Valentina
El suave llanto de Sofía rompe la quietud de la habitación, sacándome de mis sueños. Abro los ojos con rapidez, sintiendo la necesidad inmediata de atender a mi hija.
—Tranquila, mi amor, estoy aquí —susurro.
Me incorporo con cuidado, envuelvo a Sofía en mis brazos y la arrullo suavemente. El reloj marca las primeras horas de la mañana, y la luz tenue revela una serenidad que contrasta con el agitado despertar de mi pequeña.
La melodía de mi celular rompe la tranquilidad de la mañana, y al mirar la pantalla, noto que es el senador quien llama. Al responder, escucho sus palabras anunciando que iremos, junto con Sofía, a su casa de campo.
—Una escapada a la casa de campo del senador. Suena interesante.
Después de colgar, mi atención se centra en Sofía, quien juega plácidamente en la cuna. La noticia del viaje me llena de expectativas y comienzo a preparar un desayuno especial para nosotras dos. El aroma de la comida se mezcla con la emoción del viaje inminente.
—¿Te gusta la idea de ir a un lugar nuevo, Sofía?
Sus risitas son mi respuesta mientras continúo organizando las maletas.
La puerta principal se abre, revelando la figura del senador y sus escoltas. La seriedad en su rostro contrasta con la amplitud de la entrada, y mientras me acerco con Sofía en brazos, las escoltas se adelantan para ayudarme con las maletas.
Los escoltas, hábiles y eficientes, toman las maletas y las llevan hacia la entrada de la casa. Observo su coordinación, recordándome que estamos ingresando a un mundo que va más allá de mi cotidianidad. Sofía, ajena al trasfondo, observa con curiosidad a su alrededor.
—Buenos días —nos saluda Gabriel.
—Buenos días.
Al llegar a la casa de campo, la belleza del entorno natural captura mi atención. Los escoltas depositan las maletas con cuidado, y agradezco el gesto con una sonrisa. Mientras me acerco al senador, Sofía en brazos, siento la calidez de su recepción.
—Valentina, bienvenida a nuestra casa de campo. Espero que disfruten de su estancia.
—Gracias, senador. Estamos ansiosas por explorar este lugar.
El senador, con un gesto amable, se convierte en mi guía personal a través de la casa de campo. Cada rincón revela una cuidadosa planificación y una arquitectura que se integra armoniosamente con el entorno natural. Sus explicaciones detalladas no solo muestran la magnificencia de la casa, sino que también dejan entrever su conexión personal con este lugar.
Cada rincón es una obra maestra. La belleza de esta casa es verdaderamente impactante.
A medida que avanzamos, la exquisita decoración y la elección cuidadosa de cada elemento resaltan el buen gusto del senador. Mientras explora la casa, Sofía observa maravillada, sus ojos curiosos, capturando la elegancia que nos rodea.
—¿Ves, cariño? Estamos en un lugar muy especial.
El senador continúa con una hospitalidad inesperada, compartiendo anécdotas sobre la historia de la casa y los momentos significativos que ha experimentado aquí. La conexión que tiene con este lugar se convierte en una narrativa entrelazada con su propia historia, revelando capas más profundas detrás de la figura pública.
—Este recorrido no solo es sobre la casa, sino también sobre él. Hay algo más detrás de esos ojos.
La amplitud de los espacios, las vistas panorámicas y los detalles cuidadosamente elegidos crean un escenario que parece sacado de un sueño. El senador, a pesar de su posición imponente, muestra una faceta más personal, compartiendo su amor por este refugio en medio de la naturaleza.
—Valentina, estoy encantado de que estén aquí. Espero que encuentren este lugar tan especial como yo lo hago.
—Es realmente impresionante, senador. Apreciamos mucho su generosidad.
Las empleadas de la casa de campo nos reciben con una cordialidad palpable, ofreciéndonos unos deliciosos sándwiches que despiertan el apetito de Sofía y el mío. La fragancia tentadora se mezcla con la brisa fresca que acaricia el lugar, creando un ambiente relajado y acogedor.
—Parece que nos esperaba una deliciosa sorpresa.
—Valentina, ¿qué te parece si tomas un poco de sol? Hay un rincón encantador en el jardín.
Gabriel, con una sonrisa amigable, sugiere que aprovechemos el día y que tome un poco de sol. La invitación resuena como una oportunidad para disfrutar de la tranquilidad y la belleza de este entorno único.
—Claro, suena maravilloso. Gracias.
Con Sofía acomodada en su sillita, me dirijo hacia el rincón sugerido. La luz del sol acaricia mi piel mientras encuentro un lugar cómodo para relajarme.
Mientras disfruto del cálido sol, observo a Sofía explorar el entorno circundante con la curiosidad propia de su edad. La quietud del lugar se convierte en un refugio temporal, ofreciéndonos un respiro de la rutina diaria.
—Valentina, ¿has tenido la oportunidad de relajarte así últimamente?
—La verdad, no con tanta serenidad. Es un regalo.
—Me alegra que estén aquí. A veces, un pequeño respiro es todo lo que se necesita.
—Estamos agradecidas por su hospitalidad, senador.
A medida que avanzamos en la conversación, la atmósfera relajada y el escenario idílico se entrelazan, creando un telón de fondo propicio para una conexión más profunda. Gabriel comparte anécdotas sobre su infancia en la casa de campo, revelando un lado más íntimo y nostálgico.
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Editado: 13.03.2024