CONRAD
Me despierto con Brunella entre mis brazos, dormida. Es la mejor sensación del mundo, quito el cabello que cubre su cara le hace unas cosquillas y arruga su nariz, se ve tan adorable cuando lo hace.
Abre sus ojos y me mira con una sonrisa.
– Bueno días –me dice.
– Buenos días, hermosa princesa –beso la punta de su nariz–. Que lindo estar así.
– Yo no duermo mucho asi –dice tímida–. Tuve un solo novio en mí vida
– Mmhh... Pero yo soy el mejor –me río–. Y el último, porque nos vamos a casar.
Su risa se escucha en toda la habitación es como música para mis oídos.
– ¿Casar? –pregunta divertida–. ¿Quieres casarte conmigo?
– ¡SI! –respondo bromeando–. Claro que quiero casarme contigo, me haces el hombre más feliz... ¿Y mí anillo?
– Conrad... –me empuja levemente–. No estoy bromeando.
– Lamento decirte que yo también –la abrazo–. Quiero casarme contigo... En el futuro pero, si.
– Entonces acepto –se ríe.
Nos levantamos a bañarnos mientras jugamos como niños con la esposa para luego dejar entrar a la pasión de nuevo. Nos vestimos para desayunar.
– ¿Te gusta lo que hice? –preguto tomando su mano–. Se que no soy buen cocinero.
– No, al contrario –dice–. Está delicioso. No cocinas tan mal.
– ¿Y tu? ¿Que me dices? –le pregunto–. ¿Cocinas?
– Si, un poco. Fideos con salsa, guiso... Empanadas de pollo –dice–. Si quieres te cocina algo.
– Claro –sonrio–. Me encantaría.
De pronto el timbre de la puerta nos saca de nuestro letargo. Me levanto a abrir, Santiago está en el marco de la puerta, entra así sin más.
– Hola, ahijado –dice entrando–. ¿Cómo estás?
– Aammm... Estoy bien –digo nervioso–. ¿Que haces aquí?
– Vine a verte –me dice.
– ¿Conrad? ¿Quien es? –Brunella aparece–. Oh. Aaamm... Hola.
– Hola querida –me mira–. ¿Quien es esta encantadora señorita?
– Padrino te presento a Brunella –me acerco a ella–. Es mí novia. Amor, él es mí padrino Santiago.
– Un gusto conocerlo –dice ella sonriente.
– Igualmente, linda –le devuelve la sonrisa–. Lamento haber interrumpido. Me voy, hablamos luego.
Asi se va de mí apartamento, lo noté extraño... Muy extraño.
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CELESTE
Buscamos y buscamos información o algún indicio del paradero de la doctora. Resulta que desapareció de faz de la tierra.
– Aún no hemos encontrado nada –dice Emiliano–. Dicen que hace días no se presenta en su consultorio.
– Iré de todas formas –dice Brunella–. Puedo encontrar algo allá.
– No, es muy peligroso –Conrad se opone–. Algo debió haberle pasado.
– Y seguro tiene algo ver con mí madre –dice Alexander apenado–. No puedo creer la clase de mujer que es.
– Mato a tu hijo y aun no lo crees –dice Emiliano–. Esa mujer es el mismísimo demonio.
– Tienes razón –digo y miro a Brunella–. No tienes que hacer esto.
– No tengo, pero quiero –mira a Conrad–. Soy muy cabeza dura pero también soy fuerte, puedo hacerlo.
– No quiero que algo te pase –toma su mano.
– Nada pasará –dice animada–. Te llamaré en cuanto salga del consultorio. ¿Si?
– Aún estoy incómodo por esto –dice–. Tengo mucho miedo.
– Hermano, tu novia es una fiera –dice Carolina–. No le pasará nada.
– Mañana mismo iré. Veré qué onda pasa y vengo –nos sonríe confiada–. Estará todo bien.
– Gracias por esto, Brunella –le digo–. Conrad tiene muchísima suerte de tenerte.
– Nada de eso –dice–. Será un placer ayudarlos.
La verdad es que Brunella me cae excelente, es una mujer valiente, dulce y tiene razón... Testaruda.
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