-Neceesito - Abbie le da un tirón al vestido de baile para entrar en él - que le hagas con fuerza. - Ambas mujeres tiran con fuerza de aquel vestido, que por suerte fue cocido con los mejores hilos y telas, siendo así capaz de resistir.
-Usted nunca va a entrar en ese vestido, usted a subido de pe... - Un fuerte golpe sobre su mejilla no la deja terminar. Luna siente el escozor. Fue su culpa, claro. No debió de hablarle de ese modo a la primogénita de los BitTorrent, pero para nadie es un secreto que Abbie a subido de peso. Lo que no es sorpresa porque con toda esa comida que se embutía era obvio que su metabolismo iba a sufrir.
--Desaparezca de mi vista en este instante - Ordenó con tono calmado.
-Víbora - Habló Luna por lo bajo mientras apuraba el paso para salir.
Vió salir el carruaje con toda la familia de la casa, este era justo el momento que más le encantaba. Caminó de prisa hacía la habitación de Abbie y se puso con gran dificultad el vestido azul cielo que la Señorita había dejado en el piso al ver, después de varios intentos y casi provocar un desgarre en este mismo, que jamás entraría en él. Luna observó su reflejo, este vestido le quedaba como un guante. Cerró los ojos e imaginó que estaba en el baile de Lady Becerril. Empezó a girar mientras seguía los acordes ( imaginarios). Tenía todos sus bailes prometidos cuando...
Un ruido la puso en alerta, se asomó con cautela entre las cortinas y vió a un hombre de fino vestuario dañar las flores del jardín. ¡Eso si que no se lo iba a permitir! Salió furiosa del hogar sin recordar que aún llevaba puesto aquel vestido.
- ¿Pero quién se cree que es usted para venir y dañar las flores de mi jardín? - Preguntó mosqueada sin gota de educación.
-Shhh, sólo necesito encontar la sortija. - Contestó sin levantar la mirada.
- Le exijo que salga ya de mi jardín - Luna cuidaba celosamente bien de cada flor sembrada en aquel lugar, su padre, que había muerto hace dos años las había plantado y en su ausencia Luna no dejó que nadie arruinase aquél trabajo, lo único que le quedaba de su padre. Además eran las flores favoritas de su mamá. Humberto Lanfranco había llegado a los 17 años a la casa de los BitTorrent como jardinero. Allí fue donde conoció a la madre de Luna quien tenía 15 años y ayudaba a su abuela en la cocina. Se enamoraron y con permiso de la abuela se casaron y cuando Humberto tenía 21 años recién cumplidos nació Luna, pero el parto se complicó y la madre los abandonó. La abuela murió meses después y quedarón Humberto y Luna contra el mundo.
- Haber, Señorita... - Empezó el joven levantando su mirada, era más alto que ella, sin lugar a dudas, pero la mirada verde azulada de la joven los redujo a lo que fuese un muchacho impertinente.
- Luna - Respondió ella de forma altiva. Pese a que tenía de estirar su cuello para mirar de modo desafiante a su no deseada compañía, Luna no se dejó intimidar por aquel porte fornido que tenía aquel hombre.
-Bien, Señorita Luna, en su jardín se me calló un anillo con un diamante tan claro como la luna, así que le pido que no se ande entrometiendo en mi camino. - Habló el hombre con cansancio, hoy su prometida, una mujer de buena cuna le había cancelado el matrimonio porque sus padres le había encontrado un conde con mucho dinero y poder del que tenía el Duque en estos momentos. Dos meses acortejandola, se fueron en balde. Tiempo en él que la aprendió a querer. Esa mujer se iba a arrepentir de haberlo dejado, aunque él no sería quien se vengaría, pensó que era mejor dejar que la mismísima vida se hiciera cargo. Había salido de la casa de los Brillen muy enojado y con el anillo en mano. No le había dado tiempo a su cochero de acercarse. Necesitaba estar solo y despejar su mente. Sólo Dios sabía de su terrible suerte al perder el anillo de su abuela en estas rosas blancas. Fuera de eso tenía que soportar la compañía de esa hermosa damita que apenas y le pasaba de los hombros. Ella lo estaba vigilando, miraba cada movimiento que él hacía y si hurgaba sin cuidado recibía un reproche de ella. Necesito 22 minutos para encontrarlo y se levantó buscando el pañuelo de su bolsillo. Guardó el anillo celosamente en este y dió la vuelta para marcharse, pero escucho nuevamente esa suave voz.
-Espere, aún no me ha dicho su nombre Mi Lord - La observó de pies a cabeza, ella tenía el vestido arrugado, el cabello le caía libre por sobre sus hombros. Sus pechos, que a pesar de no rellenar por completo el corpiño de aquel vestido se le hacían de lo más apetecibles. Pero todo esto se quedaba corto a sus ojos grandes con largas pestañas y aquellos labios que indicaban al pecado.
Era un hecho ya había encontrado a su nueva prometida y a esta no la dejaría escapar tan fácil.
-Mattew Williams, Duque de Greenwich. Un placer mi Lady- Dicho esto dió la espalda y se marchó llamando la atención de su cochero que lo esperaba a unos metros.
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Editado: 17.04.2022