–Tú –se dirigió a Sula –guíame al lugar donde pusieron mis cosas.
–También podías haberlo pedido amablemente y sin amenazas –dijo el capitán medio aterrorizado.
–¿Me las habrían devuelto? –preguntó la niña sabiendo lo que le iban a responder.
–Bueno… los objetos que encontramos en tu lanzadera son bastante… peculiares. Nunca habíamos visto algo así. Nos interesaría mucho investigarlos un poco más –le dedicó una sonrisa brillante.
–Yo no quiero que los investiguen –apretó el faser contra la frente del naftaliano– Ahora te pondrás de pie muuuuy despacio. Si alguien se mueve para tomar su arma lo sabré. Hay muchas personas aquí a las que podría tomar de rehenes, no me molestaría liberarlos de un capitán tan cobarde como este ¡Está temblando!
–No vas a salir bien parada de esto, niña –le dijo Sula.
–No iba a salir bien parada aunque me hubiese quedado en el ala médica. Estoy segura de que estaban ansiosos por llegar a una base de la Unión para mostrarle a vuestros superiores lo que habéis encontrado ¡No permitiré que me pongan en una mesa para que me diseccionen como a un insecto!
– ¿Eso es lo que tanto te preocupa? ¡Nosotros somos la Unión Intergaláctica de Planetas! Nunca haríamos algo así –Sula alzó algo la voz, indignado.
– ¿Niegas que cuando me escanearon no encontraron interesante mi estructuración de órganos? ¿Que no querían comprenderme mejor?
–No puedo negarlo, me llegaron informes y es increíble lo que vi en ellos, pero nunca te haríamos daño ¡Tú eres la que quieres hacernos daño! ¡Estás amenazando a nuestro capitán con un arma!
–Sula, ¿Podrías parar de molestarla ya? Su dedo se va apretando contra el gatillo mientras más se enoja –dijo el capitán riendo nerviosamente.
– ¿Cómo se llama, Capitán? –le preguntó Ana.
–Roy Lok.
–Pues Roy, si vuelve a decir una sola palabra tomaré a su amigo de aquí como rehén –señaló a Sula– y a ti te vaporizare la cabeza y me haré un casco con tu cráneo.
Lok asintió con la cabeza.
–Andando –dijo la niña.
Caminaron despacio. Sula iba delante, en el medio estaba el capitán y Ana al final con el faser en alto y bien atenta por si sentía algún peligro detrás, aunque había ordenado a los dos primeros que bloquearan el puente para que no los siguieran. Después de unos minutos Sula se detuvo frente a una puerta.
–Aquí es –dijo el Comandante.
–Abra la puerta –ordenó Ana.
El Comandante hizo lo que le pidieron y enseguida se vio una sala llena de gente, todos tenían trajes morados, azules, o verdes como el de Sula. Había mesas con microscopios digitales y algunas otras herramientas. En una esquina Ana pudo ver un montón de cajas selladas con una señal de posible peligro. La niña barrió la estancia con la vista y vio a una mujer que vestía un traje azul. Tenía el reloj de Ana conectado a un monitor holográfico y parecía muy emocionada tratando de decodificarlo. Aquel reloj estaba relacionado con el cerebro de Pixie, aunque la niña no creía que nadie en la nave fuera capaz de desencriptar la información que habís allí, tenía que recuperarlo.
–Escuchen todos –dijo Sula con una potente voz–, estamos en medio de una situación de rehenes. Colóquense en la pared opuesta a la puerta, y por favor, que nadie intente disparar.
Ana hizo que el capitán avanzara. Hubo un murmullo colectivo de sorpresa cuando la silueta de la niña se adivinó detrás del hombre.
– ¿Ya puedo hablar? –preguntó Lok.
–No –respondió Ana–, ¿Dónde está el Droide? –preguntó a todas.
Silencio, nadie respondió. Tenían cara de no saber nada.
–La cosa pequeñita con alas de libélula y un solo ojo en medio del rostro.
–Ah, eso –dijo uno de los hombres con uniforme morado, era muy pálido y parecía más serio que asustado, Ana pensó que se veía como un vampiro–. Creíamos que se trataba de una especie de juguete. Lo pusimos en esa caja para analizarlo luego –señaló una caja negra con bordes azules.
– ¿La caja está insonorizada? –preguntó la niña.
–Sí –respondió el hombre.
–Abra la caja –dijo Ana.
El hombre dudó.
–Haga lo que ella le dijo Teniente Ousbourne –ordenó el capitán.
Ousbourne se dirigió a la caja y la abrió poniendo uno de sus dedos en la cerradura.
–Pixie despierta y ven aquí –dijo la niña en voz alta.
Enseguida una criatura metálica se asomó por encima de la caja y miró alrededor con su único ojo. Pestañeó cuando ubicó a Ana y luego ascendió rápidamente agitando sus alas y dando grititos de alegría.
– ¡Ana! ¡Viniste por mí! –el droide-hada se dirigió hacia la niña y se detuvo frente a ella. Inmovilizó las alas y se desplazó con sus propulsores inferiores. Se enredó cariñosamente en el pelo de Ana posándose en su hombro.
Entonces la Kertrena se estremeció y las luces se tornaron rojas.
– ¿Esto es por la niña, señor? –Se dirigió uno de los oficiales al Capitán.
–Capitán, nos atacan –se oyó la voz del teniente Nari desde uno de los megáfonos–. Cuatro naves enemigas de diseño Trask.
–Bueno, parece que no me podré ir todavía –dijo Ana–. Pixie, búscame una habitación vacía y pon mis cosas en ella. Alcánzame mi reloj, por favor.
El reloj de Ana se desvaneció de donde estaba encima de la mesa y apareció en su muñeca. Era una pulsera negra de aspecto gomoso que tenía una pantalla cuadrada en la parte superior.
–Transporte de emergencia al puente –dijo la niña.
–No perteneces a esta tripulación, no tienes permiso para la tele transportación –dijo la computadora.
–Ya veremos –la niña se giró hacia el pequeño robot– Pixie, hazme aparecer en el puente.
En cuanto la niña desapareció Lok y Sula pidieron transporte pero la computadora ni siquiera respondió, tuvieron que trasladarse por sus propios medios: corrieron.