella entre mis brazos, dormida. Es la mejor sensación del mundo, quito el cabello que cubre su cara le hace unas cosquillas y arruga su nariz, se ve tan adorable cuando lo hace.

Abre sus ojos y me mira con una sonrisa.

 

– Bueno días –me dice.

 

– Buenos días, hermosa princesa –beso la punta de su nariz–. Que lindo estar así. 

 

– Yo no duermo mucho asi –dice tímida–. Tuve un solo novio en mí vida 

 

– Mmhh... Pero yo soy el mejor –me río–. Y el último, porque nos vamos a casar. 

 

Su risa se escucha en toda la habitación es como música para mis oídos. 

 

– ¿Casar? –pregunta divertida–. ¿Quieres casarte conmigo? 

 

– ¡SI! –respondo bromeando–. Claro que quiero casarme contigo, me haces el hombre más feliz... ¿Y mí anillo? 

 

– Conrad... –me empuja levemente–. No estoy bromeando.

 

– Lamento decirte que yo también –la abrazo–. Quiero casarme contigo... En el futuro pero, si. 

 

– Entonces acepto –se ríe. 

 

Nos levantamos a bañarnos mientras jugamos como niños con la esposa para luego dejar entrar a la pasión de nuevo. Nos vestimos para desayunar.

 

– ¿Te gusta lo que hice? –preguto tomando su mano–. Se que no soy buen cocinero.

 

– No, al contrario –dice–. Está delicioso. No cocinas tan mal.

 

– ¿Y tu? ¿Que me dices? –le pregunto–. ¿Cocinas? 

 

– Si, un poco. Fideos con salsa, guiso... Empanadas de pollo –dice–. Si quieres te cocina algo. 

 

– Claro –sonrio–. Me encantaría.

 

De pronto el timbre de la puerta nos saca de nuestro letargo. Me levanto a abrir, Santiago está en el marco de la puerta, entra así sin más.

 

– Hola, ahijado –dice entrando–. ¿Cómo estás? 

 

– Aammm... Estoy bien –digo nervioso–. ¿Que haces aquí? 

 

– Vine a verte –me dice. 

 

– ¿Conrad? ¿Quien es? –Brunella aparece–. Oh. Aaamm... Hola. 

 

– Hola querida –me mira–. ¿Quien es esta encantadora señorita? 

 

– Padrino te presento a Brunella –me acerco a ella–. Es mí novia. Amor, él es mí padrino Santiago.

 

– Un gusto conocerlo –dice ella sonriente. 

 

– Igualmente, linda –le devuelve la sonrisa–. Lamento haber interrumpido. Me voy, hablamos luego. 

 

Asi se va de mí apartamento, lo noté extraño... Muy extraño. 

 

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CELESTE

Buscamos y buscamos información o algún indicio del paradero de la doctora. Resulta que desapareció de faz de la tierra. 

 

– Aún no hemos encontrado nada –dice Emiliano–. Dicen que hace días no se presenta en su consultorio. 

 

– Iré de todas formas –dice Brunella–. Puedo encontrar algo allá. 

 

– No, es muy peligroso –Conrad se opone–. Algo debió haberle pasado. 

 

– Y seguro tiene algo ver con mí madre –dice Alexander apenado–. No puedo creer la clase de mujer que es. 

 

– Mato a tu hijo y aun no lo crees –dice Emiliano–. Esa mujer es el mismísimo demonio. 

 

– Tienes razón –digo y miro a Brunella–. No tienes que hacer esto. 

 

– No tengo, pero quiero –mira a Conrad–. Soy muy cabeza dura pero también soy fuerte, puedo hacerlo. 

 

– No quiero que algo te pase –toma su mano.

 

– Nada pasará –dice animada–. Te llamaré en cuanto salga del consultorio. ¿Si? 

 

– Aún estoy incómodo por esto –dice–. Tengo mucho miedo. 

 

– Hermano, tu novia es una fiera –dice Carolina–. No le pasará nada.

 

– Mañana mismo iré. Veré qué onda pasa y vengo –nos sonríe confiada–. Estará todo bien.

 

– Gracias por esto, Brunella –le digo–. Conrad tiene muchísima suerte de tenerte.

 

– Nada de eso –dice–. Será un placer ayudarlos. 

 

La verdad es que Brunella me cae excelente, es una mujer valiente, dulce y tiene razón... Testaruda. 

 

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